Todos los que observaron la confesión durante horas enteras permanecieron en silencio, inclusive la agente Collins, quien hasta ese momento se había aguantado las ganas de golpearlo. De repente, el hombre sintió la necesidad de joder las cosas, ya había confesado y era cuestión de tiempo para que Elaine comenzara a buscar las evidencias restantes, evidencias y pruebas reales que incluso podrían aparecer en el cuerpo, la ropa y la saliva del verdadero asesino.
—Siéntete afortunada, Collins, jamás había hablado de esto con nadie, ni siquiera con mis amigos, o con mi madre —Erick se reacomodó en la silla—. Por cierto, ¿disfrutaste de la ensalada? ¿No se te hizo un sabor, “familiar”?
El sabor de todos los ingredientes que predominaron en aquella comida, todos y cada uno de ellos, incluida la extraña carne que trituraron sus dientes volvieron al paladar de Elaine como si su boca estuviese teniendo un vivo recuerdo de lo que tragó.
—Los cociné para regalarlos, en forma de un inocente alimento, a alguien que los dos apreciábamos mucho. Una persona muy importante en nuestra vida.
—Lo va a golpear, lo va a golpear —Rodrigo advirtió el comportamiento de su hija, anticipó lo que estaba por suceder y entró para evitar que la situación escalara.
—¡Maldito desgraciado!
Todo sucedió tan rápido que al agente Collins le costó trabajo controlar la escena. Elaine se precipitó por encima de la mesa, estaba dispuesta a romperle la cara, por su parte y en un intento de huir de ella, Erick se jaló en la silla lastimándose cuando sus manos quedaron presas en las esposas del tubo de metal.
—¡Elaine, quédate quieta! —le gritaba su padre.
—¡No puedo! ¡Él…! —la agente vomitó.
—¿¡Elaine, qué te pasa!?
El resto de policías se encargaron de asegurar al sospechoso.
—¡La ensalada que me tragué…! ¡Tenía, tenía los dedos faltantes de Sara! ¡Erick, bastardo de mierda! ¡Me encargaré de que te pudras en la cárcel!
—¡Basta, Elaine, compórtate!
Le llevó algunos minutos a la agente recuperar la compostura, finalmente y pasado el ataque de ira, Elaine volvió a la mesa del interrogatorio y habló serenamente, sin embargo Rodrigo y dos oficiales más permanecieron dentro de la cámara.
—Ya cumplí con la parte del trato, ahora respóndeme, ¿en dónde está Roxana Allen?
—Referente a nuestro trato…
—¡Habla! No tengo tu tiempo.
—Te lo dije cuando te hablé del policía asesinado. Está en una bodega de Holdenville, casi a una hora de aquí.
Elaine miró a su padre.
—Envía varias unidades ahí, y ¿podrías encabezar la búsqueda?
—Desde luego. Te informaré de cualquier cosa que surja.
Los dos oficiales salieron detrás de su jefe, dejando finalmente a una muy enojada Elaine y a un indefenso Howard que no había perdido la sonrisa de satisfacción y prepotencia; pues sin que la agente al frente suyo lo sospechara, él tenía las cosas bajo control, bajo su propio control.
—Bien Erick…
—¿Me vas a intentar pegar otra vez?
Ella se mordió la lengua.
—No. De hecho, quisiera hacerte un par de preguntas, las últimas.
—Te he contado detalles enteros de mi vida, ¿y aun piensas que soy estúpido? Lo que tú buscas es matar tiempo, tiempo para que tu padre llegue a la bodega y te informe sobre el estado de Roxana, porque sabes que si no la encuentran, el que tú y yo estemos solos en este cuarto te da la total libertad de golpearme, amenazarme y someterme hasta que te diga la verdad.
Ella le sonrió.
—Me has dado la bofetada más grande de mi vida. No eras el idiota que pensaba. Y bueno, ahora que los dos estamos en contexto de nuestras capacidades e inteligencias, es momento de hablar sin reparos. En estos momentos, ¿hay algo que te preocupe, Erick? Digo, sabes que con todo lo que me has contado y con las nuevas pruebas que irán apareciendo en tu contra, la oportunidad que salgas exonerado de toda responsabilidad es mínima.
—Mmmm, no. El que te haya dado mi confesión, aun sabiendo que has grabado cada jodida palabra que he dicho, es una clara señal de que no me preocupa nada.
—¿Qué me dirías si yo osara compararte con grandes asesinos de la historia norteamericana y del mundo?
—Me reiría.
—¿Por qué?
—Porque yo no soy nada comparado con esas mentes. Ellos si son dignos de llamarse reyes del horror. Dennis Rader, Andrei Chikatilo, Ted Bundy, Charles Manson, John Gacy, hasta Dahmer, y muchos otros más que sí han logrado mantener la corona en este mundo de psicópatas, y quienes como yo, también han caído.
A pesar de sus espantosas palabras, Elaine no perdió su sonrisa.
—¿Recuerdas cuando te dije que yo no te consideraba un psicópata? Sostengo mi afirmación. He visto a un sólo psicópata a lo largo de mi vida, lo he visto a los ojos, lo he escuchado hablar y burlarse de mí, incluso dejé que jugara conmigo y me hiciera caer en el revoltijo de mi propia mente, ¿y sabes para qué me sirvió? Para darme cuenta de que tú no eres como él. Tú eres un maldito sociópata que al final tuvo una gran cantidad de fallos y una sola debilidad.
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Editado: 07.05.2024