Los policías ya habían terminado de marcar el lugar con cintas de restricción, los peritos habían llegado y ahora realizaban su trabajo cuando el oficial superior, Rodrigo Collins, emergió de su patrulla.
—¿Qué sucede? —cuestionó tras haber llegado a donde el cumulo masivo de policías y forenses cerraban el paso en la ruta 21. Y para su mayor sorpresa, fue su hija quien lo recibió con toda la información superficial del caso.
—Asesinaron a uno de los nuestros.
—¿Qué haces aquí Elaine?
—Tuve que venir. Cuando me llegó la denuncia, uno de los policías me aseguró que la víctima se hallaba revisando las identificaciones de todos los autos que abandonaban Crowder.
—Es decir que…
—También estaba buscando a Sara.
—¿Nombre?
—Malcolm Mendel… Tenía esposa y dos pequeños.
—Hija, ¿recuerdas lo que hablamos de la culpa?
—Lo sé, pero… No sé, hay algo en la naturaleza del crimen, específicamente en este, que me inquieta. Ve, le desfiguraron el rostro con golpes y después lo estrangularon. Hubo mucha violencia por parte del homicida.
Rodrigo no supo qué decir o qué contestar. La consternación de su hija iría en aumento por su falta de sueño, y aunque Elaine no quisiera entender que el sueño era vida, en cualquier momento Rodrigo perdería la paciencia y tendría que poner mano firme.
14
Howard comenzaba a aburrirse, y a pesar que ya había guardado los dedos cercenados de la joven dentro de un frasco de vidrio, éste no pudo apaciguar sus nervios y hostilidad. Se había pasado más de media hora cuando Sara comenzó a amarrarse un trozo de cinta blanca en su mano en medio de dolorosas punzadas, y la cual pronto se llenaría de sangre. Por su parte, Erick había vaciado todas las fotografías de su cartera, necesitaba hablar, destruir a la chica por medio de vocablos mediáticos que la afectaran, y al encontrar una fotografía de ella con su amado perro, no dudó utilizarla en su contra.
—Mira esto —le arrojó el retrato—. ¿Lo recuerdas?
—Hardy. ¿¡Qué le hiciste, qué le hiciste a mi Hardy!?
—Por el momento, nada, pero es mejor que te comiences a olvidar de él. Tu maldito perro estuvo a punto de morderme.
Ella se quedó callada, la boca le temblaba y cuando Erick se le acercó, Sara se puso a la defensiva; levantó sus manos y hundió la cabeza lo más que pudo en sus rodillas. En respuesta, Howard soltó una pequeña risa.
—Es impresionante la manera en la que puedes divertirme, Sara. No concedo esto que siento, esto que corre por mi cuerpo cada vez que te veo llorar y gritar; y a veces pienso que, sí, estoy loco.
»Ven aquí, me tengo que ir.
—Erick, ¿podrías…?
—¿No ponerte los grilletes?
Pero aquella respuesta le daría a la joven una clara advertencia de que su propuesta sería declinada.
—No, olvídalo —entonces se puso de pie permitiendo que el sujeto volviese a encadenarla y le sellara la boca con más cinta de la normal.
A las seis y media de la tarde, Erick circunvalaba los estantes de una tienda de abarrotes en el centro de Crowder. El hombre caminaba con tanta naturalidad mientras empujaba un pequeño carrito de súper, pasó mirando cada uno de los condimentos, verduras y especias endulzantes para preparar una ensalada gourmet, y esto claramente no alertó a las personas que le pasaban por el lado, nadie desconfiaría de un tipo hogareño que se la pasaba realizando las compras semanales. Terminó de pagar y salió. Afuera llovía, tuvo que ponerse el gorro de su sudadera, pero al detenerse y acomodarse el cabello, notó un letrero de papel pegado en el vidrio de la puerta. En él se hallaba el nombre y fotografía de Sara que la anunciaban como desaparecida.
—Sara, mi hermosa, hermosa novia —trató de disimular su sonrisa.
Finalmente consiguió alejarse cargando la bolsa marrón de su compra.
La casa estaba en penumbras, seguía vacía, pero no por mucho tiempo, Jadela y Morgan estaban por volver. Erick supo sacarle provecho a su soledad; mientras se preparaba para cocinar, encendió el reproductor de música. Afuera los relámpagos y truenos azotaban los árboles, pero todo aquello quedaría en el olvido gracias a que él pudo encerrarse en el silencio de una canción en específico.
When a man loves a woman
Can't keep his mind on nothin' else
He'd trade the world
For the good thing he's found
If she is bad, he can't see it
She can do no wrong
And turn his back on his best friend
If he puts her down
Con el delantal puesto puso manos a la obra, encendió la estufa y vació el frasco de vidrio que guardaba los trozos de carne humana, los vertió sobre una tabla para picar y luego de triturarlos en finos pedazos, comenzó a sazonarlos en una sartén. Mientras la carne se cocía, el hombre mezcló lechuga, las zanahorias, tomates y los quesos que brindarían la base principal de la ensalada. Sus caderas se movían al compás de la pista, suspiró en repetidas ocasiones y por último procedió a decorar la caja de cartón en donde le enviaría el presente a Elaine.
Una farsa, Howard se escudó en la canción de Michael Bolton, When a man loves a woman, y quizá aquella letra tendría relación con el hombre que intentó mantener a flote el tiempo que estuvo con Sara, el tiempo que se impuso a sí mismo quererla. La música retumbó por todas las habitaciones mientras el sujeto frotaba arduamente los restos de sangre en su alfombra, el sudor bajó por su rostro trazando hileras zigzagueantes y el cepillo empapado de cloro había logrado esconder el espantoso crimen de violación. Erick arrancó todas las sábanas de su cama, las cuales no sirvieron de mucho, pues las sustancias como el semen y la sangre habían traspasado la tela con mucha facilidad. Más tarde salió al patio trasero dejando la música encendida. Aquella parte de la casa casi siempre estaba taciturna, los árboles tapaban la luz y las piezas de autos se hallaban regadas por todo el piso de tierra. La lluvia se había detenido en el momento en el que Erick salió llevando consigo una garrafa con gasolina y las sábanas envueltas en un perturbante bulto sucio; buscó en el cobertizo los pañuelos y trapos que había usado para limpiar sus huellas y la sangre en la casa de las Allen, y también encontró la lámpara rota.
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Editado: 07.05.2024