Anton siguió a Roxandra al exterior de la mansión. Aquella propiedad tenía varios metros de césped que se podían aprovechar a la perfección para entrenar a un futuro cazador, pero a Anton le sorprendió ver que Roxandra caminaba en dirección al establo. No fue algo grato para él. Odiaba el olor a canela y a caballo, y parecía que ambas mujeres se habían aliado para molestar su olfato.
Roxandra se detuvo antes de ingresar al establo. Agarró un viejo trapo que había colgado de un tornillo y se limpió las gotas de sangre que tenía en sus botas. Luego se giró hacia el establo y comenzó a abrir las ventanas para que los caballos pudieran tomar aire fresco. Los animales relincharon al ver a Anton y se alejaron de él lo más posible.
—No les agrado —murmuró.
—Y estoy segura de que ellos no te agradan a ti.
Ni siquiera valía la pena afirmar o negar. Era evidente que él no se llevaba bien con esos animales. De hecho, no se llevaba bien con ningún animal. Ahora que lo pensaba, las ovejas de su pueblo solían alejarse de él cada vez que pasaban a su lado en dirección al bosque. Años después, todo tenía una explicación. Anton suspiró, se pasó la mano por la cabeza y sacudió sus cabellos sin saber qué hacer o decir.
—¿Tienes noticias de mi padre?
—¿De Luca? —Roxandra se cruzó de brazos a la altura del pecho— No, no hay novedades.
Anton apretó los labios con fuerza. Quería saber dónde estaba su padre, pero una parte de él le decía que enterarse de algo malo sería mucho peor que no saber. Al menos así tendría un rayo de esperanza al cual aferrarse. Dejó escapar un pequeño suspiro. Roxandra se adelantó, apoyó una mano en su hombro y luego dijo:
—Empezaremos con tu lección.
—¿Puedo hacerte otra pregunta? —se adelantó él.
La mirada de Roxandra le dio a entender que estaba algo molesta. ¿Cuántas preguntas iba a hacer a esa hora de la mañana? Pero utilizó las fuerzas que le quedaban para disimular su frustración.
—Costel dijo que quería ser un cazador… —Anton desvió la mirada, puesto que le avergonzaba lo que estaba a punto de decir. —Y estaba pensando que quizás lo más sencillo sería si yo… si yo lo muerdo. Así evitaría la mala pasada de ser atacado y la fiebre y todo lo que eso conlleva —se apresuró a decir.
Roxandra lo contempló con sorpresa. Su rígido cuerpo se aflojó y sus brazos cayeron a ambos lados inertes. Anton se preguntó si había cometido un error. ¿Y si lo mandaba a ejecutar por haber sugerido algo tan aberrante?
—Anton.
Su voz fue tan fría que él agachó la cabeza instintivamente.
—Primero, los dhampiros no causan el mismo efecto que los vampiros. Si muerdes a Costel, solamente lograrás que tenga un dolor insoportable sin ningún efecto. Y segundo —Roxandra se acercó más a él— podrías caer en la tentación de probar sangre humana…
Anton dio un paso hacia atrás, asqueado. No podía creer que, luego de defenderlo delante del comité y pronunciar aquellas palabras tan motivantes el día anterior, creyera que Anton se dejaría llevar por la sangre humana. Era hiriente y ofensivo. Apretó los labios con fuerza.
—Costel no tiene idea de lo que habla. Como te dije ayer, nadie quiere ser un cazador. Él simplemente está enojado porque no pudo hacer nada para salvar a su familia. ¿Pero qué iba a hacer? Era un niño, Anton —Roxandra alzó un dedo—. Recuerda la regla de oro de los cazadores.
Él asintió con cierto recelo. Roxandra emitió una mueca y se giró en dirección al establo. Lo contempló por encima de su hombro.
—Además, la familia de Costel fue masacrada gracias a un dhampiro. Yo que tu iría con cuidado.
Aquella frase lo dejó en shock. ¿Un dhampiro había ayudado a asesinar a toda la familia de Costel? ¿Cómo era posible que alguien como él decidiera atacar a seres humanos? Sintió vergüenza por ser un dhampiro y pena por el dolor que había en el corazón de Costel. ¿Había sido amable con él porque no sabía que eran la misma especie? ¿O acaso Costel no estaba al tanto de la situación que había llevado a la muerte de su familia?
—¿Cómo…? —se atrevió a preguntar.
Roxandra se detuvo y contempló el suelo por unos segundos.
—Hay que tener cuidado en quién confías; estas tierras suelen ser peligrosas, Anton. Costel es un buen chico, pero hay mucha gente fuera de esta mansión que no le agradan los dhampiros.
Cuando retomó su rumbo, Anton la siguió. Roxandra dio la vuelta alrededor del establo hasta situarse en la parte trasera. Anton no tardó mucho en notar que estaban a escasos metros del bosque y sintió un leve escalofrío.
—Comencemos con la primera lección. —Roxandra se giró en su dirección con energía. Apoyó una mano en la pared de madera del establo. —Tú eras leñador, ¿verdad? Estoy segura de que sabes qué es esto —dio un ligero golpecito a la madera.
—Madera de Viata, el único material que mantiene a los vampiros alejados de las casas.
—¡Correcto! —exclamó con entusiasmo— ¿Alguna vez has trabajado madera de Viata?
—No, solamente leñadores con años de experiencia tienen permitido labrar esa madera.
—Exactamente. El árbol de viata es algo muy extraño. Es difícil de encontrar, de cultivar y extremadamente difícil de talar. La tala debe ser cuidadosamente efectuada para no dañar el tronco principal, porque tarda cerca de 100 años en crecer y madurar. He oído casos de gente que se ha quitado la vida por cometer errores a la hora de talar viata —Roxandra hizo un gesto con la mano como restándole importancia. —Nueve de cada diez casas en la zona de los Cárpatos están hechas con este material porque la viata emite una feromona que le prohíbe a los vampiros romperlas. Básicamente, actúa como un repelente. —Roxandra se agachó para poder recoger una delgada tabla de madera. Se la acercó a Anton y, con la fuerza de sus dos manos, la rompió. —Cuando la tabla se rompe, emite ese repelente. Por esa razón, no pueden ingresar a nuestras casas a menos que alguien abra una puerta o una ventana.