Cazadores de Sombras: Ciudad de los Ángeles Caídos (yeongyu)

Capítulo 16: Ángeles de Seúl

- Ya hemos llegado. - Le dijo Wonhee a Jake.

Se había detenido en la acera y observaba un enorme edificio de piedra y cristal que se alzaba por encima de ellos. Estaba claramente diseñado para tener el aspecto de uno de aquellos lujosos complejos de apartamentos que se construyeron antes de la segunda guerra mundial, pero los toques modernos lo traicionaban: los altos ventanales, el tejado de cobre respetado por el verdín, los carteles desplegados delante del edificio que prometían "PISOS DE LUJO A PARTIR DE 750.000 WONES". Por lo que allí decía, ser propietario de uno de ellos te daba derecho, a partir de diciembre, a disfrutar de jardín en la azotea, gimnasio privado, piscina climatizada y servicio de portero las veinticuatro horas del día. Por el momento, el edificio estaba aún en obras y los carteles que anunciaban "PROHIBIDO ENTRAR: PROPIEDAD PRIVADA" atestaban los andamios que lo rodeaban.

Jake miró a Wonhee. Daba la impresión de que estaba acostumbrándose rápidamente a ser una vampira. Habían cruzado el puente y subido la Segunda Avenida para llegar hasta allí, y las zapatillas blancas de Wonhee estaban destrozadas. Pero en ningún momento había bajado el ritmo, ni se había mostrado sorprendida por no sentirse cansada. En aquellos momentos, contemplaba el edificio con una expresión beatífica, su carita radiante anticipando lo que estaba por llegar.

- Esto está cerrado. - Dijo Jake, consciente de que sólo estaba dando voz a lo evidente. - Wonhee...

- Calla. - Levantó el brazo para tirar de un cartel adherido a una esquina del andamio. Se despegó con un sonido de cartón yeso descascarillado y clavos arrancados. Algunos cayeron al suelo a los pies de Jake. Wonhee retiró el yeso y sonrió al ver el boquete que acababa de abrir.

Un anciano que pasaba por la calle, paseando a un pequeño caniche abrigado con una chaquetita de cuadros, se detuvo a mirarlos.

- Tendrías que ponerle un abrigo a tu hermana pequeña. - Le dijo a Jake. - Con lo flaca que está, aún se te quedará congelada con este tiempo.

Pero antes de que Jake pudiera responder, Wonhee se volvió hacia el hombre con una sonrisa feroz y le enseñó todos los dientes, incluyendo sus afilados colmillos.

- No soy su hermana. - Siseó.

El hombre se quedó blanco, cogió al perro en brazos y se largó corriendo.

Jake miró a Wonhee.

- No era necesario hacer eso.

Los colmillos le habían pinchado el labio inferior, algo que a Jake solía sucederle con frecuencia hasta que se acostumbró a ellos. Finos hilillos de sangre resbalaban por su barbilla.

- No me digas lo que tengo que hacer. - Dijo de mala manera, pero replegó los colmillos. Se pasó la mano por la barbilla, en un gesto infantil, embadurnándose de sangre. Y a continuación se volvió hacia el boquete que había hecho. - Vamos.

Pasó por el agujero y Jake la siguió. Recorrieron una zona donde los albañiles debían de tirar los desperdicios: el suelo estaba plagado de herramientas rotas, ladrillos partidos, viejas bolsas de plástico y latas de refresco. Wonhee se levantó la falda y avanzó primorosamente y con cara de asco entre la basura. Cruzó de un salto una estrecha zanja y subió a un tramo de peldaños desmoronados. Jake la siguió.

La escalera desembocaba en unas puertas de cristal y Wonhee las empujó para abrirlas. Al otro lado de las puertas había un ampuloso vestíbulo de mármol. Del techo colgaba una impresionante lámpara de araña, aunque no había luz para iluminar sus colgantes de cristal. Estaba tan oscuro, que un humano no habría visto nada de todo aquello. Había una mesa de mármol destinada al portero, un diván tapizado en verde debajo de un espejo con marco dorado y ascensores a ambos lados de la estancia. Wonhee pulsó el botón del ascensor y, para sorpresa de Jake, se iluminó.

- ¿A dónde vamos? - Preguntó.

El ascensor emitió un sonido metálico y Wonhee entró; Jake la siguió. El ascensor estaba forrado en dorado y rojo, con espejos de cristal esmerilado por todos lados.

- Arriba. - Pulsó el botón de la azotea y rió. - Al cielo. - Dijo, y se cerraron las puertas.

***

- No encuentro a Jake.

Niki, que estaba apoyado en una de las columnas de la Fundición intentando no cavilar mucho, levantó la vista y vio a Bangchan por encima de él. Era increíblemente alto, pensó. Cómo mínimo mediría cerca de un metro noventa. Lo había encontrado muy atractivo cuando lo vio por primera vez, con su pelo oscuro perfectamente arreglado y sus ojos grandes, pero ahora que sabía que era el ex de Hyunjin, lo había trasladado, sin dudarlo ni un momento, al espacio mental que reservaba a los chicos fuera de su alcance.

- Pues yo tampoco lo he visto. - Dijo. - Se suponía que tú eras su guardaespaldas.

- Me dijo que volvía en seguida. Pero de eso hace ya casi tres cuartos de hora. Pensé que iba al baño.

- ¿Qué tipo de vigilante eres tú? ¿No tendrías que haberlo acompañado al baño? - Le preguntó Niki.

Bangchan estaba horrorizado.

- Soy de los chicos... - Dijo. - Que nunca acompaña a sus amigos al baño.

Niki suspiró.

- El pánico de que crean que están juntos acaba apareciendo siempre. - Dijo. - Anda, vamos a buscarlo.

Dieron vueltas por el local, mezclándose con los invitados. Huening Kai estaba sentado en una mesa, enfurruñado y jugando con una copa de champán vacía.

- No, no lo he visto. - Dijo en respuesta a su pregunta. - Aunque debo reconocer que tampoco he estado mirando.

- Podrías ayudarnos a buscarlo. - Dijo Niki. - Así tendrás algo que hacer además de dar pena.

Huening Kai hizo un gesto de indiferencia y se sumó a ellos. Decidieron dividirse y desplegarse entre los invitados. Huening Kai se encaminó al piso de arriba para mirar en las pasarelas y el segundo nivel. Bangchan salió a mirar en las terrazas y la entrada. Niki se quedó en la sala principal. Y estaba preguntándose si mirar debajo de las mesas sería ridículo, cuando apareció Hyunjin detrás de él.




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