Cazadores de Vampiros

Capítulo 6

Anton estaba seguro de que lo había hecho como castigo por acercarse a Livia y Costel. No había otra razón para adelantar su primera noche de cacería por dos días, ¿o sí? Y Anton estaba aterrado. Contaba con otras dos noches antes de tener que exponer su vida en la noche.

Roxandra lo había mandado a vestirse con ropas más cómodas. Al parecer, Livia había estado trabajando en sus prendas todos esos días. Cuando llegó a su habitación, había un pantalón oscuro y una camisa perfectamente planchada sobre su cama. A sus pies había unas botas de cuero negro. Colgadas sobre la silla del escritorio, había una campera y un cinturón también de cuero. Anton se sorprendió puesto que no cualquiera podía acceder a ese material en esas tierras; usualmente era muy costoso y la gente de campo vestía con lana o hilo de lino.

Se vistió rápido. Tenía miedo de que hacer esperar a Roxandra pudiera significar otro horrible castigo. Enganchó su cuchillo con el cinturón y el umbar en unas tiras que su campera tenía en la espalda.

Después de cinco días, Anton ya sabía cómo ir desde su habitación hasta el salón principal, la cocina, la biblioteca y el pequeño cuarto de medicinas de Costel. Cuando llegó al vestíbulo, notó que Roxandra estaba sentada en uno de sus sillones. Pero no estaba sola; Livia y Costel también estaban allí. Ambos lo contemplaban con el rostro serio, como si estuviesen preocupados. A Livia le aterraban los vampiros y Costel sabía de primera mano que Anton no estaba muy feliz por ser un cazador.

Roxandra se puso de pie y comenzó a caminar en dirección a la puerta. Anton la siguió. Las botas eran muy pesadas y tenía que arrastrar sus pies para poder mantener el paso. Ambos abandonaron la mansión. El sol todavía se veía en su totalidad en el oeste.

—¿No es un poco temprano para salir? —preguntó sin estar seguro de qué esperar.

—Sí, vamos a ir a Sigura.

Un brillo recorrió los ojos de Anton y la emoción se apoderó de su pecho. Tenía muchas ganas de volver a su pueblo. El entusiasmo se debió notar en su rostro porque Roxandra dejó escapar una mueca y dijo:

—Recuerda que eres un cazador.

Él asintió, un poco molesto por apagar la chispa de su alegría. Pero al cabo de unos segundos, recordó que nada más que recuerdos lo esperaban en Sigura. Su familia ya no estaba allí.

—Anton, ¿alguna vez has montado a caballo?

La pregunta lo tomó por sorpresa.

—No…

—Bien… siempre hay una primera vez para todo.

Aquellas palabras retumbaron en la mente de Anton por varios segundos.

—Espera, ¿qué?

Roxandra se giró en dirección al establo y comenzó a caminar en esa dirección. Anton decidió hacer lo mismo por puro instinto, a pesar de sentir un leve cosquilleo en las piernas.

Al sentir su presencia, los caballos comenzaron a relinchar.

—Pero…

Anton volvió a posar la mirada en los caballos con desconfianza. El aroma que emanaban era desagradable.

—¿No podemos ir en la carroza?

Roxandra se acercó a uno de los animales y comenzó a acariciarle el hocico con suavidad.

—El único que sabe direccionar la carroza es Costel, y no querrás que quede toda la noche expuesto, ¿verdad?

Anton se mordió el interior de la mejilla. Claro que no quería que Costel estuviera expuesto a esas cosas durante la noche, pero tampoco quería montar a caballo…

—¿Estás asustado?

La voz pícara de Roxandra retumbó en sus oídos. Livia apareció a su lado con una canasta de paja en sus manos y Anton no pudo evitar sentirse un poco incómodo.

—¡Claro que no! —intentó sonar lo más natural posible—. Es solo que no les agrado, ¿cómo demonios me voy a subir a ellos?

Costel apareció a su lado y comenzó a colocar la montura sobre el segundo caballo como si nada estuviera pasando. Roxandra le regaló una sonrisa y siguió acariciando el caballo con delicadeza.

—Anton —la voz de Livia lo sacó de sus preocupaciones—. Ten.

De la canasta, la joven sacó un pequeño bollo que había sido horneado con pedazos de césped dentro y se veían unidos con la masa de vainilla. Anton lo agarró dubitativo y lo contempló algo confundido.

—Es para el caballo; son sus snacks favoritos. Seguro que con eso entrará en confianza.

—¿Horneas panecillos para los caballos? —preguntó algo sorprendido.

Livia se sonrojó, avergonzada. Realmente sonaba estúpido; Anton contempló aquella bola de césped verde brillante y vainilla por largos segundos.

—Solo dáselo —dijo Livia empujando la mano de Anton en dirección al caballo.

Él asintió en silencio. Se giró en dirección al animal. Costel ya había terminado de colocar la montura y todo el equipamiento del caballo y se había cruzado de brazos a varios metros de ellos. El animal lo contempló receloso, pero curioso ante el delicioso bocadillo que tenía en la mano. Roxandra se subió a la espalda de su caballo con una facilidad que le sorprendió a Anton. Al parecer, para ser cazador no solo había que asesinar vampiros, sino también montar a caballo y otras cualidades de las que prefería no enterarse.

Anton intentó dar dos pasos hacia adelante, pero el caballo retrocedió de manera violenta. Sus grandes ojos estaban posados en el snack que Anton tenía en la mano. Lo deseaba pero al mismo tiempo, no confiaba en él. Los caballos eran animales inteligentes y sensitivos; posiblemente estaba pensando que había algún truco sucio. Anton inspiró por la nariz; el olor era repugnante. Él tampoco confiaba en el animal. Sabía perfectamente que pasaría en cuanto se sentara sobre la montura: el caballo se sacudiría hasta hacerlo caer. No le daría tregua. Pero se sentía intimidado bajo los ojos de Roxandra, Costel y Livia que esperaban expectantes. Estiró su brazo con el panecillo en mano y dio pequeños pasos con sumo cuidado. El caballo titubeó, pero poco a poco se fue acercando a Anton hasta arrebatarle el bocadillo, el cual masticó con entusiasmo.

Anton aprovechó la distracción del animal para subirse a su lomo. El caballo se sacudió un poco, seguramente por instinto, pero Anton se aferró a las riendas y se obligó a mantener el equilibrio. Estaba demasiado alto y tenía una mejor visión de todo el terreno de la mansión.




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