Cazadores de Sombras: Ciudad de los Ángeles Caídos (yeongyu)

Capítulo 13: chica encontrada muerta

- ¿Tu novia? - Huening Kai se había quedado pasmado. Igual que Kibum. Y la verdad es que incluso Jake estaba atónito. - ¿Saliste con un vampiro? ¿Con una chica vampira?

- De eso hace ya ciento treinta años. - Dijo Soobin. - No la había visto desde entonces.

- ¿Por qué no me lo contaste? - Preguntó Huening Kai.

Soobin suspiró.

- Kai, llevo vivo cientos de años. He estado con hombres, con mujeres... con hadas, brujos y vampiros, e incluso con un par de genios. - Miró de reojo a Kibum, que estaba algo horrorizado. - ¿Un exceso de información, quizá?

- No pasa nada. - Dijo Kibum, pese a estar desvaído. - Tengo que comentar un momento un tema con Kadir. Ahora vuelvo. - Se hizo a un lado y se reunió con Kadir para desaparecer acto seguido por la puerta. Jake se apartó también un poco, fingiendo querer estudiar con atención uno de los vitrales de las ventanas, pero su oído de vampiro era lo bastante agudo como para escuchar, quisiese o no, todo lo que Soobin y Huening Kai estaban diciéndose. Sabía que Ryujin los estaba escuchando también. Tenía la cabeza ladeada y los ojos entrecerrados y pensativos.

- ¿Cuánta gente más? - Preguntó Huening Kai. - Aproximadamente.

Soobin movió la cabeza de un lado a otro.

- No podría contarlos, y no tiene importancia. Lo único que importa es lo que siento por ti.

- ¿Más de cien? - Preguntó Huening Kai. Soobin se quedó en blanco. - ¿Doscientos?

- Esta conversación me resulta increíble en estos momentos. - Dijo Soobin, sin dirigirse a nadie en particular. Jake opinaba lo mismo, y le habría gustado que no estuvieran teniéndola precisamente delante de él.

- ¿Por qué tantos? - Los ojos oscuros de Huening Kai brillaban en la oscuridad. Jake no sabía si estaba enfadado. Su voz no sonaba rabiosa, sino simplemente apasionada, pero Huening Kai era una persona cerrada y tal vez por ello su enfado no pudiera llegar a más. - ¿Te cansas en seguida de todo el mundo?

- Vivo eternamente. - Dijo muy despacio Soobin. - A diferencia de los demás.

Parecía que a Huening Kai le acabaran de dar un bofetón.

- ¿Y permaneces con ellos mientras viven y luego te buscas a otro?

Soobin no dijo nada. Miró a Huening Kai; sus ojos brillaban como los de un gato.

- ¿Preferirías que permaneciese solo toda la eternidad?

Huening Kai hizo una mueca.

- Me voy a ver a Niki. - Dijo, y sin mediar más palabras, dio media vuelta y se marchó al Instituto.

Soobin, con la tristeza reflejada en sus ojos, se quedó quieto viéndolo desaparecer. Pero no era una tristeza humana, pensó Jake. Sus ojos contenían la tristeza de siglos, como si el borde afilado de la tristeza humana se hubiera desgastado hasta irse suavizando con el paso de los años, igual que el agua del mar desgasta el canto afilado del vidrio.

Soobin miró a Jake de reojo, como si acabara de adivinar que estaba pensando en él.

- ¿Escuchando a hurtadillas, vampiro?

- La verdad es que no me gusta que me llamen así. - Dijo Jake. - Tengo un nombre.

- Me imagino que será mejor que lo recuerde. Al fin y al cabo, de aquí a cien años, doscientos, sólo quedaremos tú y yo. - Soobin miró pensativo a Jake. - Seremos lo único que quede.

Sólo de pensarlo, Jake se sintió como si estuviera encerrado en un ascensor cuyos cables se habían roto de repente y empezaba a caer hacia abajo mil pisos seguidos. Aquella idea ya le había pasado por la cabeza, claro estaba, pero siempre la había arrinconado. Pensar en que seguiría teniendo dieciséis años mientras Beomgyu, Yeonjun y todos aquellos a quienes conocía se hacían mayores, envejecían, tenían hijos, y él no cambiaba en absoluto, era demasiado enorme y demasiado horrible como para tenerlo en cuenta.

Tener eternamente dieciséis años sonaba bien hasta que reflexionabas en serio al respecto. Y entonces era cuando dejaba de ser un buen plan.

Los ojos de gato de Soobin eran ahora de un color oro verdoso claro.

- ¿Enfrentándote cara a cara con la eternidad? - Dijo. A que no parece muy divertido, ¿cierto?

Pero Kibum reapareció antes de que a Jake le diera tiempo de responder.

- ¿Dónde está Huening Kai? - Preguntó, mirando sorprendida a su alrededor.

- Ha ido a ver a Niki. - Dijo Jake, antes de que Soobin dijera cualquier otra cosa.

- Muy bien. - Kibum se alisó la parte delantera de su chaqueta, que no estaba en absoluto arrugada. - Si no les importa...

- Hablaré con Ryujin. - Dijo Soobin. - Pero me gustaría estar a solas con ella. Si quieres esperar en el Instituto, iré a verte en cuanto termine.

Kibum dudó.

- ¿Sabes lo que tienes que preguntarle?

La mirada de Soobin era inquebrantable.

- Sé cómo hablar con ella, sí. Si está dispuesta a decir algo, me lo dirá a mí.

Ambos parecían haber olvidado por completo que Jake seguía allí.

- ¿Me marcho yo también? - Preguntó, interrumpiendo su concurso de miradas.

Kibum lo miró distraído.

- Oh, sí. Gracias por tu ayuda, Jake, pero ya no eres necesario. Vuelve a casa, si quieres.

Soobin no dijo nada. Con un gesto de indiferencia, Jake dio media vuelta y se dirigió a la puerta que daba a la sacristía y a la salida que lo conduciría al exterior. Al llegar a la puerta, sin embargo, se detuvo para mirar atrás. Kibum y Soobin seguían hablando, aunque el centinela había abierto ya la puerta del Instituto, dispuesto a irse. Sólo Ryujin parecía recordar que Jake seguía allí. Le sonrió desde su columna, con los labios curvados en las comisuras; sus ojos susurraban una brillante promesa.

Jake salió y cerró la puerta a sus espaldas.

***

- Sucede cada noche. - Yeonjun estaba sentado en el suelo, con las piernas recogidas, las manos colgando entre las rodillas. Había dejado el cuchillo sobre la cama, al lado de Beomgyu; mientras el mayor seguía hablando, el menor había dejado caer una mano sobre el cuchillo, más para tranquilizarlo que porque lo necesitara para defenderse. Era como si Yeonjun se hubiese quedado sin energía; incluso su voz sonaba vacía y remota, como si hablara con él desde muy lejos. - Sueño que entras en mi habitación y... empezamos a hacer justo lo que estábamos a punto de hacer. Y entonces te ataco. Te corto, o te ahogo o te clavo el cuchillo, y mueres, mirándome con tus preciosos ojos mientras te desangras entre mis manos.




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