Capítulo 40:
Dos sellos
Dimas
Caminamos entre la poca sombra que hay en las calles, el brazo no ha dejado de palpitar como si tuviera otro corazón en esa extremidad. Los dos desertores han tomado un rumbo diferente saliendo de entre la multitud.
Ya no hay forma de ocultarnos, la plaza está completamente iluminada y con los rebeldes reunidos. Lo bueno es que todos ellos: sin almas, sabuesos del infierno, vástagos y demás criaturas que han encontrado su camino a la tierra; están concentrados en lo que sea que esté ocurriendo en el centro de la plaza.
Entre la multitud puedo distinguir al hijo de Geraldine, está justo en el centro lo que no puedo ver es la razón de que todos estén como hipnotizados, tanto es así que nadie se ha percatado de nuestra presencia y hace rato que deberían saber que estamos aquí. Los rebeldes tienden a detectarnos con facilidad.
—Vamos por este lado —dice en un tono muy bajo Erick.
Rodeamos la plaza, en el otro extremo se encuentra una puerta abierta que da a unas estrechas escaleras entre que parece ser la única entrada al edificio poco iluminado y con escasas ventanas. Una muralla de ladrillos de tres pisos que no mantiene concordancia con las demás estructuras residenciales y comerciales.
—Es un poco raro que no se hayan unido a lo que sea que estén celebrando —dice Dessire mirando sobre su hombro a la multitud de criaturas que deberían estar buscando nuestra muerte en este preciso momento.
—Todo es muy extraño desde que llegamos —recalco.
Soy el último en subir las escaleras, es como un estrecho túnel que va en ascenso hasta el primer piso, es difícil distinguir en la oscuridad ¿qué uso puede tener este lugar?, parece más abandonado can una buena cantidad de artilugios, muebles cubiertos de polvo, repisas...
—Comienzo a pensar que tenemos una habilidad para pasar desapercibidos o… —Leonardo interrumpe las palabras de Dess.
—Ellos se encuentran de alguna manera, vulnerables.
—Sobre todo vulnerable —digo con los dientes apretados—. ¿Qué te hace pensar eso?
—Que estén del otro lado de la habitación y nosotros aquí, y no haya pasado nada —explica Leonardo.
—Muy bien, sea lo que sea nos beneficia. Arnold se ha quedado en la plaza, pero no creo que se demore mucho en subir —dice Eric.
Lo único que divide este espacio de la otra habitación es una cortina verde turquesa, del otro lado han encendido una luz.
Leonardo se sienta en uno de los muebles y se levanta una nube de polvo, se cubre el rostro con ambas manos evitando estornudar. Del otro lado de la cortina inicia una conversación en un tono muy bajo.
Erick permanece cerca de la puerta, mientras que Dess y yo nos ubicamos a cada lado de la cortina.
—¿Qué te ocurre? Has estado muy extraño —es la voz de la chica.
—Algo pasa, no sientes que algo se está cerrando dentro de ti, como si te arrebataran… —se queda en silencio por un momento. Espero que si algo se está cerrando sea la puerta mantiene abierta, eso nos libraría de muchos problemas a futuro—. No estoy seguro, pero algo paso con ese celestial y el demonio que nos ha afectado a todos.
—Sí, eso es bastante evidente. Por eso nos enviarán ayuda, y en unos días todas las puertas serán abiertas —dice la chica emocionada.
Algo que causa todo lo contrario en nosotros. Se me eriza la piel con solo pensar que todas las puertas pueden ser abiertas por los demonios.
—Tenemos que deshacernos de los sellos, podríamos cortarles la zona donde se encuentre el sello —murmura Eric.
—Quizás con un corte que divida el sello sea suficiente, nuestras armas tienen palabras sagradas gravadas en sus hojas— les recuerdo.
—¿Cuál de las hojas es la más idónea para el trabajo? —pregunta Leonardo con diversión.
De inmediato, los tres miramos a Dess, la hoja de su espada ha hecho grandes cosas en el poco tiempo que lleva en sus manos, y no hay mejor arma que la de San Miguel arcángel para liberar cosas.
—¿Por qué tengo que ser yo? —pregunta ella es un tono muy alto, se lleva las manos a la boca para intentar callar sus palabras, pero ya es demasiado tarde.
—Eres la única chica, estas en desventaja —responde Leonardo extendiendo los brazos sobre el mueble.
La cortina se levanta cubriendo a Dess por completo, Los dos desertores se sorprenden al ver a Leonardo cómodamente en el sofá y a Erick en la entrada. Somos una visita inesperada. El chico intenta retroceder para regresar a la habitación, pero al darse vuelta se encuentra conmigo de inmediato cambia el rumbo de sus pasos, pero no hay a donde ir.
Leonardo se encargará de agarrar a la chica. Él tiene razón algo los hace vulnerables, la sostiene con facilidad aunque ella lucha por liberarse de sus brazos. En cuanto al chico solo se dedica a retroceder, ya no parece tan arrogante como la última vez que nos vimos.
—¿A qué han venido? —pregunta el chico intentando distraernos.
—A liberarlos, ya que han tomado un camino diferente al nuestro hay algo que ya no les pertenece —dice Erick arrinconándolo con cada paso hacia la pared del fondo.
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Editado: 27.07.2021