Celestial (luz de medianoche 2)

Ángel caído

Capítulo 26:

Álgel Caído

 

Dess

 

Poner un pie dentro de la academia no sé si es lo más estúpido que estamos por hacer o lo más acertado. En los alrededores se respira malicia, muerte y condena. Una combinación que me contrae los órganos del miedo. Una mezcla de poder que proviene de los confines del infierno. No solo los diablillos han cruzado a este mundo algo más oscuro y siniestro se encuentra escondido dentro de la fortaleza que es Luz de Medianoche.

Cada entrada esta custodiada por los sabuesos del infierno y donde pongo mi mirada están los diablillos, destrozando lo que sea que se encuentre en su paso. Han deshojado más árboles de los que puedo llegar a contar.

Hemos dejado a Anastasia en la casa que está distanciada de la academia, donde Diana dio su último respiro. Ese lugar no ha sido tomado por los rebeldes, así que los arcanos se han establecido allí. Hay muchas caras nuevas, argeles que han venido de otros lugares y los arcanos, ángeles caídos. Me sorprende lo rápido que se han movilizado, supongo que la situación lo amerita. No habido tiempo de presentaciones ni explicaciones, cada quien sabe lo que tiene que hacer. Recuperar la academia es el primer paso de contención ante las consecuencias del cierre de los sellos.

Es difícil saber si los diablillos se han propagado hacia las ciudades cercanas, pero de momento es necesario su exterminio en la academia. Son criaturas peligrosas que buscan diversión en la muerte de pequeños ángeles sobre la tierra. Infantes con la protección de cielo que por medio de ellos son raptados al infierno.

De nuevo estoy frente a la entrada de la academia como aquel primer día en que llegue, desorientada y desmemoriada. Solo que ahora sostengo mi espada con firmeza y tengo la convicción de que regrese por esto, y regrese a este mundo para luchar porque otros no sean sacrificados como lo hicieron conmigo. Para que otros no se dejen seducir por la lujuria fácil a lo desconocido. El mal no se puede erradicar de la tierra, pero si equilibrar, y esa balanza de alguna manera esta mis manos.

—Entre los cambiantes, hombres lobos y vampiros se harán cargo de los sabuesos. Los arcanos han traído algunas armas que nos darán algo de ventaja —dice Geraldine a mi lado—. Las hadas estarán al pendiente de los heridos, y los argeles tienen que concentrarse en expulsar el mal que se consagró en nuestras tierras.

De todo lo que dijo una sola cosa ha hecho eco en mi mente.

—¿Qué tipo de armas? —pregunto.

—Nos estamos enfrentando a criaturas infernales, y solo argeles y arcanos tenemos las habilidades para enfrentarlos en igualdad de condiciones, en cambio los demás no. Desde que los sellos fueron abiertos, los arcanos hemos estado trabajando en una forma de llevar nuestras protecciones a armas físicas forjadas por nosotros mismo —explica como si desempolvará otro secreto del baúl de los recuerdos.

—Interesante. ¿Por qué seguimos parados rodeando la academia?

Nadie ha intentado entrar, ellos tampoco se han preocupado en atacarnos. Ella ya no oculta el verdadero color de sus ojos y lo que delata su naturaleza. Con la llegada de los arcanos, su secreto salió a la luz. La verdad se esparció como pólvora en medio de la guerra. Sus profundos y oscuros ojos ha hecho as de un argel temblar ante su presencia. Ya no es la misma Geraldine que ha convivido con todos, ya no tiene por qué ocultar el poder que emite su cuerpo.

—Sigo pensando que lo mejor es que permanezcas fuera de esto. Todavía no nos enfrentamos a la verdadera guerra y me gustaría llegar a ese momento con mis celestiales completos —insiste con un tema que ya hemos discutido, y evade mi pregunta, es más Dimas y Leonardo están por ahí a la espera de que el enfrentamiento se consuma. En cuanto a nuestro nuevo integrante, justo en este momento debe estar enfrentando el nacimiento de sus alas. Los arcanos creen que debemos permanecer al margen, no estamos de acuerdo.

—Geraldine, yo no pase veinte eternos años en el infierno para ocultarme detrás de todos ustedes. Estoy aquí por una razón, y no es cruzarme de brazos.

Le sostengo la mirada. Su esencia intenta doblegarme, y sí, es muy difícil estar frente a ella y no agachar la cabeza y aceptar sus convicciones, ni la muerte ni el príncipe de las tinieblas consiguió doblegarme, menos lo hará ella.

—Lo sé, Dess. No puedes culparme por querer proteger lo único que tenemos para equilibrar al mundo —dice con dureza. Lo que han emitido sus labios no es lo mismo que expresa su rostro, no está ni cerca de gustarle lo que está por venir. Gira la vista hacia un formidable hombre en el otro extremo de la verja. Una conversación silenciosa entre ambos. Algún truco de ángeles caídos.

Observo hacia los sabuesos del infierno, y no me sorprende ver entre ellos, justo en la puerta de la academia a Ismael, también puedo sentir el gruñido de un enfurecido lobo a mis espaldas. Karla debería estar lejos de aquí, recuperándose de sus heridas. Sí que se ha recuperado rápido.

—Estamos listos —dice Geraldine en un susurro que se expande como una ola entre lobos y vampiros. Salen de todas partes, armados con todo tipo de espadas, algunos con lanzas. Karla salta sobre mí con un objetivo bien marcado en su mirada. Se mueve velozmente a cuatro patas, mordiendo golpeando y desgarrando a cuanto sabueso se cruza en su camino.




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