Celestial (luz de medianoche 2)

Dolor

Capítulo 31:

Dolor

Dimas

Algunos demonios han escapado, el general ha sido el primero en huir antes de que el sello de Zadquiel regresará a su estado de pequeña ranura en una puerta hacia el infierno. Con la muerte de su celestial, esa puerta ni se ha cerrado ni se ha terminado de abrir por lo que ha succionado a la mayor parte del ejército. Apenas y hemos tenido tiempo de salir de entre las ruinas.

Mantengo mi mano en la pierna de Dess, la herida de su muslo es grave y perdió demasiada sangre. Ella se encuentra inconsciente, la armadura la ha abandonado, pero sus alas siguen expuestas. Reparar los daños causados en la vena femoral está drenando mis fuerzas. Me aseguro de cerrar la herida. En cuanto a su brazo Romina ha conseguido hacer un torniquete para detener el sangrado.

—¿Erick puedes llevarla? —pregunto exhausto.

Leonardo ya se ha ido con Emiliano y Santiago, los dos vampiros han asegurado de que están bien, pero estuvieron mucho tiempo lejos de nosotros, no confió. No fue fácil hacer que nos dejaran con Dess tan grave, la cara de Santiago al ver toda la sangre en ella era espeluznante, por un lado estaba la preocupación por su bienestar y por el otro se reflejaba un hambre insaciable. Realmente me preocupa ese chico.

—Por supuesto —él pasa sus manos por debajo de ella. Entre Romina y yo lo ayudamos a sostenerla hasta que la tiene cómoda entre sus brazos—. Tengan cuidado.

Alza el vuelo hacia un cielo que ha comenzado a mostrar los primeros rayos del sol. Una puerta al infierno se ha cerrado, y la otra es una brecha. Solo falta un celestial.

—¿Puedes seguirme el ritmo?

—Eso creo.

La acerco y la beso. Sus húmedos labios se mueven hambrientos. La tomo entre mis brazos con fuerza.

—Estoy bien —susurra en mi oído, su aliento me eriza la piel.

—No quiero perderte Romina, nunca.

—No me iré a ningún lado. Vamos, ambos tenemos que descansar y que curen nuestras heridas.

Comenzamos a correr. Cada músculo de mi cuerpo grita que me detenga, mis heridas siguen abiertas y algunas han vuelto a sangrar por la aceleración de mis movimientos. Todos salimos bien jodidos de esta pelea, pero Dess se llevó la peor parte. Cuando nos íbamos a imaginar que el otro celestial regresaría en medio del cierre de otro sello. Nunca me hubiera pasado por la cabeza.

Atravesamos el bosque. Los linderos de la academia han sido reforzados. Puedo sentir el poder celestial que se ha desplegado. Aminoro el paso mientras entro en el campus, nos han estado esperando.

Mauricio nos sigue hasta que dos sanadores nos llevan al interior de la enfermería. Pasamos frente a una habitación con la puerta abierta, me detengo. Dessire está sobre la camilla y sus alas caen a ambos lados, una mujer menuda ha curado y vendado su brazo y revisa su muslo. El cambiante pone una mano en mi espada y me insta a continuar a la siguiente habitación.

Entro y dejo que uno de los sanadores se haga cargo de mí. Ninguna de mis heridas son profundas, solo algunos cortes por mi brazo, en mi mejilla y la pantorrilla. Ahora los golpes son otra cosa, mis músculos se contraen una vez que estoy en la camilla.

—No me levantaré de aquí en unas horas.

—No es como si te lo fuera a permitir de todos modos —dice Mauricio—. Ustedes dos tienen que descansar.

Romina a regaña dientes ha dejado que la acuesten en la otra camilla y permite que el sanador recorra su cuerpo en busca de heridas interna o alguna fractura.

—¿Y los otros? —pregunta Romi.

—Hemos aislado a Santiago y Emiliano. En cuanto a Leonardo y Erick están en una habitación al igual que ustedes descansando.

Ella se encoge en la camilla y cierra los ojos mientras la sanadora se hace cargo de sus heridas. Puedo adivinar hacia donde se dirigen sus pensamientos. En pocas horas podríamos estar reviviendo la muerte de Diana.

***

—Sobrevivirá.

Daniel se retira de la puerta entre junta de la habitación de Dessire.

¿Cuánto tiempo lleva allí?

Se mueve incómodo al darse cuenta de mi presencia. ÉL no ha reconocido abiertamente que ella sea su hermana mayor, aunque en la actualidad hay una diferencia de edad considerable.

—Eso me han dicho. No te ves bien.

—He estado en peores condiciones. Solo necesito un baño y cambiarme de ropa. Ya he descansado lo suficiente.

Una verdad a medias, mis heridas se han cerrado, pero los moretones de su existencia siguen marcando mi piel. Dormí un par de horas pero las suficientes.

—Leonardo y Erick también se han levantado. No tienen mucho tiempo que abandonaron la enfermería —se reclina contra la pared con vista directa a la habitación—. ¿Qué hay de Romina?

—Dormida —respondo mientras miro sobre mi hombro. La habitación consiguiente es donde ella se encuentra, y donde yo debería estar.

—Le afecto mucho el último sello como para que ella no se haya levantado ya.




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