Cazando el Heredero Millonario

27– PRIMERA NOCHE EN PARÍS

VICTORIA


¡Amiga! No tienes idea lo que se sentí al subirme por primera vez a un avión privado; esto si que es vida, este aparato es lo mas lujoso que hayan visto mis inocentes ojos, sillones en cuero y acabados en madera caoba que lo hacen parecer mas la sala de estar de un departamento pijo que un avión. El auxiliar de vuelo nos atiende como reyes cuando nos hemos acomodado en nuestros lugares; me pregunta si quiero que asegure mis pertenencias, pero no hay mucho que guardar ya que no traigo mas equipaje que mi bolsa Prada, porque mi generoso marido prometió comprar lo que necesitáramos en París como parte de mi regalo. 

Tengo en la mano una copa de Champán que trajo una muy amable azafata luego de que el avión ha despegado y se encuentra volando de manera estable en los cielos.

—Por nosotros.

Dice mi esposo levantando la suya para que brindemos.

—¿No es demasiado temprano o muy tarde para estar bebiendo?

Debe ser mas de media noche y no estoy acostumbrada a ingerir alcohol, con mi mala suerte de seguro me hace daño.

—¡Cállate y disfruta!

Me regaña chocando su copa con la mía, tiene razón, estamos de celebración y todo se vale.

—Chin, chin.

Respondo tomando un trago y olvidando mis restricciones, voy a disfrutar esta experiencia al máximo, así que... ¡que comiencen los festejos! me tomo el resto de la bebida y pido que me sirva mas.

—Contrólate, no sabes beber.

Advierte cuando voy por mi quinta copa.

—Es nuestro cumple mes de casados, puedo hacer lo que quiera.

El alcohol me marea rápido y duermo casi todo el viaje, me despierto cuando me avisa que hemos llegado a nuestro destino. Miro por la ventana y la emoción vuelve a invadirme, porque jamás pensé que esto fuera posible.

—¡Oh my God! No me lo puedo creer.

Exclamo emocionada cuando vamos en el auto que nos esperaba en el aeropuerto, ¿han visto esos perritos que se asoman por las ventanas cuando los pasean sus amos en sus automóviles? debo verme así desde fuera, pero es que estoy maravillada por lo que mis ojos están viendo y no puedo guardar la compostura.

Llegamos al Four Seasons George V, el hotel donde vamos a hospedarnos y la imagen frente a mi es absolutamente deslumbtante, la edificación parece la entrada a un palacio y ni que decir del espectacular vestíbulo de paredes doradas adornado con flores blancas que me quitan el aliento.

—Quería la suite presidencial, pero no estaba disponible, así que tendremos que quedarnos en el Penthouse.

Me susurra al oído mi querido esposo cuando vamos subiendo en el ascensor.

—Arthur, dormiría en el cuarto de aseo de este hotel si fuera necesario.

La habitación en el Penthouse es otro nivel, es literalmente un apartamento lujoso con vista a la ciudad y a la Torre Eiffel, bañera de hidromasaje, sala de estar bien equipada, comedor, una espectacular terraza y la habitación es tan hermosa que no quiero acostarme por miedo a desordenar tanta belleza y perfección en color pastel.

No perdemos tiempo y vamos de compras a las tiendas mas top, porque no traigo nada mas que lo que tengo puesto, para cuando es hora de ir a cenar al lugar donde reservó, estoy vestida de nuevo como una princesa heredera, con un hermoso vestido negro hasta la rodilla y tacones de 12 centímetros del mismo color.

Estar de pie frente a la Torre Eiffel es la experiencia mas surrealista de mi existencia y la vista desde el restaurante indescriptible, no hay palabras suficuentes para describir toda la majestuosidad frente a mi y por primera vez en la vida me he quedado muda.

Sitio magnifico, comida increíble, vista espectacular, compañía perfecta, les daría mas detalles, pero a estas alturas, con tanto vino y Champán estoy medio peda, el cerebro no me funciona bien y no puedo dejar de sonreír como tonta.

Arthur debe llevarme a la habitación casi en brazos porque entre el alcohol y los tacones no me puedo mantener de pie por mi misma. 
No mas entrar y me quito los zapatos lanzándolos en cualquier parte, luego con dificultad me quito el vestido, cuando logro salir de el, lo dejo tirado en el piso sin darle ninguna importancia.
Me paro junto a la cama en mi diminuta ropa interior de encaje negro y veo que mi esposo se ha sentado en el diván frente a mi observándome intensamente en silencio.

—Ven conmigo a la cama Arthur.

Exijo esperando que cumpla todas las promesas sexuales que me hizo.

—Es una linda vista la que tengo aquí.

Responde muy serio.

—Arthur, ven aquí que quiero hacer el amor contigo.

Soy una ebria exigente, estoy arrastrando un poco las palabras y el se ve divertido con mi actitud, pero igual viene a mi lado, no para lo que quiero si no para meterme a la cama de manera segura.

—Estas borracha, mejor duerme.

Soy bastante molesta sobria, imagínense lo fastidiosa que puedo llegar a ser borracha.

—No tanto, quítate la ropa y cumple tu promesa de hacerme gritar.

Vuelvo a exigirle, pero el está terco.

—No, mañana seguro vas a golpearme y dirás que me aproveché de ti.

El intenta que me acueste a dormir, pero yo soy una borracha en una misión.

—Quiero que te proveches de mi.

Trato de engatusarlo frotando mi cuerpo semidesnudo en el suyo.

—Lo siento, así no, te quiero en tus 5 sentidos cuando por fin esté dentro de ti, pero lo que si vamos a hacer esta noche es a acurrucarnos, quiero tenerte piel con piel.

—Quiero hacerlo ahora, cumple tus obligaciones maritales.

—No lo creo, borracha problemática.

Me acurruco en su pecho y lo acaricio sugestivamente tratando de provocarlo.

—Quiero estar contigo, como demasiado, no me digas que no.

—¿En serio?

—Si, quítate la ropa.

Duda por un momento, pero luego mientras yo me subo a la cama el comienza a desnudarse hasta quedar solo en unos bóxer negros que le quedan absolutamente perfectos. Cuando por fin se acerca donde estoy expectante, me muevo un poco hacia el centro de la cama para darle espacio, el se sube poniéndose frente a mi y acaricia mi piel con reverencia. 

—Te deseo mucho.




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