Capítulo tres.
Doctor Mordiscos.
Nora.
Los odio por excluirme de tantas cosas. Los odio y será mejor que me tengan miedo ¡odio! estoy lleno de odio y me encanta. La naturaleza humana de la gente es su muerte —Eric Harris.
El sol se asoma por el este para cuando mis pies pisan el frente de mi casa. Estoy agotada. Caminé por todo el pueblo y no me encontré a nadie de la otra familia de cazadores que está en el pueblo, lo que me hace pensar que no hicieron guardia en la noche. Eso es raro, se supone que debemos cubrir el terreno entre las dos casas, pero no fue así porque no había ni rastro de ellos.
No sé si están en peligro.
Me escabullo por los laterales de la casa, pero oigo unos murmullos provenientes del patio vecino y me escondo en los arbustos para escuchar.
—Desapareció anoche, no tenemos rastro de él. Trevor era joven, no quiero ni imaginarme que le pudo haber pasado. Me llamaron para avisarme que probablemente esté muerto, ya sabes que andaba en malos pasos —dice una voz, que reconozco como la de Bethany Wilson.
—Debemos cuidarnos las espaldas, apenas llegamos a este pueblo y están ocurriendo cosas —contesta una voz masculina.
—Lo único que tenemos que hacer es esperar y no levantar sospechas, hay que tener cuidado. Barry también desapareció, y de seguro estaba con él.
Sus voces van disminuyendo el volumen y escucho una puerta abrirse y cerrarse. Esa es mi señal para salir de mi escondite y correr a la seguridad de mi casa. No me molesto en cambiarme de ropa porque me toca entrenar con los chicos, así que bajo directamente al sótano para reunirme con mi familia. Todos observan mis movimientos, y me quito el suéter quedándome en un top deportivo que no deja nada a la imaginación. Saco las armas que tengo escondidas y las pongo en la mesa en donde está recostado Constantine junto con el saquito que me entregó.
—Orden cumplida, tuler.
Da un asentimiento de cabeza y toma la bolsa observando el contenido—: Dos vampiros en una noche, maravillosa cacería, Nora. Estoy orgulloso de ti, no es de los míos fallar.
El lugar de entrenamiento es muy espacioso, las paredes tienen espejos, esta bien iluminado, hay un armario de armamento, un par de colchonetas para luchar, unos sacos de boxeo, maniquíes, muñecos de prueba, y otras cosas más que nos facilitan el entrenamiento.
—Gracias.
—Entrenaremos un rato. El informe del día guárdalo para la cena.
Comenzamos el entrenamiento con ejercicios físicos, los cuales ejecutamos durante una hora, para fortalecer los músculos. Me gusta ejercitarme, me relaja y es mejor sentir el agotamiento físico que la debilidad de un cuerpo mal entrenado. Nos organizamos para pelear entre nosotros, y como siempre, me toca con Holer. Las peleas con Holer son reñidas, duras y agotadoras, pero son provechosas para mí, ya que el chico cuenta con una velocidad que rivaliza con la de los vampiros, gracias a la habilidad que posee.
Esquiva mis golpes con rapidez, sin embargo la diferencia de estatura me pone en ventaja porque puedo ser muy rápida, no tanto como él, pero estoy cerca. Una patada en mi estómago me hace caer, pero me levanto de nuevo y lo ataco con más fuerza. Uno, dos, tres golpes y me tiene contra el suelo, ganando la laucha.
Me ayuda a levantarme y finjo estar furiosa. El entrecierra sus ojos y suelta una carcajada burlona.
—No siempre vas a ganar, Nora.
Ruedo los ojos y le doy la espalda.
—¡Nora y Holer! —grita Clementine—vayan a bañarse que tienen cosas que hacer. Deben ir a visitar a los otros Lairfic e invitarlos a ser partícipes de la cena y del reporte del día. Díganles que necesitamos refuerzos y que son los que están más cerca. Pueden irse.
Holer y yo nos miramos con fastidio. No he dormido en toda la noche, ni siquiera he desayunado y tengo que continuar trabajando.
Subimos las escaleras corriendo y al llegar al piso superior cada uno se despide para entrar a su respectiva habitación. Entro al baño primero que Holer, y me doy una larga ducha que relaja mis músculos adoloridos y me sube las energías. Lavo mi cabello y depilo mi cuerpo. Siempre me ha gustado el agua fría, la sensación de ella en mi piel, el sonido relajante; este es uno de mis pocos escapes del mundo sobrenatural, aunque suene triste y tonto, es una de las pocas cosas normales que puedo hacer. Me visto con unos blue jeans ajustados, una camisa ceñida de color azul oscuro y unas botas de combate negras. Las botas son mi fascinación, y los demás piensan que son un accesorio vintage en mi vestimenta, pero realmente las uso porque son pesadas y las patadas con ellas duelen más.
Amarro los cordones y me detengo frente al espejo. Mis curvas son mucho más notorias de lo normal gracias a que no llevo ninguna prenda holgada, mis ojos azules se ven cansados y fríos, algo normal, pero siguen manteniendo el brillo furioso que los caracteriza. Soy una persona con mucha pasión por las armas, y eso se refleja en mis ojos; pese a que están inexpresivos no pierden su chispa. Cuando decido dejar a un lado la frialdad que hay en mi pecho, mis ojos azules brillan con mayor intensidad, y ya no son témpanos de hielo, se convierten en un cálido océano.
Las únicas personas en despertar algo en mí son mis hermanos adoptivos, no los reales. Tengo dos hermanos, son gemelos, y son menores que yo. Actualmente tienen 15 años, y son muy parecidos a mi. Holer, Nian y Clein son los únicos que pueden sacar por completo mi personalidad, los demás solo obtienen vestigios de mi yo interior.
Es triste que tenga una existencia tan insignificante. Soy solo un miembro más de un grupo gigante, si yo muero, llegará otra persona y me reemplazará. No me duele que las personas me aparten, al contrario, suelo apartar a las personas porque me estorban o no son buenas para mis planes. Soy una manipuladora nata, gracias a mi entrenamiento psicológico. No me relaciono con los humanos porque no me gusta tener que usar mis habilidades con ellos. Es muy denigrante para los pobres seres ser solo peones en nuestras filas.