Celestial (luz de medianoche 2)

Diablillos del infierno

Capítulo 23:

Diablillos del infierno

 

Dess

—¿Por qué lo hiciste? —mi pregunta la hace alejar la vista de su reflejo en el lago.

Dina es un espectro de sí misma, su alma vaga por senderos oscuros arrastrando sus cadenas.

—Ya lo sabes. Lo has recordado todo, tu mente te ha llevado de regreso al pasado. Has cerrado el sello y me has condenado a esta existencia sin descanso —me reprocha.

Sus ojos han perdido todo ese bonito color marrón que permanece en mis recuerdos, ahora son solo dos agujeros negros. Una piel gris como el cadáver que nunca deseo ser.

—Tu misma te has condenado a este destino. El día en que entregaste tu alma por una vida eterna sobre la tierra accediste a llevar esas cadenas en tus manos —el lago le muestra mi reflejo, mis alas negras expuestas a mi espalda, una espada sujeta a mi cintura. Ella retrocede, se aleja de mí—. Tú me entregaste para que me asesinaran. ¿Qué ganaste con eso? ¿No te has puesto a pensar en todas esas vidas que consumiste? ¿No sientes culpa?

—¿Por qué ha de sentir culpa? Consumir sangre era mi naturaleza, saborearla hasta la última gota aceleraba mi aliento —dice con melancolía. Me parece impropio que pueda extrañar esa existencia impuesta por las tinieblas.

—Tú eras humana. Tu naturaleza no era vivir con el néctar de la muerte de otros. Ser un espectro vagante de este mundo es el resultado de tus decisiones y acciones. Nadie más es culpable, solo tú —digo sin poder expresar ningún tipo de sentimiento, no la odio, pero tampoco puedo apreciarla. Hace mucho que perdí a mi hermana. Mucho antes de estar muerta.

—Me abandonarás, ¿cierto? —dice con una súplica implícita. Ahí, parada frente a mí intentando mostrar a un ser despiadado se encuentra una niña asustada, temerosa del tiempo impreciso que vivirá.

—Tomamos caminos diferentes, hermana. Debo regresar, tengo un destino que cumplir al igual que tú—retomo mi andar de vuelta a mi cuerpo. Un sendero que he recorrido en más de una ocasión, y que ya no me produce tanto miedo como antes—. Me hubiera gustado que las cosas hubieran sido diferentes, Dina. Si te sirve de algo, te perdono.

Ella  solo permanece de pie a un lado del lago, con la carga de sus dediciones. Emprendo mi viaje de regreso.

***

Muevo la mesa que impide que la puerta sea abierta. Desperté en medio de una realidad dolorosa. El cuerpo de Ronald cubierto por una tela se encuentra a un lado de la enorme fuente que decora el recinto principal de Luz de Medianoche. Su partida no es fácil de soportar. Un vacío me oprime el pecho, un sentimiento que no puedo desatar. Lágrimas que debo guardarme para cuando estemos a salvo.

Todos se encuentran dormidos, a excepción de un argel que se encuentra herido. Un joven mayor que yo, es posible que sea contemporáneo con mi hermano. Cabello negro, largo hasta los hombros, recogido en una coleta y profundos ojos violeta. Su brazo ha sido vendado con la franela de alguien, y es quien me ha dicho que detrás de esta puerta se encuentra Karla, además de que estamos rodeados de rebeldes.

Geraldine está muy mal, su torso se encuentra vendado y algunas partes de la tela están humedecidos de sangre. La loba en momento de descontrol la ataco. Su temperatura es muy alta, y eso no es nada alentador.

Abro la puerta y entro.

El lugar ha sido destrozado por completo. Cada mueble esparcido en pedazos. Las paredes con arañazos y en una esquina una figura femenina en posición fetal, cubriendo un poco su desnudes. Karla tiene los ojos cerrados, tengo la impresión de que está despierta. Algunas zonas de su cuerpo enrojecidas como heridas que ya han cicatrizado.

—Karla, sé que estas despiertas —ella se mueve con rapidez y termina sentada con las piernas entre cruzadas y el cabello alborotado cubriéndole el pecho.

—Ah, eres tú —dice con desinterés—. Necesito algo de ropa.

—Me doy cuenta de ello. El problema es donde buscarla —salir de aquí no es una opción de momento. El exterior puede ser muy peligroso.

—La oficina de Paula. Ella siempre tiene algo de ropa oculta. Un hada muy precavida —exhala un suspiro de frustración. Clava sus bestiales ojos en mí, como si intentara descifrar un misterio—. La regresión te ha cambiado, ya no te ves cómo alguien débil. Te ves imponente. Eso me agrada. ¿Todo en tu cabeza está en su lugar?

No puedo evitar sonreír por todos los cambios que he vivido. Renací con la confusión de experimentar el aire en mis pulmones de nuevo, la carga de mi pasado se bloqueó ante la presencia de mi hermana. Verla en el cementerio, me hizo ser la misma chica de 17 años que se sentía protegida por su hermana mayor, un tiempo efímero en el que una estancia en el infierno era como un mal sueño y como si el tiempo nunca hubiera transcurrido. Su error fue llevarme por el bosque donde mi mente se abrumó, donde su verdadero rostro quedo expuesto y un torrencial de sentimientos me embargo, nos enfrentamos. Ella huyó, y yo quedé inconsciente porque no fui capaz de asimilar la traición. Lo que conllevo a que mi mente ocultara todo sobre lo que fue mi existencia, viviendo en un descubrimiento de mi misma y mi alrededor con cada día de vida, hasta ahora que todas las piezas del rompecabezas han encajado. ¿He cambiado?, sí. Quien ha despertado hoy, es la chica que aun sabiendo que iba a morir decidió ser el celestial del arcángel Miguel.




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