Cazadores de Sombras - El Dorado 1: Sueños Buscados

11- Toninas & Bestias Susurrantes.

Equipo "B"

El barco se había detenido en algún lugar de la frontera de Colombia y Perú. Carolina bajó suavemente del barco, aterrizando sobre la tierra húmeda por la lluvia y llena de malezas brillantes. Sus botas se hundieron en el lodo y maldijo al inocente suelo que le tragó media pierna.

Jairo soltó una carcajada desde el barco.

— Eres la propia sal, mi amiga—dijo él.

Ella giró y le lanzó una mirada intimidante, que Jairo ignoró y siguió riendo. Me la vas a pagar, pensó ella, pronto...

Rápidamente fueron bajando, pendiente del lugar donde pisaban para no cometer los estúpidos errores de ella. 

Carolina intentó limpiar su traje, pero solo se embarró las manos y lo dejó así. Ya en suelo firme, ella miró lo que la rodeaba.

Cientos de árboles se alzaban del suelo hacia el cielo orgullosamente, y el verde lo llenaba todo. Carolina respiró el aire limpio que había en ese lugar, mientras que el sol se le clavaba en la piel como alfileres.

— ¿Se imaginan que una tonina salte y nos intente matar? —dijo Jairo.

Alicia se giró hacia él y le miró con mala cara.

— ¿Por qué se supone que nos vamos a imaginar eso? —preguntó ella. 

— Pues, realmente no lo sé —dijo él, mirando el cielo azulado—. No tengo nada que decir y se me ocurrió eso.

Carolina arrugó su entrecejo y con su espada cortó alarmantes ramas afiladas que anhelaban besar y morder su cuerpo.

— ¿Y por eso debes imaginar que un delfín rosado nos come? —inquirió Carolina. 

— Sí —dijo él—. ¿Qué se puede imaginar de mí?

Evangeline, muchos pasos hacia adelante gruñó por lo bajo. Carolina observó que estaba rígida, distante, como si ocultara algo. Sin embargo, no se lo reprochó, ella ya estaba ocultando muchísimos secretos, incluso a su parabatai. Ella miró por el rabillo del ojo a Alicia, quien se acercaba a Jairo y le susurraba en el oído, y se reían.

Algo dentro de la pobre Carolina dolía tanto que parecía que le estuvieran sacando el alma; sabía que era el peso de sus secretos y la distancia entre Alicia. Pero era inevitable no contarlo. Solo necesitaba tiempo para asimilarlo y lanzarse al vacío, y crear la excusa perfecta para que Alicia no se lanzara también para tomar su mano.

Para tomar su mano, porque a donde ella fuera, Alicia la seguiría...

Así fuera hacia el infierno.

Las ramas crujiendo bajo las bocas de combate la hicieron regresar a la realidad, despejando las telarañas de sus sentimientos y concentrándose en la misión que tenían: encontrar pistas. 

Pero ella era consciente que de esa forma no lo iban a conseguir.

— ¿Perderse en la selva hará que de una u otra forma encontremos pistas? No lo entiendo—dijo Carolina, arremetiendo contra ramas que querían jugar con su cabello y con su espada y moviéndose rápidamente para que no golpearan su cabeza los trozos desprendidos.

Alicia la miró fijamente, como tratando de leer sus ojos y Carolina desvió su mirada. 

De ninguna forma debía dejar que la viera; se encontraría fácilmente con los demonios que habitaban ahí dentro.

Los demonios en forma de sirenas y con garras en forma de anillo.

— Pensé que funcionaria, podríamos tardar días, pero creo que funcionaria—dijo Evangeline.

— Yo creo que no funcionaria. ¡Esto es gigante!—Jairo abrió sus brazos para dar a entender la inmensidad de la frontera.

Evangeline le lanzó una mirada fría a Jairo que hizo que los vellos de la columna vertebral de Carolina se estremeciera. Sus ojos se habían oscurecido por un conflicto interno que ella no sabía.

Que no sabía, y que no quería conocer.

— Hay algo que podría ayudarnos. Sin embargo, no lo quiero utilizar...—su mirada bajó hacia el suelo, observando una piedra en forma de corazón—. Es una magia muy extraña que podría sacarme del paso. Chuparía mi energía hasta dejarme sin nada, y dudo mucho que deseen cargar a una Evangeline desmayada.

Jairo abrió su boca y la cerró. Carolina supuso que se había guardado su tontería.

— Podemos dejarte tirada por ahí. Incluso cerca del río para que dulces toninas te cuiden—dijo él.

Carolina fracasó. Realmente no se había guardado la tontería.

— Para tu cumpleaños te regalaré una tonina—soltó Alicia, plantándose frente a él y golpeando amigablemente su hombre con su puño—. Le pondré "Jairo el idiota" para que cuando la nombres, te recuerdes lo que eres.

— Mejor para mí. Así seres malvados no podrían lastimarlo —dijo Jairo pensativo—. Después busco más toninas para que nadie más le puedan hacer daño. En el mundo hay personas asquerosas en busca de acabar con seres estupendos.

Alicia gritó de la frustración: — ¿Tú no te callas algún día?

— Cállame—le retó.

Carolina observó a Alicia frente a Jairo, con su mano sobre su hombro y los ojos puestos firmes sobre los suyos. El vínculo parabatai en Carolina emitió una descarga eléctrica que sabía a adrenalina. Alicia se calló, sus labios cerrándose lentamente y Jairo avanzó un poco hacia ella. Carolina notó por primera vez a través de su vínculo algo que parecía alas alzándose al vuelo.

Aleteos provenientes de Alicia. 

— ¿Y qué se supone que es? —inquirió Thiago a Evangeline.

Llevaba en su mano un cuchillo serafín sofisticado.

— Era de mi familia...—su voz se quebró—. Me lo dieron cuando era una niña. Con esto podría acercarme a lo que buscamos, pero no encontrarlo realmente. Solo avanzar más rápido.

Alicia y Jairo se habían separado, ambos mirando lugares opuestos y luciendo nerviosos. Carolina se mordió la lengua para no preguntarle nada a su parabatai, pero de qué hablarían de eso, pues, lo hablarían.

Evangeline sacó de su franela negra un collar de oro, que parpadeó como estrellas en el cielo. Era un hermoso collar con un dije en forma de círculo. Evangeline cerró sus dedos sobre el dije y susurró en otra lengua. Era el bramido de una lengua extraña que le erizó el cuerpo a Carolina.




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