BRASIL, SETIEMBRE DEL 2010
Instituto de Sao Paulo
La noche ascendía como un velo cubriendo una parte del mundo, las estrellas titiritaban alegres bajo una ciudad caribeña, donde se gozaba alegría por casi todo. Eliezer tenía saliendo con Zac un buen tiempo, y se asombraba cuantas aventuras habían tenido ellos dos por los suburbios de Sao Paulo; conociendo extrañas criaturas singulares, amigos peludos, comidas exóticas e innumerables batallas de las cuales no podría contar con sus propios dedos.
Saltaban como sombras por los tejados de las vistosas casas que siempre tendían a ser cercanas las unas con las otras. La noche era cálida y a la vez refrescante lo que hacía que Eliezer disfrutara y se sintiera pacífico sobre todo con Zac que siempre lograba despejar cualquier duda de su interior o por lo menos eso sentía.
— ¡Ataca las piernas para derribarlos! —rugió Zac a su lado con la espada en su mano blandiéndose con furor en contra de tres demonios Mantis, esa clase de demonios irritaba un poco a Eliezer, ya que aparecían como plagas cada dos días en ese último mes. Y no eran los únicos combatiéndolos. Al este de la ciudad de Sao Paulo se encontraban las tres inseparables mosqueteras; Ross, Megan y Crystal luchando contras las insistentes criaturas demoníacas, mientras que el dúo dinámico de Lizzie y Florencia se hallaban investigando el origen de la plaga.
Eliezer acató la orden. Se deslizó con sus rodillas tocando el tejado de una de las casas, y estiró uno de sus brazos lanzando una de sus dagas serafín para que probaran el icor demoníaco de una Mantis que estaban a punto de saltar hacia otro tejado. Quedando en ese lugar solamente cenizas.
Con su segunda daga jugando entre las manos de él, su cuerpo se giró con una gracia casi inaudita y la daga salió disparada en el aire varios metros de distancias para apuntar el centro de otro demonio Mantis que osaba escapar por uno de los callejones por debajo de ellos.
— Al parecer esos son todos —alegó Zac con una brillante sonrisa al llegar a su lado.
— Por ahora —dijo Eliezer desconfiado. Él podía disfrutar la calma y la felicidad, pero no se cegaba sobre que el peligro los acompañaba a cualquier lado. Al ser que amaba, a sus amigos y a él.
Había aprendido a vivir así, en cierto modo, se había propuesto salir del mundo de las sombras tan pronto cumpliera la mayoría de edad para mostrarles a sus padres lo cruel que era ignorar a su hijo. Pero, todo ese pensamiento cambió y se convirtieron en cenizas tales como los demonios al combatirlos. Zac fue una de las grandes razones por las que él se había propuesto cambiar. Y no se equivocaba en hacerlo. Su alma se sentía más ligera.
Regresaron al instituto después de dos semanas de ausencia, y se dieron con la sorpresa de que Carolina y Alicia se habían convertido en parabatai. Alicia con una sonrisa orgullosa, hacía alarde de las habilidades de Carolina, la paseaba por todos lados; diciendo que había ganado otra hermana de por vida y que le encantaba la idea de que, si se casaban, sus parejas y ellas vivirían juntos en una casa. Carolina parecía horrorizada ante esa idea, tal vez, por la mención de casamiento o sobre parejas y convivencias. O ambos. En todo caso, eran muy jóvenes para pensar sobre aquello.
— Me siento un poco herido por no haber estado presente en su ceremonia —dijo Zac con un puchero, acercándose para abrazar a Carolina como un bebé hacia los brazos de su madre.
— Fue inesperado —contestó Carolina palmeándole la cabeza a Zac y sonriéndole de reojo a Alicia—, pero fue perfecto, porque mi futura parabatai estaba conmigo.
Eliezer sentía un poco de envidia sana, supuso si hubiera dejado de ser inmaduro y escuchar atentamente y sin ignorar los sentimientos que trataba de transmitirle Carolina de su día a día. Tal vez, en algún otro mundo no tan lejano. Ellos dos se hubieran convertido en parabatai. Dónde estarían luchando codo contra codo, siendo uno, desapareciendo contra todo pronóstico a las fuerzas del mal.
Pero estaba en este mundo, dónde él preferiría cazar demonios por su propia cuenta, ahora acompañado del ser que más amaba. Porque Zac estaba en todos y cada uno de sus planes para el futuro.
— Felicidades —logró decir Eliezer a las nuevas parabatai, especialmente a Carolina, quien asintió y le sonrió dulcemente, sorprendiendo en grande a los otros dos presentes que lo observaron como si hubiera dicho un maleficio. Pero él había sido sincero. Realmente se alegraba por ella—. Ahora, necesito darme un baño ¿Vienes Zac?
— Sip, mi capitán, estoy listo —contestó Zac con euforia. Despidiéndose alegremente de Alicia y Carolina que compartieron miradas sonrojadas y perversas en su dirección. Él se detuvo recordando algo y dejó de subir por las escaleras a lado de Eliezer para voltear su cabeza solo unos segundos hacia las parabatai—. ¡Más tarde tenemos ensayo Carol!
— ¡Claro! ¡No lo olvidaré! —exclamó ella.
***
Por momentos su estómago rugía, por momentos sus gritos de la irritación también. Lizzie se sentía derrotada en ese momento, y su amiga Flor la estaba pasando mucho peor; no dejaba de jugar con sus trenzas por la ansiedad y ella no dejaba de halar sus coletas.
Las pistas no estaban del todo claras. Los demonios Mantis no tenían un inicio, aparecían de repente por diferentes sitios de la ciudad de Sao Paulo, atacando al azar y eso obviamente se sentía una distracción ¿Pero de qué o para qué? se repetía en su cabeza una y otra vez como molestosas voces chillonas. Lizzie recordó los personajes malvados de los cuentos que Crystal le contaba a la hora de dormir, esos tipos que invocaban a sus séquitos para someter a los inocentes, o como en las películas de aventuras y acción que veía por la TV en donde el villano tenía planes siniestros para destruir o apoderarse el mundo. Aunque lastimosamente, todo eso no se alejaba de la realidad. Su mundo había experimentos varias veces aquello, que temió que su pueblo volviera a experimentar una magnitud de maldad semejante y en el que finalmente los nephilims no fueran capaces de reponerse otra vez como tantas veces lo hacían.