Celda De Diamante

Cap. 11. Pruebas incriminatorias (Parte 1)

—¿Y bien, qué quiere decir eso?

—No tengo ni la menor idea de qué signifique —el muchacho se quitó los auriculares y echó su silla hacia atrás, pues la caída en el bosque todavía se hacía sentir.

—¿Cómo no vas a saber? Vamos Evans, querías que tuviera a Howard en detención, ahora lo tengo y necesito saber qué significa eso.

—Mira —movió el monitor de la computadora hacia ella—. Por el momento te puedo decir que Badat Tipsem es una banda de rock australiana. Sus canciones tienen un estilo, Mmmm, satánico y oscuro, tanto que muchas veces fueron investigadas por la policía de su país. Es raro que aun sigan existiendo personas que las escuchen.

—¿Y los números?

—Eso es lo que no te sé explicar. Podría ser una fecha: el día diez de diciembre del año dos mil seis. Podrían ser números al azar, coordenadas, podrían ser cualquier cosa.

—Guíate por una fecha. ¿Qué pasará el día diez de diciembre?

Por su parte, Martha Susan comentó lo siguiente:

—No creo que sea diciembre, estamos en octubre y Erick Howard sabe que le queda poco tiempo antes de que lleguen las muestras de ADN.

—El problema que existen con las muestras —Rodrigo se metió—, es que cuando lleguen, ¿qué se hará con ellas? No tienes con qué compararlas, y dudo que en estas circunstancias Howard te permita sacar muestras de su cuerpo. Tienes que buscar algo más Elaine, solo así conseguirás tener una orden y exigirle una muestra de su ADN.

—Iker, te necesito más que nunca, averigua qué demonios significan esos números.

—Elaine —su padre la tomó del hombro—, no es por querer sonar molesto, pero el tiempo se te está terminando. No puedes estar atenida a que lleguen las pruebas.

—Lo sé, papá, pero ¿qué quieres que haga? Esta frase es lo único que me queda para detenerlo. ¿Sabes qué? Ya sé quién podría saber esto.

—Espera, espera, alto ahí Collins. ¿A quién piensas llamar?

—Tal vez si se lo pregunto a Volker…

—¿A Volker? ¿De verdad, Elaine, piensas salir corriendo detrás de él cada vez que te estanques en un caso?

—Papá, sabes que la mente de ese asesino nos ha servido de mucho. Lo que él me dijo sirvió para que yo sospechara de Howard.

—No Elaine, su visita te reafirmó lo que tú ya sospechabas, pero jamás te hizo mirar en esa dirección.

—¿Tienes otra idea más inteligente? Como tú me lo has dicho, el tiempo se me termina, y si para detenerlo tengo que hablar con Volker, hablaré con él.

—No sabes cómo me estoy decepcionando de ti.

La firmeza de Elaine se quebró.

—No me digas eso, papá, no en este momento.

—Creí que tenías mucha más capacidad que eso, pero ahora veo que es tan fácil persuadirte.

—¿Disculpa?

—Todo lo que me has respondido es gracias a Volker. Los créditos se los estás dando a él, ¿y en dónde quedas tú? ¿En dónde queda tu inteligencia y entrenamiento de tantos años? —el agente suspiró, pues ni siquiera su hija le haría tener un descontrol de emociones—. No te preocupes, dejaré que hables con él y te ahorraré las horas en auto. Llamaré a la prisión y les haré saber que te comuniquen por vía telefónica con él.

»Elaine…

—¿Sí, papá?

—Solo no te decepciones de lo que pueda responderte.

A los pocos minutos, Rodrigo juntó al personal de comunicaciones y rastreo en el cuarto que se le había asignado a Iker. Al final Martha Susan, Elaine y su propio padre también se reunieron con ellos.

La operadora anunció que le sería conectada la línea y durante algunos segundos la habitación permaneció en silencio absoluto.

—Es la primera vez que escucharé la voz de Volker Kennedy —comentó Martha Susan, luciendo una emoción poco normal para su puesto.

—Rodrigo —la voz burlona y ronca de Kennedy se escuchó por todo el cuarto gracias a los altoparlantes—. Es poco normal que me hagas llamadas. ¿A caso es mi cumpleaños?

—Volker —la voz de Elaine tomó fuerza.

—Mmmm, ya se me hacía extraño.

—Escúchame Volker, necesito que me respondas una pregunta.

—¿Yo?

—¿Qué significa Badat Tipsem 10, 12, 06?

Rodrigo se mordió la lengua y cerró los ojos ante la vergüenza que aquella pregunta le causó, pues para empezar no era la manera ni el momento para decirlo, sin embargo, guardó silencio. Rodrigo Collins amaba a su hija como nadie, y por eso mismo no quería turbar su vida y sus decisiones, dejaría que el mismo Volker, quien era claro que no demostraría empatía, hiciera lo que su instinto psicópata le dictase.

Volker no vaciló en responder:

—¿Y cómo lo voy a saber yo? En mi vida había escuchado ese nombre.

—Es, es… —Iker miró a Rodrigo, tenía la información en sus manos y quería apoyar—, es una banda de rock australiana.




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