Cazadores del crepúsculo: Leviatán

Capítulo XVIII - Ûdun

"Hace mucho, mucho tiempo, cuando el mundo aún era joven y los dioses no moraban en Glappnair, se hizo famoso entre los hombres un brutal guerrero llamado Ûdun. De las fechorías y pillajes que cometió bien se podrían sacar historias y sagas suficientes para infinidad de inviernos, pero os contaré algunas cosas."

 

"Ûdun era un hombre nacido no muy lejos de aquí, en Nøard. Aunque en aquellos tiempos esta región no se llamaba así. Era un salvaje desde niño, y creció rodeado de gente con las entrañas podridas y la sangre negra. Pero en cuánto alcanzó su madurez, les superó a todos. Enfundado siempre en su armadura, nunca vistió otra cosa que no fueran prendas negras, y ocultaba su rostro con una máscara de metal que tenía forma de pico. Jamás usó escudo alguno; buscando parecer un ser superior entre los mortales despreciaba toda protección y usaba una enorme espada, casi más grande que él, hecha de un blanquecino material que recordaba al hueso. Siempre que él y sus lacayos llegaban a una aldea, ordenaba a sus habitantes postrarse de rodillas ante él y ofrecerle todo cuanto tuvieran. Muchos pueblos se negaron. Algunos incluso se rieron de él. Todos fueron pasto de las llamas."

 

"Por estas razones, el cruel bandolero pasó a la historia como Ûdun, el Cuervo del Averno."

 

"Sucedió un día que él y sus hombres acababan de incendiar una aldea costera muy parecida a esta. Estaba descansando en la playa cuando, a lo lejos, le pareció divisar una isla. Se levantó extrañado, puesto que sabía que no había ninguna isla registrada en leguas a la redonda. Impulsado por la codicia, pensando que quizá había grandes tesoros y que si llegaba primero no tendría que compartirlos con sus secuaces, tomó un bote de remos y se hizo a la mar."

 

"Llegar a la isla le costó más de lo esperado, y cuando al fin consiguió alcanzarla, cayó la niebla sobre el mar, y perdió de vista la costa. Pero eso no disuadió a Ûdun de su propósito. Caminando, llegó al centro de la isla. Allí había un pozo; un hoyo negro que descendía hasta profundidades desconocidas. Y mientras miraba, unas voces surgieron del fondo y le hablaron."

 

«Libéranos»

 

"El guerrero se rió de las voces, argumentando que nada ganaba haciendo algo por ellos. Ya se disponía a irse cuando volvieron a llamarlo desde el fondo del abismo."

 

«Te daremos lo que más desees a cambio de nuestra libertad»

 

"Tras pensarlo un momento, Ûdun volvió a asomarse al pozo, y pidió ser el más grande y poderoso de todos los mortales. Las voces se regocijaron, prometiendo cumplir su deseo."

 

«Hazte un corte en la mano y deja que la sangre gotee sobre el abismo mientras repites el juramento»

 

"Él obedeció, viendo caer su sangre al vacío. Un resplandor rojizo surgió al momento, ascendiendo de forma funesta por las lisas paredes del pozo. La sangre de Ûdun pareció arder dentro de él. Por primera vez en su vida sintió dolor y miedo más allá de lo indescriptible, y retiró la mano."

 

"Demasiado tarde."

 

"Tres seres habían surgido del hoyo y se alzaban ante él. De nueve pies de alto, piel rojiza marcada por negros tatuajes, cuernos de cabra o carnero y correosas alas de murciélago a la espalda. Su mero contacto con el aire llenaba el ambiente de vapor, transportando un intenso olor a azufre. Se relamieron los puntiagudos dientes y gritaron de gozo por caminar otra vez entre los mortales, entrechocando los brazaletes de metal negro que llevaban a lo largo de todo el antebrazo en un caótico orden. Volvieron hacia Ûdun sus ojos, amarillos como el corazón de una hoguera."

 

«¿Qué esperas? Tu deseo ya fue concedido. Apresúrate y libera a los demás»

 

"El cruel guerrero apretó los puños, pensativo. Empezaba a notar que su fuerza se había multiplicado, sus sentidos eran más agudos, y sus reflejos, más rápidos. Sentía en su interior una extraña energía que lo recorría de dentro afuera, y que lo hacía sentirse capaz de cualquier cosa. Pensó que grande era el poder de aquellos seres y que debería haber oído hablar de ellos antes, aunque fuera solo en forma de cuentos o sagas. Si no lo había hecho, era porque llevaban mucho tiempo ahí encerrados, más del que él podía imaginar. Lo que significaba que habían superado a la muerte. Ûdun, en su arrogancia, desafió a aquellos seres. Exigió la inmortalidad."

 

«No está en nuestra mano el otorgar ese don, mortal. Tu único destino es desaparecer como si nunca hubieras existido»

 

"Comenzaron a reír con fuertes carcajadas, regocijándose en el dolor ajeno. Pero, como dije antes… Ûdun no era alguien que tolerara las risas."

 

"De algún modo aún desconocido para los hombres, ese guerrero que unos minutos antes no era más que un humano, se enfrentó a tres de aquellos invasores, y no solo los derrotó, sino que mató a dos de ellos. Sin embargo, el último había logrado huir y llegó a tierra tras sobrevolar el mar. Su nombre era Mørksot. Usando artes oscuras que para los mortales aún son un misterio, maldijo a Ûdun y a toda su estirpe, herederos los dones otorgados a su ancestro. El desprecio de la gente se acumularía en sus venas como sangre podrida, transformándolos poco a poco a raíz de la magia infernal que les había sido entregada. Irían convirtiéndose en monstruos de dentro hacia afuera."

 

"Ûdun desconocía esto; y engendró mucha descendencia a lo largo de sus pillajes. Al final, la maldición lo acabó transformando en un gigantesco dragón, malformado debido precisamente a su gran tamaño, condenado a sufrir intensos dolores durante el resto de su larga vida."

 

"No sería hasta mucho tiempo después que sus propios descendientes lo acorralaron y cazaron como a un viejo y cansado ciervo."

 

"Pero esa… ya es otra historia."




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