Celestial (luz de medianoche 2)

Damas del infierno

Capítulo 36:

Damas del infierno

 

Dimas

El aire es demasiado frío para ser de día bajo las sombras, de hecho con la ausencia del sol todo lo referente al clima es inestable. Hace unos pocos minutos mientras mis pies tocaban el suelo una vibración estremeció cada una de las casas y locales a nuestro alrededor, solo duro unos segundos y luego quietud.

El desequilibrio va más allá de la liberación de un centenar de demonios, la propia naturaleza parece estar reaccionando a toda esa maldad que se ha derramado como un veneno.

Todavía no estoy seguro de lo que haremos para que ellas, toquen suelo en el aire será muy difícil hacerlas abandonar este mundo, quizás lo consigamos con una que otra pero no con todas las casi veinte fantasmales damas. Las líneas de las protecciones que cubren la población brillan ante mis ojos en una mezcla de violeta y plata que no es percibido por los humanos.

Las damas del infierno danzan a nuestro alrededor sin ningún tipo de temor. Mujeres pálidas y oscuros ojos, cabellos largos en diferentes tonalidades que se baten al viento con cada uno de sus movimientos. Sus fantasmales cuerpos llevan vestidos largos y sus seductores lamentos son como una canción que se desplaza con las sutiles ráfagas de viento atravesando las protecciones que se han colocado sobre la población. Ellas no pueden atravesar el sello, pero su canto, sí. Pueden tentar a los humanos y hacerlos salir.

—¿Alguna sugerencia? —pregunta Sandra con la mirada alzada hacia las damas del infierno que sobrevuelan sobre nosotros que aún permanecemos entre los límites de las protecciones en el aire.

—Podría intentar abrir una puerta algo así como un hoyo negro que las succiones de regreso a casa —responde Gabriel.

—¿Pero? —pregunto.

—Si alguna otra criatura infernal está cerca e intenta salir al mismo tiempo, tendríamos un problema garrafal. Estoy dudando sobre si correr ese riesgo —dice.

—¿Qué tan mal podría ir? —pregunta Sandra.

—Las damas del infierno seguirían aquí y con nuevos amigos, que a lo mejor no podamos manejar. Soy bueno con las puertas, pero no tan bueno cuando vienen con compañía —admite.

Un nuevo estremecimiento se siente en el aire, tan fuerte que dudo que provenga de la tierra. Se repite, con más intensidad y las damas del infierno vitorean con ansias. Algo está mal, pero ¿qué?

—Ellas se están preparando para venir por nosotros —señala Sandra, que me mueve en círculos con la vista hacia el suelo en busca del origen del temblor del viento. Algo así como…

—… las protecciones—termino el pensamiento en vos alta. Alguna entidad que aún no se ha revelado las está impactando, se siente como una cúpula de cristal que está siendo golpeado hasta romperla, aunque visualmente es imposible percibirla, las protecciones se expanden de esa manera.

—Hay un desertor rompiendo las defensas —grita Layah. Algunos hombres lobos se ha entregado por completo a su bestia, y andan a cuatro patas y peludos por las calles, otros se mantienen sobre sus dos piernas, listos para recibir cualquier ataque. Gabriel agarra a Sandra por un brazo y la hace volar más cerca de mí, terminamos formando un pequeño círculo entre los tres.

—Bien, olvidemos lo de la puerta al infierno, de momento. Si se deshacen las protecciones las damas del infierno caerán, ellas bajaran en busca de atraer a los más débiles y  mientras eso ocurre hay que levantar una fortaleza de protección que las mantenga atrapadas contra el suelo —maquina Gabriel.

—¿Con los humanos? ¿No es un riesgo muy grande? —pregunta Sandra.

Un nuevo estremecimiento que hace que mis oídos zumben y Sandra se encoja como si algo pudiera caer sobre ella.

—Los lobos se harán cargo de los humanos, y nosotros de expandir un sello —miro a Sandra con la seguridad de que funcionará. Está en nuestras manos que todo este caos no llegue a otra comunidad.

—Y yo, atajaré al desertor y quien sea que lo acompañe. Suena a un buen plan —dice Gabriel animado.

—Es un pésimo plan —repica Sandra.

Lo ideal sería mantener a los humanos lejos de ellas, son escasas las opciones y cada vez estamos más cerca del borde de un abismo, bailando sobre un delgado hilo que divide dos mundos. Lo ideal, que los sellos nunca hubieran sido profanados y que nuestras vidas no se vieran afectadas por un mal tan antiguo que tiene mil caras. Mas, no se puede vivir del hubiera solo del ahora.

Antes de que podamos pensar en algo mejor, las protecciones caen con un zumbido ensordecedor que desata un musical de gritos entre los humanos que permanecen en sus casas, y la algarabía de las damas del infierno. Ellas son como zamuros regocijándose con la muerte, y se lanzan hacia las casas con seductoras y melodiosas voces. Un segundo es la línea que se ha cruzado entre el resguardo de los humanos y exposición del mal. Tan rápido e  imprevisto que ni lo que fue planificado tiene buen rumbo.

Mis alas me impulsan hacia arriba entre los fantasmales cuerpos en movimiento, pero ellas son mucho más que eso. Aunque no poseen un cuerpo de carne y hueso, son palpables, fuertes y exteriorizan un sublime mal que no muchos podrán reconocer. Es como la luz de esas esferas, tan brillantes y hermosas que nunca imaginas que el infierno es lo único que encontraras al seguirla, entre el bien y el mal no existen colores. Porque los primeros demonios primero fueron ángeles, y su rebeldía los llevo a vivir en una incandescente oscuridad.




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