Cazando el Heredero Millonario

31—SOY TUYA

VICTORIA


Me encuentro en un profundo y reparador sueño donde me veo a mi misma rodeada de arboles frutales por doquiera caminando descalza vestida de blanco, me siento en paz y relajada hasta que escucho a mi esposo llamar mi nombre con insistencia.

—Vitto, despierta dormilona…

Abro los ojos de mala gana, he dormido cómo nunca lo había hecho en toda mi vida y aún no quería comenzar el día y aunque me molesta que me haya despertado, igual me siento feliz y renovada, como si una fuerza que no sabía que poseía se hubiera apoderado de mi ser y gracias a ello, ahora puedo lograr cualquier cosa que me proponga.

—Noooo, déjame dormir.

Respondo estirándome y tapándome hasta la cabeza con las sabanas.

—Levántate ya, se va a enfriar el desayuno.

Responde tratando de quitarme las sabanas, gruño porque estoy muy cómoda y no quiero moverme de esta cama al menos hasta medio dia; me destapo y miro el reloj notando que aun es muy temprano, ¿Qué hace levantado ya?

—Ven a acostarte de nuevo, no son ni las 8, estamos de vacaciones.

Lo engatuso para que venga a meterse a la cama conmigo, pero Arthur se ha vuelto un animal de hábitos, se levanta temprano incluso si no tiene que ir a trabajar y al parecer ni las vacaciones serán una excepción.

—¿Como te sientes?

Pregunta sentándose a mi lado, yo me muevo un poco para darle espacio y al hacer ese movimiento, las sabanas caen de mi cuerpo dejando a la vista todo mi torso desnudo.

—Siento como que me pasó una aplanadora por encima.

No estoy bromeando, me duelen todos los músculos del cuerpo, como si hubiera tenido una larga sesión de entrenamiento personal. 

—Entonces si que hice un buen trabajo contigo.

Veo esa sonrisa orgullosa y no puedo evitar sonreír también, es un sin vergüenza, pero es mi sin vergüenza.

—¿Que me miras?

Sé que está embobado con mi cuerpo, me gusta la forma en que me mira y mucho mas el hecho de que no siento ni un poco de vergüenza, por eso no me cubro.

—Me gusta verte desnuda en mi cama.

Me revuelvo a propósito y dejo que las sabanas caigan del todo a los pies de la cama para que tenga una visión completa de mi cuerpo desnudo.

—Provocadora.

Me acusa divertido.

—“Recuerda bien este cuerpo que fue tuyo a placer, para amar y engañar” —canturreo provocándolo mas.

Se coloca rápidamente sobre mi besando mi cuello y mi pecho desnudo y yo rio a carcajadas porque ha caído por mis encantos.

—Eres mía, para siempre mía.

Aunque es una declaración un poco machista y posesiva, la verdad es que no me ofende para nada, ha hecho un reclamo sobre mi y ahora nos pertenecemos el uno al otro, nunca voy a separarme de él moentras viva, nunca.

—No soy una cosa.

—No, eres mi mujer.

No puedo quitarme de la cara la estúpida sonrisa que parece que no va a desaparecer pronto, soy muy feliz de ser su esposa, su cómplice, su amiga y la mujer de su vida.

—¿No estás satisfecho aún?

Pregunto al ver que se está quitando la ropa y volviendo al ataque con mi cuerpo.

—No, me tuviste a pan y agua por meses, lo siento, eso es lo que pasa cuando enjaulas a la fiera.

Ha cumplido con creces su promesa de hacerme gritar de placer; me hace el amor lentamente acariciándome y besándome como si no pudiera tener suficiente de mi. Cuando por fin logramos apartarnos el uno del otro y luego de bañarnos juntos y vestirnos, por fin podemos sentarnos a comer, por supuesto el desayuno está frio pero no me importa, estoy muerta de hambre.

—Hay que cambiar las sabanas.

Digo mirando hacia la cama sin poder ignorar la mancha que hay en ella.

—Ya lo harán los de la limpieza.

Responde despreocupado sin entender el por qué de lo que he dicho.

—No quiero esperar, hay manchas de sangre que me avergüenzan.

El mira hacia la cama y responde orgulloso.

—A mi no me molestan, por el contrario, me hacen sentir satisfecho porque fui el primero en tenerte.

Ruedo los ojos por su comentario.

—Eres un neandertal. 

Luego de desayunar Arthur se va a la terraza para ajustar los detalles del vuelo de regreso a casa, mientras yo aprovecho para llamar a mi tía, han pasado tantas cosas en tan poco tiempo que necesito desahogarme con alguien. 

—Tía.

Le digo sin saludar cuando responde el teléfono.

—Victoria, ¿que pasa, estas bien?

Dudo un poco si contarle porque ella no sabe los detalles de nuestra vida marital y va a sonar raro que después de meses de casados hasta ahora Arthur y yo tengamos intimidad.

—Es que… sucedió algo.

—¿Que pasa, hija? ¿te peleaste con tu marido? Si se portó como un idiota voy a ir hasta allá en este momento y voy a darle su merecido.

Me causa gracia lo sobreprotectora que es, se que es capaz de castrar a Arthur con sus propias manos si me hace daño, así que la saco de su error.

—No tía, Arthur es un caballero, un príncipe, el... me ama y ha sido como una luna de miel, la mas perfecta de todo el mundo.

—Entonces, ¿Qué sucede?

—Es que… Arthur y yo tuvimos sexo, cómo, mucho.

Digo las últimas palabras casi en un susurro porque nunca hemos hablado de ese tema ella y yo, hace años me dio la platica del sexo seguro y tal, pero nada mas.

—Es normal, están casados, eso hacen las parejas hasta donde sé.

Responde con tono irónico, así que procedo a explicarle.

—Nunca habíamos tenido intimidad, es la primera vez.

Se queda en silencio por un instante, creo que la sorprendí.

—¿Fue la primera vez que estás con el? ¿o fue tu primera vez, mi niña?

—Ambas.

Respondo un poco avergonzada.

—¿Cómo te sientes?

No puedo expresar todo lo que siento en este momento, nunca esperé que todo esto sucediera y ahora no sé como manejarlo.

—Feliz de que él haya sido el primero porque realmente lo deseaba mucho, pero me siento abrumada, no se como explicar tantas sensaciones juntas y al mismo tiempo no quiero sentir tantas cosas por él, pero es inevitable.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.