Celda De Diamante

Cap. 11. Pruebas incriminatorias (Parte 2)

El día cinco de octubre a la una cuarenta de la tarde, se llevó a cabo el registro en la enorme casa Howard, aquella misma casa que le costó a Erick duros años de trabajo y esfuerzo conseguir. Había policías entrando y saliendo del domicilio, algunos cargaban cajas de cartón y otros se encargaban del equipo especial ayudando a los peritos que también desfilaban por todas las habitaciones. Cuando Elaine y su padre bajaron del auto policial, se dirigieron al interior donde una agente de los periciales los esperaba para hablarles un poco sobre los hallazgos.

—Dígame que pudieron encontrar algo, por favor.

—Más de lo que esperábamos —y sobre una mesa del equipo especial, le presentó las pocas muestras encontradas, cada una dentro de una bolsa hermética—. En el colchón de su cama pudimos encontrar algunos rastros de vómito, fluido seminal y sangre. Necesitaríamos enviarlo al laboratorio y esperar a que se compare con el ADN de la víctima. Otra cosa que encontramos fueron pequeños trozos de cinta industrial pegados en las cuatro esquinas de la cama; no es mucho si se ve a simple vista, pero los residuos de pegamento indican que había más cantidad pegada a ellas.

—¿Cómo si hubiese tenido algo amarrado?

—Exactamente. El personal sigue despegando los residuos, pero como entenderás, no queremos dañar el material.

»Elaine, se encontró esto en una de las maletas de la entrada. A juzgar por la demás ropa que había dentro, se trataba de la maleta de Jadela Howard.

Y cuando Elaine vio el suéter morado dentro de la bolsa hermética, no dudó en asemejarlo con el mismo suéter que Sara tenía puesto en las fotografías de los volantes. Según la declaración de Roxana Allen, ella misma le había tomado esa fotografía el día de su desaparición.

—¿Han encontrado algo más?

—Por el momento no. Los peritos siguen revisando el suelo de la casa, el patio trasero, y su auto.

Elaine se asomó a la ventana. La casa era increíblemente grande, sobre todo porque más allá de ella, lo único que podía existir era el extenso bosque Arrowhead Area, y si tan solo a Erick se le hubiera ocurrido esconder evidencia importante dentro del poblado mar de árboles, esos significaría que la búsqueda y el registro deberían extenderse muchos kilómetros a la redonda.

—¿Estás ocupada? —Rodrigo llegó a ella.

—No, ¿qué pasa?

—Martha Susan ha llamado. Dijo que es urgente que regreses a la comisaría…

—¿Le pasó algo a Erick? —no lo dejó terminar.

—No, Howard está bien. Martha dice que hay una joven que quiere hablar contigo, que llegó muy alterada y que no ha dejado de llorar.

—Voy enseguida.

3

Uno de los guardias abrió la reja de la celda y le permitió a Helmer entrar. Erick estaba insoportable, sus ojos solferinos y cansados lanzaban una clara advertencia de alejamiento, no obstante, esto no le impidió al abogado sentarse a su lado.

—Tengo la boca seca —Erick se quejó.

—Aguanta lo más que puedas, y por nada del mundo vayas a beber o a comer algo que te ofrezcan aquí. No quiero arriesgarme a que te saquen el ADN.

Se pasó alrededor de un minuto en total silencio, Declan jugó unos segundos con sus dedos, mientras que Erick simplemente apoyó sus manos sobre sus rodillas.

—Erick… ¿Qué hay en esa casa?

—¿Qué te contó mi madre?

—La verdad; qué asesinaste a la chica.

»Y que también mataste a Brandle.

Helmer se ganó su atención.

—¿Desde cuándo te estás tirando a mi madre?

—Eso no es asunto tuyo, Erick, mejor preocúpate por salir indemne de este lugar. ¿Qué hay en la casa?

—Me deshice de todo lo que pude. Quemé las sábanas, los paños, la lámpara y todo lo que ocupé.

—¿Entonces no hay nada que te incrimine?

—No recuerdo bien.

Helmer se levantó, volvió a ajustarse la corbata y tomó su teléfono, pues necesitaba hacer algunas llamadas.

4

Cuando Elaine llegó a la comisaría, Martha Susan la llevó hasta la sala de víctimas especiales. El lugar era tranquilo, callado, tenía una iluminación cálida y abastecedora, debido a que era la sala en la que se llevaban a las víctimas de abuso y agresión sexual.

—Hola —Elaine entró y trató de sonreír, sin embargo aquella misma sonrisa fue muriendo al reconocer a la joven como la practicante del área de control de animales de la misma comisaría.

—Agente Elaine —la muchacha estaba sentada sobre uno de los sofás largos—, necesito hablar de algo con ustedes.

Elaine se sentó en la mesa de enfrente.

—Te escucho.

Ella continuó llorando.

—Yo sé quién se llevó al perro que usted está buscando.

—¿Al perro del caso Allen?

—Sí. No había querido decir nada porque tenía miedo, pero ya no puedo más, la culpa me consume. No sé qué le habrá podido pasar al pobre animal.




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