Celestial (luz de medianoche 2)

Retorno

Capítulo 4:

Retorno

 

Dess                                    

 

Pisar el infierno es revivir cada segundo de sufrimiento que experimente. Sentir de nuevo cada latigazo contra mi espalda, tener la tempestad arraigada en el alma por la eternidad.

Una eternidad que terminó con una voz firme y angelical que me dio una segunda oportunidad.

Una segunda oportunidad que yo he tirado a la basura por salvar a mi hermano menor que se suponía estaba muerto, en cambio estaba muy cerca de mí.

—Te encanta hacer mi trabajo difícil. ¿No es así? —sonrió al escuchar su voz, aun cuando el miedo me carcome por dentro.

Este lugar es espectral y no es para menos, en la boca del infierno se cierne una oscuridad devastadora. Un cielo ennegrecido, pero al mismo tiempo brillante, desatando una luz que baña toda la ciudad. Las altas rejas se encuentran abiertas, y el mismo príncipe de las tinieblas ha venido a darme la bienvenida.

Este lugar no parece tener salida, pero sentir el filo de la daga me da confianza. Tiene que existir una forma de regresar. En este tipo de momentos es cuando me pregunto ¿en qué estaba pensado cuando decidí volver?

—¿Es difícil cuestionar tus propias decisiones? —su voz es una burla ante mi debilidad y mis miedos.

—Lo es —admito en un susurro que lo hace soltar una carcajada suave y cantarina.

A la final no tuve el valor para mirar su rostro, sin embargo, eso no me detuvo para girar y enfrentarlo.

El príncipe de las tinieblas se ha llevado una buena estocada de una espada que lleva en sí misma la esencia de un arcángel. El mismo que lo envió directo a lo que es ahora su hogar.

Por unos escasos segundos creí que mi destino ya estaba marcado por la oscuridad, sus gritos son rugidos de inframundo me hace quedar paralizada aunque su aspecto no es nada amenazador, lo que su propio ser provoca es escalofriante. El tiempo de mi indecisión y miedo es corto, para cuando él ha alzado la mirada ya es porque mis piernas han reaccionado y se hacen camino en la dirección contraria a la que él se encuentra.

Por más que corro nada cambia, sigo dando tumbos por ese túnel prominente de oscuridad. Pero dicen que la esperanza es lo último que se pierde ¿no es así? Bien yo mantengo la esperanza de que este túnel cambien en algún momento, o por lo menos que aparezca un indicio de que estoy más cerca de la vida y más lejos del infierno. Como si mis pensamientos hubieran sido escuchados, se vislumbra un cambio que me deja perpleja. Ahora no estoy muy segura de que sea peor, si este sendero boscoso o el túnel oscuro.

Trazar un camino de regreso es revivir una pesadilla. Ese oscuro túnel ha dado paso a ese bosque que me persigue desde mucho antes de mi muerte, ese lugar que se convirtió en el escenario de mi partida. La oscuridad se cierna sobre mí con árboles siniestros que intentan alcanzarme con sus ramas que parecen garras fantasmales.

Hay demasiado silencio.

Mis pies descalzos se mueven con cautela, la viva sensación de algo incrustado en la carne me hace aborrecer el dolor y revivir aquel recuerdo que antecede mi muerte cuando fui perseguida por este bosque, solo que ahora no hay nadie detrás de mí, sin embargo, mi alma está inquieta ante la posibilidad de que mi tétrica soledad se vea interrumpida.

Sería insensato de mi parte pensar que el príncipe de las tinieblas me dejará marchar así sin más, después de haberlo atacado con la daga que llegó a mis manos de una manera inexplicable; y no hablo del ahora, de la inverosímil causalidad de que pueda sostenerla en este medio espiritual. Hablo de cuando apareció por primera vez. Un arma del arcángel Miguel, y de querer abandonar un lugar al cual he vuelto por propia voluntad. En la hoja de la daga resplandece la escritura en un idioma que desconozco.

Sostengo la daga con fuerza, mi única compañera en esta travesía, un camino lleno de espinas. El sendero se moldea como una serpiente, un sendero que si estoy en lo correcto me llevara directo a ese lago que refleja tus peores miedos, o simplemente la realidad.

Agilizo el paso.

—¡Ay, señor! ¿Por qué mi destino ha de estar involucrado con tanta oscuridad?— suplico una respuesta, pero como es de esperarse, no la hay. En cambio un grito me hace dudar de si continuar o retroceder.

Un grito fuerte y lleno de angustia. Volver atrás no es una opción, allá solo me espera dolor y sufrimiento, una eternidad llena de castigos. Me obligo a avanzar, los caminos llenos de espinas son los que más enseñan en la vida, y mucho más en la muerte.

A un lado del sendero ya no hay árboles en su lugar un manto cristalino afirma mis suposiciones y la dueña de aquel grito solloza en medio del camino, enloquecida dando tumbos adelante y atrás. Ella parece haberse visto tentada por acercarse al lago al igual que yo en aquel momento.

—Hola —digo un poco intimidada. No parece peligrosa, pero en estos caminos donde la maldad es propietaria, es difícil confiar hasta en uno mismo. Deja de sollozar y me observa aterrada y al mismo tiempo algo aliviada.

—¿Qué llevas en la mano? —señala la daga.




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