Billie
Maggie logró tranquilizarme, le pedí a Emily salir para contarle el sueño, no quería darle explicaciones, no quería contarle a nadie, solo Maggie, la familia y yo lo sabíamos, era algo que me iba a condenar por el resto de mi vida, algo que aún no superaba del todo. Las pesadillas no se han ido desde ese día, no había noche en la que consiguiera dormir tranquilo.
- ¿Qué fue esta vez mi niño? – preguntó Maggie acariciando mi cabello en un abrazo tranquilizador.
- Lo de siempre nani, los ojos de esa mujer mirándome fijamente, el niño corriendo donde su padre, el hombre muerto... no puedo seguir así. – susurré. - ¿Qué excusa le daré a Emily?
- No te preguntará nada, esa chica no es una entrometida, ni si quiera está escuchando tras la puerta, lamento si la juzgué mal. – dijo sonriéndome.
- ¿Ya te ganó? ¿Con solo unos minutos? – pregunté sorprendido, a Alexia la rechazó por meses hasta que se acostumbró a ella, o Emily era profesional o realmente estábamos cayendo por el otro. – iré a buscarla, no la dejé dormir... ¿crees que es la correcta?
- No puedo saber eso cariño, tengo miedo de que salgas herida, esa chica guarda muchos secretos en su corazón al igual que tu con esto, hay dolor en su mirada, incluso cuando sonríe. – Besó mi frente y se fue a su habitación, revolví mi cabello con frustración, bajé descalzo y sin hacer ruido, ella estaba recostada sobre el mesón de la cocina observando el refrigerador, reí, me acerqué con cautela para asustarla, estaba pegada, pensativa. La cargué en mis brazos haciéndola reír del susto, sostuve su cuerpo hasta llegar a la habitación y me recosté sobre ella, besé sus labios con calma, ella me correspondió, una cosquilla me recorrió hasta activar a mi amigo, pero no era el momento.
- Em... lo siento... es que suelo tener pesadillas...
- Hey, no es necesario que me expliques. – interrumpió mientras me besaba nuevamente. – todos tenemos nuestros problemas Billie, la magia está en hacerlos menos graves, solucionarlos y simplemente olvidarlos. – susurró acariciando mi mejilla – y yo te puedo ayudar a eso. – dijo acariciando mi pierna, esta chica me volvería loco. Pero por más que mi cuerpo temblara ante su tacto negué, no quería sexo, quería sus brazos, su voz, su sonrisa. – ven aquí Martinson. – sonrió recostándose en mi cama, me acurruqué en sus brazos y ella acarició mi cabello, comenzó a hablar estupideces, cosas de su infancia que había hecho, como engañar a su vecino para que comprase un refrigerador, ponerle chili a la sopa de la abuela, cosas que me hacían preguntarme si era cierto o lo inventó, quería conocer a su familia, pero no había información de ello en internet ni en alguna base de datos. Silencio, estaba completamente dormida algo chueca, sonreí, la acomodé y cubrí su cuerpo, me acosté a su lado tratando de dormir, quedaban tres horas para poder levantarme. Quería contarle a Emily sobre mi pasado, pero era demasiado pronto, tenía que saber si realmente estaba interesada en mi o en mi dinero. Lo que pasó hace diez años fue algo que me marcó de por vida, yo solo tenía dieciocho años, iba por un buen barrio junto a mis amigos de colegio, pero ellos querían beber más, decidí ir a casa pero no recordaba cómo, entonces un hombre cubrió mi cabeza con una bolsa, traté de defenderme, juro que fue en defensa propia, logré salir ileso de allí, sabía defensa personal, otro tipo se me acercó, eran tres, uno de ellos traía un arma, golpee a todos como pude con tal de defenderme hasta que uno me apuntó con un arma, levanté mis manos, él se acercó rápidamente hasta mí, << tu vales más que tu celular>> dijeron, no supe qué hacer y solo me defendí, el arma estaba en mis manos, había sangre, todo mi cuerpo temblaba y cada vez que lo recordaba se sentía igual como si estuviese en ese preciso lugar, me hubiese dado lo mismo matar a unos maleantes que pretendían secuestrarme si no fuera porque un niño gritó <<Papá>> el pequeño tenía cinco años, una mujer corrió tras él, observé al hombre muerto ensangrentado en el piso, corrí, corrí como pude con el arma en la mano y la oculté, la limpié, por miedo, la policía no haría nada, le quitarían al pequeño, había dejado a un niño sin su padre, y se convertiría en un ladrón sin futuro por mi culpa. Mi teléfono me sobresaltó, eran las siete de la mañana, Emily seguía profundamente dormida, tomé una ducha liberándome de mi estrés, me vestí como de costumbre para ir a la empresa y bajé, Maggie sostenía la sartén, mi infaltable huevo con tocino para desayunar. Me sonrió compasiva y sirvió todo en el plato del modo que me gustaba, comí tranquilo, tenía tiempo para llegar, unos pasos en la escalera me hicieron voltear, Emily venía con el cabello trenzado y el pijama que le había prestado puesto, me sonrió, saludó a Maggie y preguntó si podía comer algo, mi nana quiso preparar su desayuno, pero solo cogió una manzana, negué, con razón estaba tan delgada.
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Editado: 02.07.2019