Celestial (luz de medianoche 2)

Duelo

Capítulo 24:

Duelo

 

Dess

El cielo se ha unido a nuestro duelo.

Gotas caen contra el suelo oscureciendo al mundo con su dolor. No puedo ver más allá del fuerte aguacero que azota la ciudad.

Una ventisca helada hace danzar las copas de los árboles y me eriza la piel. Estoy bajo la lluvia soportando el frío mientras que Anastasia deja salir una mezcla de sentimientos que la consumen por dentro. Su piel canela se ha cubierto de espirales y látigos dorados se impactan contra el suelo estremeciendo la tierra con cada impacto. Los látigos que emergen de sus manos golpean el suelo, los árboles…

A su alrededor va quedando una estera de hojas, ramas y hasta árboles completos que han sido cortados desde el tronco. Los cambiantes son muy temperamentales y nadie es capaz de acercarse a ella para hacerla reaccionar, y que se detenga.

Los únicos que nos encontramos fuera de la mansión de los vampiros: Santiago y yo.

Lo demás están dentro, atendiendo las heridas de quienes salieron heridos, preparando el cuerpo de Ronald para ser sepultado, a la espera de noticias sobre Gabriel que fue llevado con los arcanos por sus graves heridas, y su condición de demonio. Sandra se ha quedado con él y Romina ha regresado.

Nadie nos siguió hasta la mansión, y de momento tres sellos se han cerrado generando calamidades para el mundo. El exterior es un caos, la gente está comenzado a poner su fe en un ser alado que hace milagros. El celestial con las alas esqueléticas se ha presentado al mundo para cumplir los más desesperados deseos de la humanidad. Se está aprovechando de los miedos y debilidades que tienen las personas.

El castañear de mis dientes es incontrolable, pero me niego a resguardarme del aguacero. No quiero dejarla sola, Anastasia no está bien. Está destrozando todo a su alrededor, pero sé que en algún momento colapsara. No ha derramado ni una sola lágrima.

—Deberías ir a dentro —sugiere Santiago.

Él permanece a mi lado en todo momento. Su franela está pegada a su piel enmarcando su torso. Es una buena vista, aunque no es un buen momento para pensar en eso.

—No la quiero dejar sola.

Me rodea y pasa sus brazos por mi cintura acunándome con su cuerpo. Suelta un suspiro y reposa su cabeza en mi hombro. Su piel esta helada al igual que la mía. Pero es reconfortante tenerlo tan cerca. No hemos tenido mucho tiempo para compartir, ha sido un golpe tras otro y no podemos parar hasta que los sellos estén cerrados, todo se ha convertido en una batalla sin descanso.

—No sé qué haría si algo te pasará —susurra.

Anastasia se ha detenido. Desde aquí puedo ver lo agitada que se encuentra. Solo tengo que verla para saber que no me gustaría estar en su situación, con el alma destrozada porque alguien se ha ido para siempre. Es un dolor que no he experimentado. No es mucho tiempo el que tengo conociendo a Santiago, pero él se ha convertido en alguien muy importante para mí. Con Daniel, bueno, aún no sé a dónde nos lleve nuestra relación como hermanos. Pero sé qué si algo les pasa a cualquiera de los dos me voy a quebrar por dentro.

—No pensemos en eso ahora —mi voz es una súplica.

Cada uno de nosotros se puede ir de este mundo en cualquier momento. La muerte no avisa, y estamos expuestos a ella cada segundo de nuestras vidas.

—Es difícil no hacerlo con todo lo que está sucediendo. Todos sabemos a lo que nos enfrentábamos eligiendo este camino, pero ahora que estamos de frente con la batalla tenemos miedo.

—El miedo en ocasiones nos hace fuertes para continuar —digo.

—Sí, todos lo sabemos. Dimas, Leonardo, ese otro chico y tú son un gran ejemplo de ello.

Los látigos de Anastasia retroceden hasta anclarse de nuevo en su piel como espirales. El torrencial de agua persiste, parece que no se detendrá por un buen rato. Mi amiga cae de rodillas al suelo y hunde sus manos en la húmeda tierra. Sus gritos se mezclan con la lluvia y se deja caer por completo contra el suelo.

Santiago me libera de su agarre y para cuando me doy cuenta la está levantando del suelo. La trae en brazos. Doy vuelta y voy a abrir la puerta, la mantengo abierta hasta que él pasa con Anastasia. La puerta trasera nos lleva directo a la sala principal, que está desierta. Subo las escaleras detrás de él. En el primer piso nos encontramos con Paula, quien nos hace pasar a una de las habitaciones.

—Déjala en la cama —dice Paula una vez que cierra la puerta.

Anastasia gime y llora. El hada deja una toalla sobre mis hombros, cruza la habitación y se acomoda al lado de mi amiga para abrazarla.

—Me quedaré con ella. Ustedes vayan a cambiarse o se resfriarán.

Santiago me hace salir de la habitación, y me dirige hacia el segundo piso. Mantiene su brazo rodeando mi cintura para que no pueda regresarme. Sabe que no quiero dejarla, se supone que me mantuve bajo el aguacero por ella. Nos detenemos frente a una de las habitaciones, y me hace pasar.

—Te quedas aquí mientras busco a Romina para que te consiga algo de ropa —dice y me deja encerrada.




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