Celestial (luz de medianoche 2)

Fragilidad

Capítulo 37:

Fragilidad

 

Dess

—¿Qué harán con el cuerpo de Santiago? —pregunto en busca de callar el silencio y las ausencias que solo acentúan el dolor.

Ambas nos hemos arreglado para salir a enfrentar la realidad, pero ya llevamos más de veinte minutos sentadas en el sillón sin mover ni un solo músculo para intentar ponernos de pie. Con todo y el momento de arrogancia que tuve hace un rato sobre los rebeldes y que debemos acabar con ellos, no es suficiente para levantarnos el ánimo.

Romina tiene las piernas extendidas sobre la mesa, y los brazos cruzados detrás de la cabeza, recostada contra el respaldo del mueble. Sin ninguna intención de levantarse, con la mirada fija en el techo de color blanco.

—Lo cremarán y esparcirán sus cenizas, como hacen con todos —responde.

—¿No me dejarían conservarlas por algún tiempo?

—No, de ninguna manera. No eres exactamente del agrado de mi madre.

—¿Y eso por qué?

—Primero, Diana y ahora Santiago, eso la hace preguntarse si seré la siguiente. En estos momentos mi madre no está viendo todo el panorama, lo único que ve es que atravesaste el corazón de dos personas importantes para la familia. Hacer esa petición no es conveniente para ti —me duele su sinceridad, pero es la verdad.

Por las razones que sean, he sido yo la que ha acabado con la vida de dos vampiros en el tiempo que llevo con vida. Y uno de ellos se ha llevado parte de mi corazón. Ya no lo veré de nuevo, y creo que eso ha sido lo que me ha detenido entre estas cuatro paredes. Tengo miedo de salir y aun sabiendo que ya no está buscarlo con la mirada como si pudiera aparecer de la nada.

—Tienes razón, ¿por qué no has salido a ver si Dimas regreso? —digo.

Es extraño, él ha estado fuera muchas horas y Romina sigue allí, sentada haciéndome compañía.

—Estoy teniendo mi momento de pánico —dice muy seria. Me deja perpleja.

—¿Pánico? —ella retira las piernas de la mesa y se gira para mirarme, lo dice muy en serio.

—Sí, tengo pánico. Ronald está muerto, Santiago también. ¿Qué pasa si Dimas no regresa? O sí, pero muerto.

Sus manos están temblando, en ningún momento me detuve a pensar como le podría estar afectando todo esto a Romina. Han sido unos meses muy duros, hemos perdido a muchas personas que ya nunca veremos de nuevo.

¡Dios mío!, de todas las personas en la academia nunca imagine ver a Romina así, tan frágil, temblando de miedo.

—Dimas no se va a ir a ningún lado —digo y me arrepiento de inmediato, hace unas horas yo podría decir lo mismo de Santiago. Que jamás se iría, y ahora está muerto. No sé qué decir para remediar la situación. Ella tiene muchos sentimientos encontrados, atrapados en la fortaleza de frialdad que muestra a todo el mundo—. Olvida lo que dije.

Agarro sus manos y la halo hacia mí. Se reúsa en primer momento perro ínsito, hasta que se deja caer en mi pecho.

—¿Sabes?, aunque no lo creas llorar ayuda —deslizo mi mano por su cabello, ha crecido. La parte que antes estaba pegada contra el cuello cabelludo, ahora está cubierto por una corta capa de cabello negro que pronto caerá en capas. Del otro lado, el cabello ha alcanzado su hombro. Del tinte azul apenas y quedan los rastros—. Déjalo salir. El dolor se tiene que drenar si no lo haces te asfixiaras. No estás sola, yo te haré compañía.

Se me escapa una lágrima. La siento gemir hasta romper en llanto, sus manos se aferran a la tela de mi blusa, justo en la espalda. Su coraza se ha hecho añicos, y en mis brazos está la joven que siente y sufre, y no la vampira que todos conocen. No importa que seamos, que tan fuerte creamos que somos, en algún momento siempre sentiremos miedo. Tener miedo está bien, porque de esa manera siempre habrá algo nuevo que superar, y superar los miedos nos da fortalezas para continuar.

No siento cuando abren la puerta, Paula se deja caer despacio en el sofá frente a nosotras. Sus labios entre abiertos, como buscando las palabras exactas para el momento. Nadie espera ver a Romina tan frágil.

Paula no la está pasando mejor que nosotras, sus ojos enrojecidos cuenta una historia muy triste. Se levanta y rodea la mesa hasta quedar agachada frente a nosotras, acaricia el rostro de Romina secándole las lágrimas.

—No esperaba verla así, a ti sí, a ella no —dice en un tono casi susurrante mirándome a los ojos.

—Se ha guardado demasiado, está asustada. ¿No ha regresado Dimas?

Baja la mirada, y usando el mismo tono dice:

—Llorar está bien, ya verás que después te sentirás mejor. Sí, justo venía a buscarlas porque ya han vuelto. Pero, mejor le digo que venga —se levanta y sale dejando la puerta abierta.

Permanecemos abrazadas y llorando los siguientes minutos. Pasos apresurados vienen por el pasillo. Dimas entra, su camisa está manchada de sangre, pero no es suya, es demasiado oscura y solo hay una persona en la academia con ese color de sangre, Gabriel. Espero que él esté bien, porque si algún amigo en este momento fallece no sé si tendré las fuerzas para salir de los brazos de la vampira.




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