La botella se deslizó entre las manos de Jake y cayó al suelo, haciéndose añicos y proyectando fragmentos en todas direcciones.
- ¿Que Chan es un hombre lobo?
- Por supuesto que es un hombre lobo, retrasado. - Dijo Yeonjun. Miró entonces a Chan. - ¿No es cierto?
Chan no dijo nada. La expresión jovial y relajada se había esfumado de su rostro. Sus ojos parecían duros y planos como el cristal.
- ¿Quién me lo pregunta?
Yeonjun se apartó de la ventana. No había nada abiertamente hostil en su conducta, pero su imagen daba a entender una clara amenaza. Tenía los brazos colgando a sus costados, pero Jake recordó otras ocasiones en las que había visto a Yeonjun entrar de manera explosiva en acción sin que sucediera aparentemente nada entre pensamiento y respuesta.
- Kim Yeonjun. - Respondió. - Del Instituto Kim. ¿A qué manada has prestado juramento?
- ¡Dios! - Exclamó Chan. - ¿Eres un cazador de sombras? - Miró a Jake. - Aquel castaño tan mono que estaba contigo en el garaje... también es cazador de sombras, ¿verdad?
Jake, completamente desprevenido, asintió con la cabeza.
- Hay quien piensa que los cazadores de sombras no son más que un mito. Como las momias y los genios. - Dijo Chan, sonriéndole a Yeonjun. - ¿Puedes conceder deseos?
El hecho de que Chan acabara de calificar de "mono" a Beomgyu no sirvió precisamente para que se ganara la simpatía de Yeonjun, cuyo rostro se había tensado de manera alarmante.
- Eso depende. - Dijo. - ¿Deseas un puñetazo en la cara?
- Tranquilo, tranquilo. - Dijo Chan. - Y yo que pensaba que últimamente estaban súper entusiasmados por los Acuerdos...
- Los Acuerdos implican a vampiros y licántropos con alianzas claras. - Lo interrumpió Yeonjun. - Dime a qué manada has prestado juramento o, de lo contrario, tendré que asumir que eres un mal bicho.
- De acuerdo, ya basta. - Dijo Jake. - Ustedes dos, dejen ya de actuar como si estuvieran a punto de pegarse. - Miró a Chan. - Tendrías que haberme dicho que eras un hombre lobo.
- Vaya, no me había percatado de que tú me hayas contado que eres un vampiro. Tal vez pensara que no era asunto tuyo.
Jake experimentó una sacudida de pura sorpresa.
- ¿Qué? - Bajó la vista hacia los cristales rotos y la sangre esparcida en el suelo. - Yo no... no...
- No te molestes. - Dijo Yeonjun, sin alterarse. - Puede intuir que eres un vampiro. Igual que tú podrás intuir a los hombres lobo y a otros subterráneos cuando tengas un poco más de práctica. Lo sabe desde que te conoció. ¿Me equivoco? - Miró a Chan, fijando la vista en sus gélidos ojos. Chan no dijo nada. - Y, por cierto, lo que cultiva en el balcón... es uva lupina. Ahora ya lo sabes.
Jake se cruzó de brazos y miró a Chan.
- ¿Qué demonios es todo esto? ¿Algún tipo de emboscada? ¿Por qué me pediste que viniera a vivir contigo? Los hombres lobo odian a los vampiros.
- Yo no. - Dijo Chan. - Aunque a los de su especie no les tengo mucho cariño. - Señaló a Yeonjun. - Se creen mejores que todos los demás.
- No. - Dijo Yeonjun. - Yo me creo mejor que todos los demás. Una opinión respaldada por evidencias suficientes.
Chan miró a Jake.
- ¿Habla siempre así?
- Sí.
- ¿Existe alguna cosa capaz de cerrarle la boca? Aparte de mandarlo a la mierda de una paliza, claro está.
Yeonjun se apartó de la ventana.
- Me encantaría que lo intentaras.
Jake se interpuso entre ellos.
- No pienso permitir que se peleen.
- ¿Y qué piensas hacer si...? Oh. - La mirada de Yeonjun se fijó en la frente de Jake y sonrió a regañadientes. - ¿De modo que me amenazas con convertirme en algo que poder echarles a las palomitas si no hago lo que me ordenas?
Chan estaba perplejo.
- ¿Qué dices...?
- Simplemente pienso que ustedes dos deberían hablar. - Lo interrumpió Jake. - Chan es un hombre lobo. Yo soy un vampiro. Y tú tampoco puede decirse que seas exactamente el vecinito de al lado. - Añadió, dirigiéndose a Yeonjun. - Propongo comprender qué sucede y continuar a partir de ahí.
- Tu idiotez no conoce límites. - Dijo Yeonjun, pero se sentó en el alféizar de la ventana y se cruzó de brazos. Chan tomó también asiento, en el sofá. No paraban de mirarse. Pero permanecían quietos, pensó Jake. Todo un avance.
- Muy bien. - Dijo Chan. - Soy un hombre lobo que no forma parte de ninguna manada, pero tengo una alianza. ¿Han oído hablar del Praetor Lupus?
- He oído hablar del lupus. - Dijo Jake. - ¿No es una enfermedad de algún tipo?
Yeonjun le lanzó una mirada fulminante.
- Lupus significa "lobo". - Le explicó. - Y los pretorianos eran una unidad de élite de la milicia romana. Por lo que me imagino que la traducción debe de ser algo así como "guardianes lobo". - Hizo un gesto de indiferencia. - Los he oído mencionar alguna vez, pero son una organización bastante secreta.
- ¿Y acaso no lo son los cazadores de sombras? - Dijo Chan.
- Tenemos buenas razones para que así sea.
- Y nosotros también. - Chan se inclinó hacia adelante. Los músculos de sus brazos se flexionaron al apuntalar los codos sobre sus rodillas. - Existen dos tipos de seres lobo. - Explicó. - Los que nacen seres lobo, hijos de seres lobo, y los que se infectan de licantropía a través de un mordisco. - Jake lo miró sorprendido. Nunca habría pensado que Chan, aquel remolón mensajero en bicicleta, conociera la palabra "licantropía", y mucho menos que supiera pronunciarla. Pero aquel era un Chan muy distinto: centrado, resuelto y directo. - Para los que lo somos como consecuencia de un mordisco, los primeros años son clave. El linaje de demonios que causa la licantropía provoca un montón de cambios más: oleadas de agresividad incontrolable, incapacidad de controlar la rabia, cólera suicida y desesperación. La manada puede ser de ayuda en este sentido, pero muchos de los infectados no tienen la suerte de vivir en el seno de una manada. Viven por su propia cuenta, tratando de gestionar como pueden todos estos asuntos tan abrumadores para ellos, y muchos se vuelven violentos, contra los demás o contra ellos mismos. El índice de suicidios es muy elevado, igual que el índice de violencia doméstica. - Miró a Jake. - Lo mismo sucede con los vampiros, excepto que puede ser incluso peor. Un novato huérfano no tiene literalmente ni idea de lo que le ha sucedido. Sin orientación, no sabe cómo alimentarse como es debido, ni siquiera cómo mantenerse a salvo de la luz del sol. Y ahí es donde aparecemos nosotros.