Cazando el Heredero Millonario

12—¡DESCARADO Y ATREVIDO!

VICTORIA

 

Despierto muy cómoda y calientita, rodeada por un brazo fuerte que me sostiene de la cintura, entonces cuando la niebla del sueño desaparece, me doy cuenta que Arthur y yo estamos haciendo cuchara; en algún momento de la noche terminamos con nuestros cuerpos acurrucados y eso no sería tan molesto si no tuviera una gran elección rozando mi trasero, trato de alejarme, pero el me agarra fuerte y me pega aún mas a su cuerpo. 


—Arthur, muévete, aleja esa cosa de mi trasero. 
Reclamo tratando de quitar su brazo de mi cintura que parece estar anclado a mi cuerpo como si no quisiera dejarme ir pronto. 


—Deja de moverte entonces, soy humano me pones el culo en la entrepierna y de seguro esta va a reaccionar. 


Responde somnoliento acariciando mis pequeños pechos por debajo de mi camiseta que han reaccionado a su toque de una manera muy extraña. Espera, ¿en que momento me desabrochó el sostén? 


—No entiendo como terminamos así y saca tu maldita  mano de mi camiseta. 


Esto es de no creer, como se atreve a manosearme, estoy muy enojada.


—Creo que tu cuerpo quiere otra cosa, tal parece que alguien está un poco excitada. 


Se burla sin soltarme, pero yo lo aparto con todas mis fuerzas dándole un codazo en las costillas, se queja y se de inmediato me suelta y se mueve a su lado de la cama lejos de mi. 


—¡Te odio! No vuelvas a manosearme sin mi consentimiento ¡nunca mas! o te juro que te corto la mano. 

Lo que mas me enoja es como se sintió mi cuerpo con su toque descarado, así que me levanto de la cama rápidamente tratando de poner la mayor distancia entre los dos, no me gusta la forma en que estoy reaccionando a su cercanía, el niño bonito ni siquiera es de mi gusto, esto no está bien, no puedo perder el control por culpa de una calentura. 
Me ducho con agua muy fría, refunfuñando porque no se que diablos me está pasando, nunca en mis 22 años me había sentido así de excitada por el toque de un hombre, ni siquiera por el único por el que me permití sentir algo, y eso que lo amaba desde siempre; aun así, nunca, ni por un instante me hizo sentir así de caliente y húmeda como cuando Arthur me acarició, rechazo rotundamente estos nuevos sentimientos, debo poner las cosas en perspectiva porque de algo estoy segura, no puedo perder la cabeza por un hombre y mucho menos por este que es el mayor sin vergüenza de la historia. 


 

***  **** 


Ha llegado el día de ir a casa de mis padres y presentarles a mi esposo, me mudé al sofá de forma permanente para evitar futuras interacciones no deseadas con Arthur, el muy bastardo ahora está feliz de la vida porque recuperó la cama. Por otro lado mi suegra al parecer no está en la mansión o hace un muy buen trabajo evitándome, porque no la he visto en la casa los últimos días, eso es realmente preocupante porque estoy segura de que cuando aparezca, va a usar su artillería pesada contra mi. 


A regañadientes hablé por teléfono con mamá y le di la noticia de mi boda,  tuve que aguantar su alharaca por un buen rato a cerca de lo irresponsable y egoísta que fue mi decisión sin contar con su opinión o aprobación, la escuché con fastidio hasta que no pude soportarlo mas y le recordé que ya soy una adulta y que no tengo que pedirle permiso para nada, me pidió que me buscara la vida, pues lo hice, le recordé que solo la llamé por consideración con ella,  porque quería que conociera a mi esposo, pero que si no le parecía entonces mejor para mi que no tendría que llevarlo a que nos juzgaran. De mala gana nos invitó a almorzar, así que tía Sonya se adelantó para ir tanteando terreno mientras yo aproveché y preparé a Arthur psicológicamente para la visita. 

Llegar triunfante al barrio de clase media baja en el majestuoso auto de mi esposo me hace sentir cosquillas por todos lados, toda la chusma va a morirse de envidia cuando sepan de primera mano que ahora soy la señora de Arthur Mitchell y que estamos tapados en dinero, espero que las vecinas chismosas estén fuera de sus casas para que me vean bajar del auto y tomar de la mano a mi propio príncipe guapísimo y millonario. 


Le indico a mi esposo donde es la casa y mientras estaciona en frente mira todo con curiosidad mientras yo, no pierdo oportunidad  para molestarlo. 

—¿Asustado de los barrios bajos, principito? 


—Victoria, este es una lugar normal, por como hablas de tu vida, pensé que vivías en una choza, pero no es así. 


Pues, si lo miramos bien, comparada con la mansión, la casa de mis padres bien podría serlo. 


—Como se nota que nunca has pasado necesidades y para que lo sepas, la casa es de mi tía y nos deja vivir en ella, mis padres son unos muertos de hambre que no tienen ni un techo propio. 
Escupo las palabras con odio. 


—De verdad que odias de donde vienes… y para que tu lo sepas, no es la primera vez que vengo a un barrio como este. 


Supongo que si iba a casarse con la sirvientucha, debía conocer su procedencia. 


—Había olvidado que eras fanático de los barrios bajos. 


—No sabes absolutamente nada de mi. 
Responde ofendido. 

No entiendo por qué está tan indignado, voy a responderle que no hay nada que no sepa ya de su vida privilegiada, cuando de repente alguien toca la ventana del auto, salto un poco asustada pensando que es algún malandrín perdedor del barrio, pero veo que es papá quien nos hace señas para que nos bajemos y me tranquilizo. 
Salgo del auto y mi progenitor me mira muy serio, luego mira a Arthur que se baja un poco receloso,  luego observa el auto, niega y no puede evitar meterse conmigo. 


—Así que, por fin te saliste con la tuya. 

—Padre, yo también estoy feliz de verte.  


Respondo con sarcasmo, mi mamá sale a nuestro encuentro y nos mira con cara de haber tragado algo muy amargo, de un tiempo para acá tiene una actitud muy extraña con lo que a mi respecta, sin mencionar que odia todo lo que hago, trato de ignorar su actitud, mas cuando veo a mi tía detrás de ella sonriendo orgullosa y mirando a las chismosas del barrio que no pudieron evitar salir a ver quienes fueron los que llegaron en tan lujoso auto, le devuelvo la sonrisa sintiéndome satisfecha por lograr el efecto que deseaba.  




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