Beomgyu había olvidado lo mucho que odiaba el olor a hospital hasta que cruzó las puertas del mismo. A estéril, a metal, a café rancio, y sin la cantidad suficiente de lejía como para ocultar el hedor a enfermedad y desgracia. El recuerdo de la enfermedad de su madre, yaciendo inconsciente e inmóvil en su nido de tubos y cables, le golpeó como un bofetón en la cara y cogió aire, intentando no impregnarse de aquel ambiente.
- ¿Te encuentras bien? - Taemin se bajó la capucha de su abrigo y miró a Beomgyu; sus ojos parecían ansiosos.
Beomgyu asintió, encorvando los hombros dentro de la chaqueta, y miró a su alrededor. En el vestíbulo reinaba la frialdad del mármol, el metal y el plástico. Había un mostrador de información muy grande detrás del cual revoloteaban varias mujeres, probablemente enfermeras; diversos carteles indicaban el camino hacia la UCI, rayos X, oncología quirúrgica, pediatría, etcétera. Estaba seguro de poder encontrar, incluso dormido, el camino hasta la cafetería; le había llevado a Minho desde allí tantísimas tazas de café tibio, que podría llenar con ellas el depósito entero de Central Park.
- Disculpen. - Era una enfermera delgada que empujaba a un anciano en silla de ruedas y que los adelantaba, atropellándole casi los pies a Beomgyu. Beomgyu se la quedó mirando... había habido algo... un resplandor...
- No mires, Beomgyu. - Dijo Taemin en voz baja. Rodeó a Beomgyu por los hombros y ambos giraron hasta quedarse de cara a las puertas que daban acceso a la sala de espera del laboratorio de extracciones de sangre. En los cristales de las puertas, Beomgyu vio reflejada la imagen de él y de su madre juntos. Aunque su madre aún le sacaba una cabeza, eran iguales, o eso creía. En el pasado, siempre había restado importancia a los comentarios de la gente en este sentido. Taemin era guapo, y él no. Pero la forma de sus ojos y su boca era la misma, y de igual modo compartían el color de cabello, de los ojos y las manos finas. Beomgyu se preguntaba por qué sería que había sacado tan poco de Jinki, mientras que su hermano guardaba un gran parecido con su padre. Su hermano tenía el pelo de su padre y sus sobrecogedores ojos oscuros. Aunque quizá, pensó, observándose con más detalle, veía también un poco de Jinki en el perfil terco de su propia mandíbula...
- Taemin. - Ambos se volvieron a la vez. Tenían al frente a la enfermera que antes empujaba al anciano con silla de ruedas. Era delgada, juvenil, de piel clara y ojos oscuros... y entonces, mientras Beomgyu lo miraba, el glamour se esfumó. Seguía siendo una mujer delgada y de aspecto juvenil, pero ahora su piel tenía un tono azulado oscuro y su pelo, recogido en un moño en la nuca, era blanco como la nieve. El azul de su piel contrastaba de forma asombrosa con el uniforme de color rosa claro.
- Chis. - Dijo Taemin. - Te presento a Lisa Manoban. Me cuidó cuando estuve ingresado aquí. También es amiga de Soobin.
- Eres una bruja. - Las palabras salieron de la boca de Beomgyu sin que pudiera evitarlo.
- Shhh. - La bruja estaba horrorizada. Le lanzó una dura mirada a Taemin. - No recuerdo que mencionaras que ibas a venir con tu hijo. No es más que un niño.
- Beomgyu sabe comportarse. - Taemin miró muy serio a Beomgyu. - ¿Verdad?
Beomgyu asintió. Había conocido a otros brujos, además de Soobin, en la batalla de Idris. Todos los brujos poseían alguna característica que los distinguía como no humanos, como era el caso de los ojos de gato de Soobin. Otros tenían alas, pies palmeados o espolones. Pero tener la piel completamente azul era algo difícil de esconder con lentes de contacto o ropa grande. Lisa Manoban debía de necesitar echarse a diario un glamour para salir a la calle, sobre todo teniendo en cuenta que trabajaba en un hospital de mundanos.
La bruja señaló con un dedo los ascensores.
- Vamos. Venid conmigo. Hagámoslo rápido.
Beomgyu y Taemin corrieron tras ella hacia el grupo de ascensores y entraron en el primero que abrió sus puertas. En cuanto las puertas se cerraron a sus espaldas con un siseo, Lisa pulsó el botón simplemente marcado con una "M". En la plancha metálica había una muesca que indicaba que a la planta "M" sólo podía accederse mediante una llave especial, pero cuando Lisa tocó el botón, su dedo desprendió una chispa azul y el botón se iluminó. El ascensor empezó a descender.
Lisa habló moviendo la cabeza de un lado a otro:
- De no ser amiga de Choi Soobin, Lee Taemin... - Lisa esbozó una sonrisa socarrona; sus labios resultaban excepcionalmente rojos en contraste con el azul de su piel. - ¿Y tú, pequeño? ¿Vas a ser cazador de sombras como tu papá?
Beomgyu intentó disimular su enfado.
- No. - Dijo. - Voy a ser cazador de sombras, pero no voy a ser como mi padre. Y me llamo Beomgyu, aunque puedes llamarme Gyu.
El ascensor se detuvo y se abrieron las puertas. La bruja posó sus ojos en Beomgyu por un instante.
- Oh, ya sé cómo te llamas. - Dijo. - Lee Beomgyu. El niño que detuvo una gran guerra.
- Eso imagino. - Beomgyu salió del ascensor detrás de Beomgyu; su madre les pisaba los talones. - ¿Y usted dónde estaba? No recuerdo haberla visto.
- Lisa estaba aquí. - Dijo Taemin, casi sin aliento para poder seguir su paso. Estaban andando por un pasillo sin ningún rasgo distintivo; no había ventanas ni puertas. Las paredes estaban pintadas de un verde claro nauseabundo. - Ayudó a Soobin a utilizar el Libro de lo Blanco para despertarme. Después, cuando él regresó a Idris, se quedó custodiándolo.
- ¿Custodiando el libro?
- Es un libro muy importante. - Dijo Lisa; sus zapatos de suela de goma se pegaban al suelo mientras seguía avanzando.
- Creía que lo que era muy importante era la guerra. - Murmuró Beomgyu, casi para sus adentros.
Llegaron por fin a una puerta que tenía un cuadrado de cristal esmerilado y la palabra "Morgue" pintada en grandes letras de color negro. Lisa se volvió después de posar la mano en el pomo, con expresión divertida, y miró a Beomgyu.