La mañana en Dallas se presentó con un firmamento gris, no había aves en el cielo y el sol parecía ocultarse en cada momento; las personas refirieron ese estado a un posible acontecimiento caótico o destructivo, y con justa razón no se equivocaron.
Luego de que las clases terminaran, todos los estudiantes se dispersaron, cada uno a sus respectivas casas, y los que no, se quedaban esperando a sus compañeros ausentes. Rubén y Erick caminaban en silencio por la acera, pues hoy era uno de esos días en los que precedieron permanecer callados. Byron se retiró temprano y Steven no se había presentado a clases; era certero que Howard presentía el porqué de la ausencia de este último, sin embargo se negó a comentar algo de lo que más tarde se arrepentiría.
—¿Está todo bien? —le preguntó Rubén en un intento vano por conseguir información.
—Sí. ¿A qué viene la pregunta?
—Tal vez porque Steven no llegó y Byron decidió abandonarnos durante el almuerzo.
—Están ocupados —fue lo único que dijo.
—¡ERICK! —un grito de terror sacó de su tranquilo paseo a los dos muchachos que conversaban, y casi de inmediato de llegar a ellos, se abalanzó sobre Howard. La chica temblaba, le sudaban la frente y las manos, y en sus ojos era clara la preocupación.
—Sara —se quejó, y a pesar de la inquietud que destrozaba a la muchacha, él intentó quitársela de encima—. ¿Qué te sucede? Basta, suéltame.
—Son la cuadrilla de Río muerto, ¡se están disputando en una riña con Los Reyes de Quinton!
—¿Con Quinton? ¿Pero que no ellos son de…? —y casi de inmediato comenzaron los disparos.
Fue espantoso el caos que se generó después de eso; la gente gritó y huyó despavorida, los comercios se apresuraron a cerrar sus puertas, las alarmas de los coches sonaron y los perros comenzaron a ladrar. Erick tomó a Elizabeth en sus brazos y los tres corrieron a un lugar seguro.
—¿Qué demonios está sucediendo, Sara? —la arrinconó contra la pared.
—¡No lo sé! ¡Tengo miedo!
—¿Cómo no vas a saber? Tu maldito padrino es el jefe de Río muerto.
—Erick, yo no sé nada. Perdí a Elaine; ella dijo que llamaría a su padre y que él vendría por nosotras, pero después no sé qué pasó. Él no vino, yo me asusté y comencé a correr.
—No entiendo, ¿qué tiene que estar haciendo la cuadrilla de Quinton aquí?
—Ni yo lo sé. Edison está en medio de ambos y tengo miedo de que lo maten. ¡No quiero que lo maten, Erick!
—Esto es absurdo, si les quedamos a más de media hora de distancia, es ilógico que estén buscando pelear contra El Olímpic, y que para colmo estén haciendo un campo de guerra justo aquí, en Dallas.
Howard tenía razón, Dallas se caracterizaba en aquel tiempo por ser un lugar apacible y dúctil, por lo que este tipo de riñas entre los pandilleros aledaños eran casi inexistentes.
Un auto patrulla se detuvo muy cerca de donde Erick, Sara y Rubén se hallaban escondidos, el oficial al volante encendió las sirenas y bajó el vidrio permitiendo que Elaine pudiera llamar a su amiga.
—¡Elaine! —Sara sintió un enorme alivio al verla.
—Estaba tan preocupada —Collins corrió a su encuentro—. Vamos, tenemos que salir de aquí antes de que nos maten.
No obstante, Elizabeth se rehusaría a abandonar a Erick. La muchacha se dio la vuelta, lo sujetó del brazo y casi le rogó que subiera con ella, pero toda intención de llevarlo consigo se desvaneció cuando Matthew Grey apareció al otro lado de la calle y comenzó a llamarlo.
—¡Pono! —Howard gritó, se soltó de la mano de Sara y corrió para encontrarse con él. Rubén no lo pensó ni un solo segundo, también se olvidó de Sara y corrió detrás de su amigo.
—¡Erick!
—Basta, Sara, déjalo.
El errante venía corriendo, tenía una enorme cortada en la mejilla y sus manos cubiertas por guantes se aferraban a un par de botellas y una hamburguesa.
—¡Erick, esto es un caos!
—¡Explícame qué demonios está sucediendo!
—Es difícil —contuvo el aliento—. Quinton está buscando la cabeza del Olímpic.
—¿De Edison?
—Así es. Al parecer tienen una deuda desde la emboscada con Blocker, y piensan cobrársela a como dé lugar.
—¿Qué hay de ustedes?
—¡Nos está cargando la chingada! Si los de Quinton no logran asesinar al jefe, se desquitarán con nosotros, nos terminarán echando a la policía para eliminarnos y así eliminar cualquier ingreso ilegal que venga de otros estados. Créeme precioso, que lo que menos quiero es tener al padre de una novia tuya detrás de mí.
—Elaine Collins no es mi novia.
Rubén entornó los ojos.
—Erick, tienes que sacarme de aquí o me van a matar.
—¿Y qué quieres qué haga, que te lleve a mi casa y que Brandle me termine asesinando?
—En ese caso, moriríamos juntos.
—Púdrete.
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Editado: 07.05.2024