Celestial (luz de medianoche 2)

Epilogo

Epilogo

 

 

Dess

Aun cuando mis alas insisten en elevarnos la caída es inevitable, no me queda más opción que amortiguar el impacto con la negrura de mis plumas cubriéndonos a las dos.

El agujero se cierra por completo dejándonos atrapadas en una especie de caverna. El dolor que me recorre el cuerpo me impide moverme, si antes tenía, quizás, alguna costilla rota ahora se me han quebrado todos y cada uno de los huesos, si hasta respirar es una osadía. Algunas plumas negras caen con lentitud como en un ritual de baile sobre el aire, pertenecen a mis alas, las pobres se han llevado la peor parte del golpe, es lo creo, han quedado extendidas y tampoco las puedo mover. Una pésima situación cuando se está de visita en unos de los rincones del infierno. Sabrá Dios en que parte hemos caído. Este lugar no deslumbra en fuego como la ciudad del príncipe de las tinieblas, que el imbécil se aparezca sería la cereza de mi pastel. Nuestro último encuentro no terminó nada bien, y mi regreso lo hará más que feliz. Pero claro él no es el único príncipe en el averno, son siete de ellos, que casualidad.

—¿Dess, te encuentras bien? —Sandra se mueve encima de mí, y mi cuerpo grita en silencio, todo me duele.

—Me he roto todo —mi voz es un quejido, el sabor a sangre inunda mi paladar, un claro indicativo de que no solo mis huesos se han visto afectados. La cantidad de traumatismo debe ser impresionantes, pero no más que aun siga respirando. Esta es una de los miles de cosas inexplicables en el mundo. Su peso se retira por completo, prácticamente le serví de colchón en la caída, y que ahora no este encima es un alivio, no tanto como para respirar con normalidad, pero si duele menos. También, para repasar mentalmente cada una de mis extremidades, cada una de ellas está peor que la anterior. La sanación no se encuentra entre mis habilidades de celestial, tampoco en las de Sandra. Lo que me deja moribundas, no pasara mucho para que me ahogue con mi propia sangre, corrección, nos deja moribundas. Sandra no se encuentra mejor que yo, con la paliza que recibió y la reciente caída, con todo y que intente amortiguar el impacto, ella sigue estando destrozada y sin fuerzas. Estamos a nuestra suerte a la espera de… bueno de la muerte o un milagro

Un milagro sería estupendo, uno que tenga que ver con reparar todo el daño físico que hemos recibido, ya que estoy en estas, Miguel si escuchas mis pensamientos y espero que sí, ten en cuenta de que en esta oportunidad no tuve nada que ver con esto de regresar al infierno. Algo así como lugar y momento equivocado. En serio, algo de ayuda no estaría de más.

—Yo no me he roto todo, pero estoy segura de que algunos cuantos huesos están comprometidos —se ha dejado caer a mi lado sobre una de mis alas, una de las suyas me cubre la cara por completo—. ¿Tienes idea de donde podríamos estar?

—No, pero ten por seguro de que pronto lo sabremos. Esa ranura en el suelo se abrió por una razón, solo tenemos que esperar que el anfitrión haga acto de presencia —tengo que respirar muy despacio para que no me duela tanto.

—Qué más da, igual apenas y podemos respirar —su voz termina en una risa que muere abruptamente—. ¿Sabes una cosa?, todo este silencio me está preocupando.

De hecho es verdad, saber con exactitud el tiempo que ha trascurrido es complicado y bajo las circunstancias en las que estamos es muy extraño tanta soledad, a menos que… Respiro al tiempo que le doy un giro a mi cuerpo para mirar por los alrededores olvidando por completo que la maltrecha ala de Sandra está impidiéndome ver. Me muerdo el labio conteniendo toda la descarga de dolor que genera el levantar mi brazo derecho para retirar su ala, inclinarme un poco es peor, alcanzo a visualizar las barras. Me dejo caer sin prepararme para el impacto y el sabor dela sangre alcanza el borde de mi lengua. Estoy grave. Como imagine, estamos encerradas.

—Es una celda, por lo general permanecen en silencio hasta que llega el momento de la tortura —algo que prefiero no revivir. De verdad voy a necesitar más que un milagro para salir de aquí.

—Me impresiona la rapidez con la que actúan —Sandra se mueve inquieta por la presencia de una desconocida, pero solo ocasiona lastimarse más.

La hermana de Dimas nos observa desde el otro lado de las barras de la caverna, este lugar no se parece en nada a donde me encontraba, las celdas de la ciudad de fuego son jaulas calientes, una tortura perpetúa que me gustaría sacar de mi mente. Recuerdos que no eran necesarios que mi subconsciente desempolvara.

—¿Ella quién es? —Sandra se queja un poco.

—Es la hermana de Dimas, ya habíamos hablado sobre ella.

—Ah claro, los huesos, ahora lo recuerdo. Pero no hemos venido por eso.

—Ya lo sé —ella atraviesa la reja, cuando te imaginas a un ángel de la muerte no esperas ver a una chica con una melena rojiza y profundos ojos café, uno espera ver a una criatura con una túnica negra—. Son una carnada, bueno ella lo es —su mirada se posa sobre Sandra, lo que significa que esperan que alguien venga a buscarla, Gabriel para ser exactos—. Tú, de momento eras inalcanzable para el príncipe de las tinieblas, pero el destino te ha traído de regreso.

Momento y lugar equivocado. Mi hermano Daniel no estará nada feliz cuando se entere de que estoy en cuerpo y alma en los confines del inframundo y sin tener idea de cómo regresar, porque la última vez solo mi alma viajó ahora es mucho más complicado volver. O bueno, la realidad que no tengo idea de cómo podamos conseguir una puerta que nos regrese a la tierra, si las hemos cerrado todas.




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