Celda De Diamante

Cap. 8. El espectro de un hombre cruel (Parte 4)

Hardy había vuelto a casa, lo había hecho durante la madrugada cuando ni Roxana o Amalia se dieron cuenta, por lo que el animal tuvo que dormir afuera casi muriéndose de frío y tristeza.

—Ahí está —Roxana señaló al perro, Iker había sido llamado por ella, y en cuanto el animal lo vio comenzó a moverle la cola—. Esta mañana, cuando mamá salió para sacar las bolsas de basura, lo encontró sobre la alfombra de la puerta. Lo traje adentro, le puse un par de mantas calientes y le revisé los golpes, afortunadamente no encontré nada grave.

—¿Dices que se aventó de la azotea?

—Exactamente. Traté de sujetarle del collar y bajarlo conmigo, pero antes de que pudiera tomarlo, él se lanzó.

—¿Ha querido comer algo?

—No. Desde que regresó no ha dejado de ladrar y de aullarle a la puerta.

Y justo en ese momento, los zapatos de Amalia indicaron que la mujer venía bajando las escaleras. Envuelta en una frazada, la esquelética mujer luchaba por mantenerse con vida y energía.

—Mami, ¿quieres que te prepare un café?

—No, yo puedo preparármelo sola.

—Buenas días, señora Allen.

—¿Qué tienen de buenos?

Y como si fuera el mayor desplante del mundo, Iker bajó la cabeza, se mordió el labio y se limitó a responder.

—Perdón Iker —Amalia se disculpó— no me siento bien. Ya sabes que esta es tu casa, y puedes quedarte el tiempo que desees.

—¿Quieres quedarte a desayunar? —Roxana rápidamente intentó aligerar las cosas.

—Te agradezco la invitación, pero no. Creo que llevaré a Hardy a correr un rato. Quizá eso me anime a mí también.

—Tienes razón. El estar dentro de esta casa se está convirtiendo en un infierno.

El chico se acomodó el cabello dentro de una gorra deportiva negra, tomó la correa del animal y echó a andar junto con el perro.

Arrowhead Area era un lugar demasiadamente grande. Con diversas áreas recreativas familias enteras decidían cual elegir para pasar el mejor momento con sus seres queridos, con sus hijos o con amigos. Desde el lago con sus lanchas de paseo, hasta sus senderos y parques de juego el recinto se sumergía en una gran cantidad de árboles y otras plantas que adornaban cada detallado camino, las zonas de descanso y los bebederos para aves. Iker había pasado la primera parte del tiempo trotando y caminando alrededor del parque infantil, los niños señalaban a Hardy y éste les movía la cola o les daba la pata. Agotado por la larga caminata, el chico decidió sentarse en una de las bancas de descanso y el perro se sentó a su lado en el suelo.

—Leí tu mensaje.

Iker dio un brinco cuando escuchó la voz de Elaine cerca de su nuca.

—¡Me asustaste!

—Al grano, Evans. ¿Qué sucede?

—Siéntate —y como en los viejos tiempos, Iker palpó un par de veces el espacio vacío sobre la banca, a sabiendas de que este acto no era para nada del agrado de su amiga.

Sin embargo, y sin poner ningún reparo, Elaine accedió sentarse a su lado.

Durante un momento no hubo más ruido que las risas lejanas de los niños que se divertían, las aves en el cielo y personas que platicaban mientras trotaban o realizaban ejercicio.

—Perdóname Elaine.

Ella lo miró, un gesto de preocupación le abofeteó el rostro.

—¿Qué hiciste?

—Nada, y tranquila, no he tocado a Howard, si eso es lo que pensaste. Solo sentía la necesidad de pedirte una disculpa, mi comportamiento de todas estas semanas no ha sido el mejor, mucho menos el haber puesto tanta presión sobre tus hombros.

—Iker —Elaine lo interrumpió—, ¿te estás rindiendo?

—Nooo, claro que no, es solo que… Esto es absurdo, tengo miedo y no sé qué hacer para solucionarlo. Para empezar, ni siquiera sé a qué viene ese temor.

—¿A no verla?

—No. En realidad, a no superarla. No sé cómo voy a superar el día en el que tenga que hacer mi vida sin ella. Quizá esto ya lo sepas, pero de igual forma voy a decírtelo; no es fácil ver a una persona todos los días y que de un momento a otro te la quiten. Quiero abrazarla, decirle cuanto la quiero, decirle que me he estado muriendo sin ella, que la quiero conmigo, aquí a mi lado. Ya no puedo, Elaine, ya no puedo —estaba llorando.

Elaine logró empatizar con el mismo sentimiento, tampoco pudo fingir firmeza, ya no podía actuar como si nada le afectara. Se agachó, jugó unos segundos con sus manos y vio cómo el suelo se oscurecía con sus lágrimas.

—Deja de pensar en eso —su voz estaba rota—. Iker, tan solo imagínala aquí con nosotros, haciendo sus bromas que solamente ella le encontraba chiste.

»Es hora de irme, iré a mi departamento y después volveré a la comisaría, ¿quieres venir conmigo?

—No, gracias. Seguiré trotando con Hardy un rato más.

Y sin tener nada más qué decir, Elaine se levantó y mientras calentaba sus manos dentro de los bolsillos de su abrigo, comenzó a caminar.




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