Los presentes en la boda lanzaron gritos ahogados, el grupo de los amigos de Carolina lucieron como si hubieran visto a la mismísima furia del Ángel Raziel, anonadados y completamente con rostros en blanco.
Ella volvió a mirar hacia al rostro de Eliezer en frente suyo, tan serio, ácido, pero astuto. El pecho de ella se hinchó de orgullo.
A lado de Carolina, estaba Niord; su antiguo amor de infancia y príncipe del pueblo marino del Amazonas; pareciendo confuso ante la situación que ocurría frente a él.
— Si escapan de aquí, los cazarán y no podré hacer nada al respecto —comenzó a pronunciar el príncipe alternando su mirada entre Eliezer y ella, la desesperación y preocupación reflejando sus coloridos ojos.
Carolina quiso tranquilizarlo, pero la inesperada situación en ese momento la había nublado de inmediato.
— ¡Tonterías! —rugió Eliezer— Tú pueblo estuvo a punto de sacrificar a Thiago y Alicia como ofrendas de boda para sus divinos o lo que sea que crean ustedes ¡Y ahora vengo a terminar con este drama!
El nombramiento de las espadas se escucharon en las voces de Thiago y Alicia como si hubieran captado la señal de Eliezer. Hallándose de pie sobre una especie de piedra tallada para sacrificios, ambos dieron comienzo a la pelea.
— Carolina, por favor, no me vuelvas a dejar otra vez —se apresuró a decir el príncipe con la voz más dolorosa que hubiera escuchado, pero antes de que Carolina le respondiera, ya había sido tomada por Eliezer de la mano, dirigiéndola hacia su grupo de amigos en donde se encontraban arrestados; esperando con rostros esperanzados de que los fueran a liberar.
Mientras los dos nadaban, Eliezer le tendió rápidamente su preciada hacha que la llenó de vigor.
Ambos empezaron a sentir la agua cálida del río en sus pieles, demostrando de esa manera que los seres acuáticos del río estaban muy enfadados.
Los tritones y sirenas se apresuraron en su dirección. El pequeño grupo de Hadas azules se apresuraron en meter a sus amigos de nuevo a la jaula.
A medida que ambos se acercaban, Carolina pudo divisar a dos sirenas con espadas en manos nadando hacia ella con una velocidad abismal.
Ella extinguió sus miedos en esos momentos, necesitaba explotar lo que sentía; esa frustración y culpa que la carcomía por dentro, que no la dejaba respirar.
La primera sirena se acercó a la lado de Carolina para embestir su espada en su hombro derecho, grácil como una bailarina girando como si estuviera en una pista de baile, deslizó su hacha en la espalda del enemigo dejando una enorme línea de sangre para luego en segundos noquearla.
Otra sirena apareció detrás de ella a punto de clavar la lanza que llevaba consigo en su espalda, pero la sirena de repente se detuvo, y lentamente sorprendida bajó su mirada hacia su estómago; fijándose con rostro alarmado que le habían atravesado con la punta de una espada.
Cuando el arma puntiagudo salió de la sirena, cayó como si fuera una frágil pluma perdiéndose en las profundidades de un frío y oscuro río.
Carolina alzó su vista para ver al atacante, lista para hacerle frente. El aire se le escapó lentamente por los labios, creando pequeñas burbujas frente suyo. Era su parabatai.
Muy atrás de ella, estaban Thiago y Eliezer codo a codo. Parecían sombras negras luchando con fiereza en contra de los coloridos seres acuáticos del río.
—¡Carol! —chilló Alicia estrujando con fuerza el cuerpo de ella, que intentaba no llorar en los hombros de su mejor amiga— Estaba tan preocupada por ti.
— Yo igual, pero no tenemos tiempo —repuso Carolina, nadando con prisa al grupo que era custodiado por una docena de Hadas—. Necesitamos liberar a nuestros amigos
No había posibilidad de acabar con ellos, eran solo cuatro contra una docena. Y sin mencionar, que pronto aparecerían más seres acuáticos.
— Si tuviéramos una estela para duplicar nuestro poder —murmuró Carolina para sí misma.
— Claro, que la tenemos —pronunció su parabatai, sacando una estela de su bota.
Carolina se regocijó por dentro, omitiendo la pregunta de "¿Dónde lo obtuviste?" a Carolina.
Alargó su brazo a ella para que pudiera dibujar la runa de Fuerza en su muñeca. En cuanto la estela tocó su piel, comenzó a sentir la burbujeante energía surcando por su sistema.
Cuando su parabatai terminó de dibujar la runa, le pasó la estela a Carolina para que hiciera lo mismo en su piel.
A penas había terminado de trazar la runa, una explosión silenciosa en el río sacudió a todos los presentes, aturdiendo a los seres acuáticos del amazonas y a los Nephilims por igual.
— Debes de estar bromeando —Alicia balbuceó frente a ella.
Carolina siguió la mirada de su parabatai para observar detrás de su espalda a los causantes de la explosión, como la mayoría de los presentes en la boda. Ella estaba estupefacta.
La caballería había llegado y, Nicolas los lideraba.
— Sabía que ese brujo no me iba a decepcionar —Eliezer de repente estaba a su lado.
Thiago que estaba cerca, observó preocupado a Carolina y ella no pudo evitar hacer lo mismo.
La conexión de ambos, estaba llena de sentimientos guardados que resultaba doloroso no poder decirlo en un ambiente tan caótico y abrumador.
Cosas, demasiadas cosas profundas que explicar.
En el momento en que quitaron sus miradas, Carolina se apresuró con los tres hacia el grupo enjaulado. Golpeando y noqueando a cualquiera que se impusiera en sus caminos.
Al llegar hacia la docena de los guardias que custodiaban la jaula, se encontraron con Nicolas abriendo paso para ellos, visualizando en su camino a la intrépida Megan, a la escurridiza Florencia y a la tranquila Crystal batallando con espadas y dagas en contra de los enemigos.
Gritos de furia y dolor se escucharon alrededor de ellos.
Algo se estremeció en el fondo de Carolina; era malestar. Si tan solo hubiera tenido precaución, si tan solo hubiera sabido que Niord era un príncipe o sobre que los tritones y la sirena solo amaban una vez, si tan solo hubiera escuchado las advertencias del propio Nicolas, nada de este lío hubiera ocurrido.