Emily
- ¿Te volveré a ver?-preguntó con una sonrisa en sus labios, sus gruesos labios, tenía tomada mi muñeca, le miré con ojos divertidos.
-Depende de ti.- dije guiñándole el ojo, me solté de su agarre y salí de allí entre la multitud.
Su nombre era Billy, Billy Martinson, un hombre exitoso, a cargo de una empresa, heredero principal, mmm se estaréis preguntando si es guapo ¿no? Él era pasablemente guapo, cabello caoba, ojos pardos, buen cuerpo, sobre todo, un mujeriego codiciado, al menos así le había clasificado la revista. El no necesitaba una sumisa que lo conquistara, el necesitaba una chica con su mismo juego, que se hiciera la chica buena y lo asombrara, entonces estaba yo, una buena actriz, aunque me costó adoptar fases, aprendí a ser la mejor, a mí no me enamoraban, conmigo no jugaban, yo era la chica que los dejaba en el fondo, sin dinero, sin herencia, sin prestigio y a veces con una muy mala reputación. Era mi trabajo, hacerlos caer.
Esta no es la típica historia de la chica sumisa que de enamora de un millonario, ni la chica millonaria enamorada de un guapo pero humilde joven, yo no me enamoro, yo no cometo el mismo error dos veces.
Cuando aprendes a vivir aprendes a ocultar los demonios que llevamos dentro.
Mi nombre es Emily y soy una caza-fortunas profesional.
***
El reloj sonó con ese pitido maldito que le he puesto, lo había dejado lejos para así levantarme obligadamente a apagarlo, no era que me costase despertar, bueno, sí, a veces, sobre todo cuando iba de fiesta, no era voluntario, era trabajo, y resulta que la mayoría de mis víctimas les gusta ir de fiesta. Excepto a uno, lo cual no viene al caso. Tomé una ducha larga, lavé mi cabello con relajación, tenía tiempo, hoy no trabajaba, hoy era sába... ¿Por qué mierda estoy despierta un sábado a las 7 de la mañana? ¡Estúpida! Me enjuago y me seco rápidamente, he desperdiciado minutos de sueño, me enojé, joder, me envuelvo en la toalla y salgo del maldito baño para tirarme en mi cama, que rabia. El timbre sonó, bufé y me quejé, ¿por qué tan temprano? Tomé mi celular, maldita sea, eran las doce, ¿cómo...? ¿me quedé dormida? Mierda. El timbre volvió a sonar, que fastidio, mi humor se colocaba de perros cuando no dormía bien. Me levanté molesta a abrir, hoy no sería mi día además me invadía una flojera gigante. Abrí sin mirar y coloqué el gesto más antisocial y de pocos amigos que pueda existir.
-Te encontré-dijo el chico frente a mi sonriendo con elegancia y triunfo, su sonrisa se volvió incómoda- ¿mal momento? -preguntó observándome de arriba a abajo. Seguía en toalla, pero no me importaba.
-pésimo, adiós. - rugí cerrando la puerta en su cara, joder ¿que hice? Tenía que conquistar a ese estúpido y solo lo estaba alejando...esperaba que tocase de nuevo, pero no lo hizo, solté un bufido, tendría excusa para verle luego. Terminé de vestirme y preparé un café, rico café. Amo el café.
Ya a las dos salí a almorzar, entré a un restaurant de calidad con precios moderados, me senté a la ventana y esperé a que algún Garzón me atendiera, llegó una muchacha y me entregó la carta.
- ¿Desea ordenar algo mientras? – preguntó, asentí, quería un jugo de frambuesa mientras escogía mi plato. Leí el menú, se me apetecía comer postre primero, la chica llegó unos minutos después con mi jugo y tomó mi orden, esperé jugando en mi teléfono mientras, odiaba comer sola, pero todo tenía su qué. ¿Por qué lo digo? Ya verán. Tenía cinco opciones, veamos cual ocupa.
-Aquí está su orden. -dijo la muchacha dejando las cosas en disposición.
-Disculpa, yo no pedí el helado. - dije, esto era nuevo, helado. Alerta roja Hawking, no ha ocupado ninguna de tus opciones.
-no, el Joven de allá-dice señalando a Billy. - lo envía. - él sonríe, yo le sonrío coqueta y niego, entonces es una invitación a que venga, se acerca a mí y me saluda.
- ¿Qué coincidencia? -dice en tono de pregunta, yo alzo una ceja.
- ¿Me estás siguiendo? -pregunto indignada. Él niega, por supuesto que no me sigue, él suele frecuentar este local a esta hora, se sienta en la misma mesa, y ordena siempre lo mismo, me había colocado en un lugar donde no evitase verme, y claramente funcionó.
-no, suelo venir aquí. - dijo, sonreí, claro que sí.
- genial, es primera vez que vengo- confesé, no era mentira. - ¿cómo supiste que me gusta el helado? -pregunté metiendo una cucharada a mi boca lentamente, mirando hacia abajo, él me miró fijamente cada movimiento, alcé una ceja.
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Editado: 02.07.2019