Cazadores de Sombras: Ciudad de los Ángeles Caídos (yeongyu)

Capítulo 2: Cayendo

- Así que, ¿te has divertido esta noche con Niki? - Beomgyu, con el teléfono pegado a la oreja, avanzaba con cuidado de una larga barra de equilibrios a otra. Las barras de equilibrio estaban montadas a seis metros de altura, colgadas de las vigas de la buhardilla del Instituto, donde estaba instalada la sala de entrenamiento. El objetivo de aprender a caminar por las barras era dominar el sentido del equilibrio. Y Beomgyu las odiaba. Su miedo a las alturas lo ponía enfermo, a pesar de que llevaba atada a la cintura una cuerda flexible que supuestamente le impediría estamparse contra el suelo en caso de que se produjese una caída. - ¿Le has contado ya lo de Hyunjin?

Jake respondió con un leve sonido evasivo que Beomgyu interpretó como un "no". Se oía música de fondo y se lo imaginó tendido en la cama, con el equipo de música a bajo volúmen. Parecía agotado, ese agotamiento que calaba en los huesos y que daba a entender que su tono de voz frívolo no estaba en consonancia con su estado anímico. Al principio de la conversación, Beomgyu le había preguntado varias veces si se encontraba bien, pero él se había limitado a restarle importancia a su preocupación. 

Entonces él le espetó:

- Estás jugando con fuego, Jake. Confío en que lo sepas.

- Pues no lo sé. ¿De verdad te parece tan importante? - La voz de Jake sonó entonces quejumbrosa. - En ningún momento he hablado ni con Niki ni con Hyunjin acerca de la exclusividad de nuestra relación. 

- Déjame decirte algo sobre algunas personas en general. - Beomgyu se sentó en las barras de equilibrios con las piernas colgando. Las ventanas en forma de media luna de la buhardilla estaban abiertas y entraba por ellas el gélido aire nocturno, enfriando su piel sudada. Siempre había pensado que los cazadores de sombras se entrenaban vestidos con su resistente equipo de cuero, pero resultó que lo empleaban únicamente para una formación posterior, cuando ya practicaban con armas. Para el entrenamiento que estaba realizando -ejercicios destinados a aumentar su flexibilidad, velocidad y sentido del equilibrio-, Beomgyu iba vestido con una simple camiseta de tirantes y un pantalón con goma en la cintura que le recordaba la vestimenta que se utilizaba en los quirófanos. - Aunque no hayáis hablado sobre exclusividad, se volverán locos si algún día llegan a descubrir que estás saliendo con otro al que, además, ellos conocen, y no se lo has dicho. Es una regla básica para salir con alguien. 

- ¿Y por qué se supone que yo debería conocer esta regla?

- Porque todo el mundo la conoce.

- Creía que estabas de mi lado.

- ¡Y estoy de tu lado!

- Y entonces, ¿por qué no te muestras más comprensivo?

Beomgyu cambió el teléfono de oreja y observó las sombras que se abrían por debajo de él. ¿Dónde estaba Yeonjun? Había ido a buscar otra cuerda y había dicho que volvería en cinco minutos. Si lo sorprendía hablando por teléfono allá arriba lo mataría, seguro. Yeonjun supervisaba pocas veces su entrenamiento -lo hacían normalmente Kibum, Jonghyun o alguno de los otros miembros del Cónclave de Seúl hasta que encontrasen un sustito para la antigua tutora del Instituto, Taeyeon-, pero cuando lo hacía, se lo tomaba muy en serio. 

- Porque... - Respondió. - Tus problemas no son en realidad problemas. Estás saliendo a la vez con dos chicos guapos. Piénsalo bien. Eso son... problemas típicos de una estrella del rock.

- Tener los problemas típicos de una estrella del rock será probablemente lo más cerca que pueda estar nunca de ser una estrella del rock de verdad.

- Nadie te dijo que bautizaras a tu banda con el nombre de Molde Jugoso, amigo mío.

- Ahora nos llamamos Pelusa del Milenio. - Dijo Jake en tono de protesta.

- Mira, piénsatelo antes de la boda. Si ambos creen que van a asistir contigo a la boda y descubren que estás saliendo a la vez con los dos, te matarán. - Se levantó. - Y la boda de mi madre se irá a paseo y entonces será él quien te mate a ti. De modo que morirás dos veces. Bueno, tres, ya que técnicamente...

- ¡En ningún momento le he dicho a ninguno de los dos que vaya a ir a la boda con ellos! - La voz de Jake sonó presa del pánico.

- Ya, pero están esperando a que se lo digas. Algunos chicos tienen novio para eso. Para tener a alguien que los lleve a actos aburridos. - Beomgyu avanzó hasta el extremo de la barra de equilibrios con la mirada fija en las sombras que la luz mágica proyectaba abajo. En el suelo había un antiguo círculo de entrenamiento pintado con tiza; parecía una diana. - En cualquier caso, ahora tengo que saltar de esta horrible barra y posiblemente abocarme a una muerte atroz. Hablamos mañana.

- Recuerda que tengo ensayo con la banda a las dos. Nos vemos allí.

- Hasta entonces. - Colgó y se guardó el teléfono en el interior del pantalón; la ropa de entrenamiento era tan ligera que no tenía bolsillos, ¿qué otra solución le quedaba?

- ¿Tienes pensado quedarte toda la noche allá arriba? - Yeonjun irrumpió en el centro de la diana y levantó la vista hacia él. Iba vestido con el equipo de lucha, no con la ropa de entrenamiento que llevaba Beomgyu. 

- Creía que ibas a subir. - Le gritó él desde arriba. - ¿Cambio de planes?

- Es una larga historia. - Le respondió él, sonriente. - ¿Y bien? ¿Quieres practicar volteretas?

Beomgyu suspiró. Practicar volteretas quería decir lanzarse al vacío desde la barra y utilizar la cuerda flexible para sujetarse mientras se apoyaba en las paredes para empujarse y dar volteretas. Era el modo de aprender a dar vueltas sobre sí mismo, lanzar patadas y esquivar golpes sin tener que preocuparse por la dureza del suelo y los moratones. Había visto cómo lo hacía Yeonjun, que parecía un ángel cuando volaba por los aires, girando sobre sí mismo y revolviéndose con la preciosa elegancia de un bailarín clásico. Pero él se retorcía como un escarabajo de la patata en cuanto veía que se acercaba al suelo, y el hecho de que en su cabeza supiese que no iba a impactar contra él, no servía de nada. 




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