Cazar o Morir.

(Capítulo Cinco) ¿Caleb?

  Capítulo cinco.
¿Caleb?
Nora.
 


 

Cuando te rompen tantas veces aprendes a recomponerte solo, perdónate tú por apuñalarte tantas veces el corazón — Lujuria.
 


 

                     
 


 

—Su situación es precaria. Tuvo suerte, las puñaladas fueron más profundas de lo normal, por lo que pudo haber terminado desangrándose en un par de horas; el veneno en su sangre fue eliminado, por lo que dentro de poco tiempo podrá despertar. Usted es un irresponsable, señor Constantine, dejar a esa joven tan mal herida por un par de estupida leyes demuestra que es un cruel fanático de las reglas. El Código lo mandó a llamar...
 


 

Pierdo el hilo del diálogo que estoy escuchando. Mi cuerpo arde como el infierno, creo que no hay ni un solo músculo que no me duela. Estoy sobre una superficie suave y blanda, mis párpados se sienten pesados y no puedo mover mis brazos. Alguien acaricia mi muñeca con suavidad, haciendo círculos que me relajan. 
 


 

Los recuerdos de los sucesos anteriores llegan a mi mente, y aprieto mi mandíbula para controlar la rabia. Mi corazón comienza a latir frenéticamente y me retuerso en la cama, tratando de quitar el peso que mantiene mi cuerpo acostado. Abro mis ojos y los cierro al entrar en contacto con la luz del sol. Respiro calmadamente y poco a poco los brazos que me sujetan se retiran de mi cuerpo.
 


 

El aire huele a pureza...huele a mi hogar.
 


 

Pasan unos minutos hasta que vuelvo a abrir mis ojos, y esta vez, trabajo en acostumbrarme a la claridad. El lugar es de piedra, con enormes ventanales de cristal y techos altos; estoy en una cama de madera pesada, con cuatro postes y dosel. Frente a mí hay una pesada puerta también de madera, y muebles del mismo material por toda la estancia. Al fondo de la habitación, hay una chimenea de piedra, y esto alimenta la sensación de calidez en mi pecho.
 


 

El agarre en mi mano se debilita y observo a la persona que está cuidando de mí. Mis ojos se abren por el asombro y contengo las lágrimas porque el rencor es más fuerte. Mi padre, un hombre que muy bien puede pasar por mi hermano mayor, se encuentra sentado a mi lado en un cómodo sofá de terciopelo. Está tal cual como lo recuerdo; cabello negro y lacio, ojos de color azul brillante y de alta estatura. Sus ojos ya no me miran con frialdad y rechazo, sino, que me miran como lo hacían antes, con amor. 
 


 

¿Sabes lo que se siente tener un reencuentro? ¿Sabes lo incómodo que es si la persona que está en mi lugar se siente como yo? El rechazo, las malas palabras, las molestias, no quiero volver a pasar por eso.
 


 

—¿Qué hago aquí? ¿donde estoy? —pregunto en inglés.
 


 

—Estás en el castillo del Código, en Asryll —responde él.
 


 

La puta madre ¿por qué estoy en Asryll?
 


 

Mi padre ve la pregunta en mi rostro y responde—: Hace dos días, fuiste castigada por Constantine y él no midió la situación. El castigo fue llevado a lo extremo, estuviste a punto de morir y por si fuera poco, los atacaron unos vampiros y tu fuiste victima de sus golpes y te mordieron en la muñeca. Estabas en un estado grave, así que Clementine consultó con el Código para traerte y él aceptó. Debes entender que Constantine está siendo castigado ahora mismo por sus actos.
 


 

Intento levantarme de la cama y suelto un quejido de dolor por las heridas de mi estómago. No puedo dejar que castiguen a Constantine, solo cumplía con su deber.
 


 

Llevo puesta una camisón blanco, y lo levanto para observar mi abdomen. Dos  cicatrices de un centímetro de ancho lo adornan; aún están frescas, y me siguen doliendo. Hago una mueca y cierro mis ojos con fuerza tratando de acelerar la curación. 
 


 

—Es inútil —susurra mi padre—, hasta hace unas horas tenías veneno en tu sangre, por lo que tu sistema está lento y tardarás en sanar. 
 


 

—Necesito ver a mis hermanos.
 


 

Algo brilla en su rostro—: con gusto llamaré a los mellizos.
 


 

Le lanzo una mirada gélida—: Me refiero a Holer, Nian y Clein.
 


 

El dolor y el arrepentimiento se cruzan en sus facciones, pero eso no hace nada en mí—: Ellos no son tus hermanos, Nora.
 


 

—No seas cínico, padre —escupo—, sabes de sobra que Anelesse no me quiere cerca de sus hijos. 
 


 

Anelesse y Nolan Blodt son mis padres. Anelesse es lo contrario a mí, castaña de ojos cafés y baja estatura, y es una mierda de persona. Los mellizos son como mi padre, sacaron la mejor genética de ese matrimonio. Mi madre no se merece el cariño y la devoción de mi padre, y sé que en parte el cambio de mi padre tuvo que ver con ella. 
 


 

—Aryas y Alan quieren verte, están afuera con los demás. 
 


 

—No dejaré que mis hermanos me vean en una cama, por favor, dile a Holer que me traiga ropa y que venga a ayudarme. Saldré en unos minutos.
 


 

Sé que no está de acuerdo conmigo, pero sale de la estancia. Diez minutos después, entra Holer a la habitación. Mi hermanito está despeinado, con la ropa arrugada y con ojeras. 
 


 

—¿Estás bien? —pregunto.
 


 

Me levanto de la cama con dificultad y me acerco a tocar su rostro. Mi muñeca derecha protesta por el dolor y observo con asombro la media luna que dejó los dientes del vampiro. 
 


 

—¿Por qué te preocupas por mí y no por ti, idiota? —me abraza—estaba muy preocupado, pensé que ibas a morir.
 




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