Cazar o Morir.

(Capítulo Seis) Los ekos.

Capítulo seis.
Los Ekos.
Nora.
 


Dicen que las personas malas no lo son desde sus inicios, que se van forjando con el paso del tiempo, a veces pienso que mienten. Yo siempre sentí un anhelo por ese líquido carmesí, y por eso, le tenía miedo —Schizoprenia.

Miedo, crudo y asqueroso miedo, inspirado por el rencor y el odio que tengo; yo no tengo miedo, miedo tienen ellos a que la bestia sea libre, y creo que ya se liberó —Cazar o Morir.

             

¿Cuantas veces más me van a ver la cara de idiota? Estoy cansada de que las personas crean que pueden jugar conmigo; lo de los Flinch no se volverá a repetir, y mi padre estuvo cerca de engañarme. No sucederá de nuevo, mi confianza es sagrada y despiertan mi odio cuando me traicionan. Les di el beneficio de la duda ellos, y terminé con dos puñaladas en el estómago; mi padre no tuvo tanta suerte, vi sus intenciones al llegar a esa casa. ¿Creía que yo me haría la agradecida con Anelesse? ¿Pensaba que correría a los brazos de mi madre? Después de todo soy desechable, me usan y luego me tiran.

Holer está en silencio, me mira de vez en cuando con lástima y eso me molesta. Mi hermano me conoce, por lo que sabe la situación con mi familia. La familia de Holer es más amorosa, más preocupada y dedicada, porque su hijo menor es su orgullo. Él entiende el rechazo y la molestia de tu propia sangre, pero me limito a mirarlo de mala manera y continuo concentrada en la carretera. No sé a dónde me dirijo, por lo que tengo entendido, me alojaré en el castillo del Código por toda mi estancia en Asryll, pero mis pies me llevan solos a un lugar que conozco muy bien, y en el que anhelo pasar mucho tiempo; el campo de los Ekos.

Es el lugar donde ellos entrenan, una especie de central o base de control; es un sitio muy grande, edificios de oficinas y pistas deportivas son parte del conjunto de construcciones que conforman todo. He venido un par de veces solamente, y creo que vine aquí por alguien en particular; Caleb. Caleb es el primer chico que me gustó, y creo que el único por el que he estado flechada.

Es un castaño muy tierno para ser un soldado ejemplar, conmigo siempre ha sido lo máximo, y los pocos días que compartí con él fueron divertidos y maravillosos. Fue el primero en felicitarme y verificar que estuviera bien cuando maté a ese vampiro en casa de mis padres.

—¿Qué hacemos aquí? —pregunta Holer.

—Necesito despejarme, y conozco a alguien que puede ayudarme.

Levanta una ceja, confundido.

—¡No hagas eso, Holer! —exclamo—Me caen mal las personas que lo saben hacer, yo no puedo.

Ríe y un poco de tensión sale de su cuerpo—: Estás débil todavía, no te esfuerces.

Palpo mi estómago y no siento ningún tipo de dolor—: Ya sanaron, Holer, no te preocupes. Vuelve al castillo, iré más tarde.

—¿Estás segura de que te sientes bien? —inquiere preocupado.

—Me siento mejor que nunca.

Y para hacer énfasis a mis palabras, me paro de manos y doy un par de volteretas antes de ponerme de pie. Mi cabello se convierte en un desastre, pero es fácil de dominar y pronto está de nuevo en su sitio. Mi hermano se aleja, y yo continúo mi camino hacia la valla que me impide el paso; un guardia robusto me mira mal y tuerso los ojos.

—¿A quién buscas, niña?

Me cuadro de hombros y fijo una expresión fría en mi rostro—: Estoy buscando a Caleb Yaha Lairfic.

Se endereza—: ¿De parte de quien?

Planto una sonrisa de suficiencia en mi rostro—: De parte de Nora Blodt Lairfic.

Pulsa el intercomunicador y habla con alguien por un largo rato, luego abre la reja y me dedica un leve asentimiento de cabeza. Camino con la espalda recta, y me adentro en el campo. Me encuentro con muchos soldados, y me distraigo un poco con los colores de sus auras, azul pálido, rosa, verde, amarillo y hasta negro. Me pregunto si alguien más de aquí lee auras, y que pensará de mi aura extraña. Pregunto en recepción por Caleb y me dirigen hacia una de las arenas de combate. Está luchando, sin camisa, con una chico de más o menos su edad y un poco más robusto. Intercambian golpes, patadas y empujones, y me quedo un poco embobada al ver su perfecto abdomen.

Soy una chica, por más que no sienta, tengo un par de ojos bien útiles.

El combate acaba con el otro chico fuera, y yo aprovecho la oportunidad para entrar en combate.

—Quiero luchar —Caleb me mira con una ceja alzada; un grupo de Ekos que observaba la pelea se quedan a la espera de más emoción—. Contigo, y no acepto un no como respuesta.

—¿Te sientes bien? Te hirieron hace poco.

Bufo—: ¿Me veo mal? Porque la última vez que me vi en un espejo me veía fabulosa.

—Bien, puedes luchar, sigues siendo la misma odiosa de siempre.

Me quito la camisa, quedando en sostén deportivo. Que conste que si no tuviera tanto busto, no sería tan revelador, pero no es mi culpa, no voy a ensuciar mi camiseta. Los pantalones me quedan espectaculares, resaltando mis caderas anchas, y las botas me hacen ver poderosa, soy poderosa. La mirada de Caleb baja a mi pecho y sonrió sardónica, lo que hace que aparte la vista.

No me avergüenzo de mis cicatrices, en parte me gusta luchar sin camisa porque ellas me hacen ver ruda y fuerte.

Caleb es alto, muy alto, y a pesar de mi excelente estatura, me saca una cabeza más o menos. Entro a la arena y me posiciono frente a él, en porte defensivo.

—¿Cuales son las reglas? —pregunto.

—Nada de morder —dice la chica que dirige el combate—, no pueden desmembrar, mutilar o romper huesos. La pelea acaba cuando unos de los dos toque el suelo o se rinda.

—Que lástima, yo que quería quedarme con uno de sus brazos —digo con sarcasmo mientras señalo a Caleb—, aburridos.

—¡Que comience la lucha! —grita la chica.




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