Celestial (luz de medianoche 2)

Visita inesperada

Capítulo 29:

Visita inesperada

 

Dimas

Me cuesta mucho dormir, mi cuerpo está agotado, pero mi mente más activa que nunca. No puedo dejar de pensar en todas esas almas que se encontraban en el bosque y lo peligroso que es que estén libres por el mundo. Lograron dominar a Anastasia con gran facilidad, se aprovecharon de su situación, de su dolor por la muerte de Ronald y estuvieron tan cerca de ahogarla en el río. No quisiera ni pensar en los estragos que causaran esos espíritus errantes en el mundo, pero no puedo detener el rumbo de mis pensamientos.

Mantengo los ojos cerrados en un fracasado intento de conciliar el sueño. Leonardo ya se ha mudado al espacio que encontraron en el piso de los argeles de Jofiel por lo que me encuentro solo en la habitación.

Doy vuelta sobre la cama hasta quedar bocabajo y tengo la impresión de que no estoy solo. Espero unos pocos segundos a ver si se escucha algún ruido, pero no. Es esa sensación de no estar solo. No me causa miedo pero es inquietante. Doy vuelta y me siento en la cama. Recorro la habitación y no hay nadie. He dejado la ventana abierta, la frialdad de la noche mantiene fresca la habitación.

Salgo de la cama y camino despacio hacia la ventana, me inclino  y allí está la inquietante presencia. Mi hermana como representación de la muerte tiene rasgos más fríos y severos que los que guarda mi mente cuando ella estaba con vida. Me hace señas para que baje.

¿A qué habrá venido?

Doy vuelta y recorro la habitación en busca de mis zapatos, me los calzo y me pongo un suéter. Desde que la vi en la enfermería y con todo el miedo que sentí por tenerla allí frente a mí, me hace feliz saber que de alguna manera ella está bien. Es un alivio nunca haberla visto en el infierno en que viví, cada instante agradecí que ella no estuviera allí. Lo que nunca llegue a imaginar es que la mismísima muerte la reclamara. Es la segunda vez que nuestro destino se cruza, y tengo miedo de que un día ella simplemente no regrese.

Mejor no pensar en eso.

Salto y caigo de cuclillas en el suelo. A estas horas de la noche los espacios de la academia se encuentran solitarios sin embargo estoy seguro de que debe haber alguno que otro por allí observando, la seguridad de la academia ha sido reforzada. Los arcanos tienen ojos en todas partes.

—¿Qué me tienes que decir? —pregunto de inmediato. No me preocupa que me vean fuera de mi cuarto, sino hablando solo.

—He venido a buscar a alguien —dice sonriente.

Ella comienza a caminar, sus pies descalzos tocan el suelo sin provocar el más mínimo ruido. El vestido azul se ondea a su alrededor como si el viento pudiera acariciar una piel que no posee. Su cabello es un manto rojizo que cae sobre su espalda. Me pierdo en los recuerdos, pero me obligo a regresar. No hay nada que se pueda cambiar, solo existe el ahora. En el presente ella está muerta, tanto como lo estuve yo.

—Pero nadie ha muerto —me apresuro a alcanzar sus pasos.

—Por quien he venido no va a despertar —sus palabras son un susurro que me hiela la sangre. Lo dice con tanta naturalidad como ir de paseo a la ciudad y no al más allá—. Su partida de este mundo es necesaria, hermano.

—¿No me dirás para qué? ¿Ni de quién se trata? —pregunto en busca de respuestas.

Ella ha venido para acompañar a quienes nos abandonan. Vino por Ronald y ahora…

—Por más que quiera, no puedo —responde. Sonríe al cielo con complicidad—. Tengo algo más por decir, el sello de Chamuel se cerrará antes del amanecer. Y con los primeros rayos del sol regresará otro celestial. Ah, otra cosa. No permitas que destruyan su cuerpo.

—No estoy comprendiendo —me sostengo la cabeza, estoy preocupado por lo obvio. La verdad es que prefiero no entender sus palabras.

Una risa genuina emite sus labios viéndose tan viva en una existencia diferente a la mía.

—Sabes perfectamente de que hablo —se ha acercado mucho. Su aliento fantasmal me provoca escalofrío.

—Dimas —es la voz de Romina. Me giro para buscarla, pero no la veo por los alrededores, ella podría estar en cualquier parte.

—Ella no se acercará porque tiene miedo de lo que soy —dice mi hermana sonriente.

—¿Puede verte? —pregunto extrañado. Mi hermana está muerta, es un fantasma y que yo pueda verla ya es bastante raro.

—Sí, mi existencia no es igual a la de los demás espíritus hermano. Ve con ella, puedo continuar sola —sonríe antes de darme la espalda. Se dirige a la enfermería.

—Dimas —susurran en mi oído y brinco a un lado.

—Romina ¿me quieres matar del susto? —está en pijama, una camiseta de tirantes negra y un short azul claro. Sus ojos están fijos en la dirección que ha tomado mi hermana. El mechón azul cae un lado de su rostro, lo llevo hasta detrás de su oreja—. Necesitas pintarlo de nuevo.

—No ha habido tiempo con todo lo que ha ocurrido —dice sin mirarme. Me paro frente a ella—. Oye, quítate de en medio. No me dejas mirar a la chica extraña con la que hablabas.

—Es mi hermana —digo haciéndome a un lado.




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