Celestial (luz de medianoche 2)

Sepultura

Capítulo 25:

Sepultura

 

Dess

—Esta será la última vez que nos veamos —dice Diana mirando con tristeza las calles cubiertas de muerte.

Una muestra de lo que abatirá al mundo en las próximas horas. Asesinatos y suicidios estarán a la orden del día una vez que los dos últimos celestiales renazcan del infierno.

—La balanza se va a equilibrar, una línea recta que pondrá en igual al bien y al mal —murmura la vampira. No me gusta para nada el rumbo que ha tomado esta conversación—. Una igualdad que acabará con la humanidad, así como lo ves ahora. Hay demonios que se encuentran encadenados, y no deben ser liberados.

—Debo suponer que no me dirás quienes no deben ser desencadenados —afirmo. Ella sonríe.

—No veo necesario decírtelo. Ya no estás atrapada entre tu pasado y recuerdos. Tú conoces muy bien de lo que hablo, lo que realmente importa es ¿tienes idea de cómo enfrentarlo?

Gira el torso con la mano en la cintura. La negrura de sus vestiduras se ajusta a su cuerpo como un guante enmarcando cada curva en su delgada figura. Su profunda mirada taladra mis ojos. Cadenas, en el infierno hay muchas cadenas que esperan ser liberadas.

—Ya estoy en eso, pero no contaba con tu visita y despedida. Tendré que acelerar algunas cosas.

—Nos quedamos sin tiempo para actuar —musita ella. Su cabello rojizo baila al ritmo del viento.

—¿Qué ocurrirá con los otros tres sellos que se mantendrán abiertos? —espero que me dé una respuesta. Solo somos cuatro, y la igualdad de la que habla solo sugiere una cosa: los otros dos celestiales van a desertar.

—No tengo idea, Dess —baja la mirada de nuevo a las calles. Desde la azotea de uno de los edificios de la ciudad podemos observar los destrozos que ha causado el mal en toda la ciudad—. Esto no se supone que pasaría. Ni siquiera la trágica muerte de los celestiales estaba prevista, ¿cómo el príncipe de la oscuridad los encontró?

Es un misterio hasta para el mismísimo cielo. Que tres de ustedes deserten de una decisión que nadie les impuso, es una estocada que no se esperaba. La tierra está cubierta por un manto gris que nos afecta a todos, vivos, muertos… Por eso tengo que emprender un viaje que me aleja de este espacio terrenal.

—Entiendo —contemplamos las calles hasta que su retirada se convierte en un desvanecimiento de mi visión.

***

Tic toc

El tiempo no se detiene, avanza como una avalancha arrasando todo a su paso y me siento sepultada por ella. No todos pueden ser salvados. En toda guerra hay muerte. Por más que desee detener esto sin pérdidas innumerables, es imposible. Debo admitir que el príncipe de las tinieblas ha logrado parte de su cometido, mientras, nosotros apenas y nos levantamos de nuestras tumbas.

—¿No es muy temprano para estar despierta? —pregunta Santiago entre dormido.

Todavía no sale el sol. Soñé con Diana y parece que no nos volveremos a ver. Ahora sí, se ha ido para siempre. Pero no fue eso lo único que me despabilo el sueño, también algo que descubrí una vez que volví de la regresión. He descubierto la identidad de alguien, y estoy segura de que no soy la única. Mis tres compañeros celestiales tuvieron que darse cuenta también.

—Sí, lo es. Pero tuve un sueño revelador.

Él se sienta aún con los ojos cerrados. No recuerdo en que momento me quede dormida, desperté hace unos minutos para encontrarme compartiendo la cama con él. Me dediqué a observarlo dormir por unos minutos antes que mi mente comenzara a atar algunos cabos sueltos.

Se pasa la mano por el cabello que está disperso en todas direcciones. Ni pensar como está el mío. Abre los ojos y son de un marrón oscuro, una mirada profunda y soñolienta.

—Eres el ángel más hermoso que pudo haber renacido.

—Nunca has visto un ángel.

—Te estoy viendo a ti.

Sonrió algo nerviosa, hasta olvido respirar cuando se acerca para darme un beso.

—Tú eres mi ángel y te amo —susurro contra sus labios.

—Soy todo menos eso.

La distancia entre los dos la delimita nuestras narices juntas.

—Te equivocas. Lo eres desde aquí —pongo mi mano sobre su corazón— y eso es lo que cuenta.

—También te amo.

Nos abrazamos. Con cada segundo que transcurre nacen nuevos problemas que ponen en juego nuestras vidas. No quiero pensar en la muerte, pero es inevitable cuando en unas horas sepultaremos a Ronald.

Ambos tememos por la vida del otro.

***

En un par de horas el día engullirá la noche. De momento, espero a que Geraldine despierte. Tenemos un asunto pendiente por conversar.

—Ya decía yo que había algo extraño en esa mujer —murmura Erick.

En medio de todo hemos descubierto algo muy interesante. Ahora que mis recuerdos están todos muy bien encajados en mi memoria y los de Dimas también, es más fácil reconocer a identidades ocultas.




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