Cazadores de Vampiros

Capítulo 11

—Será mejor que no te muevas.

Anton sintió cómo la cinta aflojaba y su garganta era liberada. Alzó la mirada por sobre su hombro. Roxandra había tomado su cuchillo y lo estaba apoyando sobre el cuello de aquella mujer. Un delgado hilo de sangre chorreaba por su hombro y había manchado su vestido. La dhampiro tenía los ojos bien abiertos y puestos en Roxandra con sorpresa.

—Tú… eres… —La escuchó susurrar.

—Tu peor pesadilla —dijo ella con tono burlón.

Con sutil agilidad, Roxandra le arrebató el lazo rosado que había usado para retener a Anton y amarró las muñecas de la dhampiro para impedir que pudiera atacarlos. Bastó un simple empujón para que su cuerpo cayera de rodillas al suelo. Roxandra le pisó la espalda para evitar que se pusiera de pie y se arrimó a su rostro manchado con agua estancada.

—No deberías ser tan ingenua.

Anton masajeó su garganta por varios segundos mientras contemplaba a aquella muchacha en el suelo. Su impoluto vestido estaba hecho un desastre. Roxandra le devolvió el cuchillo a Anton y amañató las manos de la chica con más fuerza, para evitar que pudiera soltarse. La ayudó a incorporarse y la sentó contra una de las paredes. Luego, se agachó para poder estar a su altura. Los ojos de Anton se posaron en la herida de su cuello. El cuchillo de opalice había hecho su trabajo y, si bien se trataba de un diminuto corte superficial, la zona a su alrededor estaba totalmente colorada, como si de una alergia se tratase. La dhampiro tenía los ojos puestos en el suelo. Sus largos cabellos manchados de lodo caían sobre sus hombros. Ya no había rastro de la joven soberbia y confiada que había atacado a Anton al entrar en ese callejón.

—¿Para quién trabajas? —preguntó Roxandra con la voz firme.

Al ver que la chica no emitía palabra, chasqueó sus dedos frente a su cara y luego la tomó del mentón con fuerza y la obligó a alzar el rostro.

—Si no vas a responderme, te ejecutaré aquí mismo —le tendió la palma de la mano a Anton—. Dame el cuchillo.

Los ojos de la dhampiro se posaron en él con temor, como si esperara que se pusiera de su lado por pertenecer a la misma especie. Pero Anton no iba a titubear, no luego de ser emboscado por ella. Estaba a punto de alcanzarle el arma cuando la joven soltó un chillido.

—Por favor, no. Yo puedo cooperar…

Roxandra le soltó el rostro y se puso de pie. Se cruzó de brazos y clavó sus gélidos ojos en ella, expectante.

—Mi trabajo aquí es… hacer que las personas salgan de sus casas por la noche. —dijo con la voz temblorosa.

—Dime algo que no sepa, niña.

La joven volvió a desviar la mirada hacia Anton, pero él tenía el mismo rostro serio que Roxandra. Momentos antes había sentido una extraña curiosidad y por un momento había llegado a pensar que quizás lograría conectar con ella. Pero luego de su ataque y lo que había dicho sobre las personas que creían sus mentiras y abrían las puertas de noche, no sentía piedad por su aterrada alma.

—Dominik Balan… —Susurró finalmente.

—¿Qué? —El rostro de Roxandra se deformó—. ¿Qué dijiste?

—Dominik —la joven ni siquiera se atrevió a mirarla a los ojos— Balan.

Roxandra inspiró profundamente. La expresión de sorpresa desapareció de su rostro y dio lugar a una mirada solemne.

—Imposible —dijo con firmeza—, los expulsamos hace 20 años.

La muchacha soltó una mueca arrogante. En ese momento, se animó a devolverle la mirada. Anton sintió su sangre hervir; ¿cómo se atrevía a mirar a Roxandra con esa expresión desafiante?

—Pero no los eliminaron a todos, ¿verdad?

Roxandra resopló. Tenía los brazos rígidos cruzados a la altura del pecho y Anton podía jurar que estaba luchando por mantener la compostura. Se sentía un poco excluido de aquella conversación, sin entender del todo lo que estaban hablando. Aun así, tenía su mano sobre el mango del cuchillo, en caso de que aquella dhampiro se le ocurriera atacarlos. Pero antes de que él pudiera reaccionar, Roxandra se agachó, tomó a la muchacha de cabeza y la empujó contra la madera.

—No te burles de mí, niña, no quieres verme enojada.

Claro que no quiere verte enojada, pensó Anton. Nadie quería verla enojada. Bueno, en realidad, la única persona que estaba dispuesta a enfrentarse a ella era Vasile. La dhampiro se relamió los labios y suspiró.

—Te estoy diciendo la verdad. La familia Balan está de regreso.

Roxandra la contempló a los ojos por unos segundos. Pero al no percibir doblez en su mirada, la soltó y se puso de pie. Hacía pocas semanas que la conocía, y aun así, Anton sabía que estaba nerviosa. Podía verlo en sus ojos, en cómo paseaban de un lado a otro, como pensando en alternativas, y en cómo fruncía sus labios, masticando las palabras. Él estaba igual de confundido que antes. Pero también estaba aterrado. Si Roxandra, que era una de las mejores cazadoras de esos tiempos, estaba preocupada, significaba que toda esa situación era peligrosa y era cuestión de tiempo para que se convirtiera en un verdadero problema.

—Bien —dijo Roxandra con firmeza—. Te llevaré al comité, te juzgarán y ejecutarán como corresponde.

El rostro de la dhampira palideció. Comenzó a sacudir sus brazos como intentando soltarse de la cinta. Pero el impecable nudo que había hecho Roxandra amarraba sus muñecas con firmeza y, si seguía haciendo fuerza, comenzaría a lastimarse la piel.

Roxandra la tomó de un brazo y la obligó a ponerse de pie. Anton la contempló de arriba a abajo; ya no era la sonriente muchacha que lo había ayudado a comprar un pedazo de jengibre en el mercado del pueblo. Aquella criatura estaba horrorizada, temiendo por su vida y buscando desesperadamente una manera de liberarse de sus captores.

—Tenemos que volver a Cluj-Napoca. Cuanto antes la entreguemos, antes nos sacaremos este problema de encima.

—¡Espera! —gritó ella con desesperación— ¡No me crees, ¿verdad?!




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