Celestial (luz de medianoche 2)

Piel marcada

Capítulo 6:

Piel marcada

Dess

 

Al amanecer ya Santiago se había ido. En algún momento tuve que haberme quedado dormida entre sus brazos y el frío también se disipo.

Dejar la enfermería fue toda una osadía. La señora Mary no quería que me aleja de su vista por mis repetidas visitas. En el tiempo que llevo en la academia creo que he sido la persona que más ha estado en esa fría camilla.

Solo ha transcurrido un día y parece haber sido una eternidad. El tiempo allá transcurre de manera muy diferente a la vida terrenal, y una vez que has pisado ese lugar es imposible olvidar. Ni siquiera el agua puede alejar todos esos momentos de mi mente.

Cierro la regadera, y me envuelvo en la toalla. Me detengo frente al espejo y observo la intensidad de mis ojos, tiempo atrás cuando me mire a un espejo por primera vez, solo vi reflejado unos ojos grises y rostro pálido ante la premura de mi regreso de la muerte. En cambio, ahora mis ojos resplandecen en un intenso azul inyectándole vida a cada una de mis facciones.

El flequillo azul ha perdido un poco su coloración, parece que tendré que retocarlo, lo llevo detrás de mí oreja y me dispongo a salir del baño cuando mi reflejo revela unas extrañas líneas que comienzan a hacerse notorias en mi espalda, apenas y puedo percibirlas, delgadas venas rosadas dispuestas a salir de mi piel. Sostengo la toalla con una de mis manos, y con la otra, intento alcanzar la zona pero el contacto no las hace mitigar, en cambio me atrapa una sensación que termina convirtiéndose en unas ansias de sentir el aire contra mi piel, tanto que tiemblo por no conseguir la satisfacción inmediata. Observar mi reflejo solo empeora mis ansias.

Con las piernas temblorosas me obligo a salir del baño, y alejar de mis ojos el reflejo de mi espalda. Pero apenas y doy dos pasos fuera y mis piernas flaquean hasta dejarme caer en el suelo, tiemblo, el frío me está consumiendo, pero mi piel esta tibia y acogedora, es algo que va más allá de la carne y que no puedo explicar ni comprender.

Los temblores no se detienen y la necesidad de ser libre me hace llorar, como si esas cadenas infernales aún me apresaran. Sin poder detenerlo mi mente me lleva a esos momentos eternos de castigo y sufrimiento, puedo sentir como cada latigazo golpea mi alma generando un dolor indescriptible aunque sé que eso ya no es real no puedo evitar revivir cada segundo de mi alma esclavizada. Un torrente de recuerdos me abruma, mi mente en retroceso hasta alcanzar una, la risa de un niño.

Daniel, susurran mis labios cuando sus ojos grises me sonríen, era tan pequeño que ahora simplemente no debe recordarme. Pensar en él hace que el dolor y los temblores de mi cuerpo se detengan.

¿Dónde estará Daniel?, ¿cómo debe sentirse después de lo que paso?, solo me he preocupado por mis infinidades de muy malos recuerdos atormentándome a mí misma y no he dejado espacio para pensar en él.

Me levanto y voy hasta la habitación. No me toma mucho tiempo vestirme, ahora mi ansiedad ha pasado a la preocupación, ni siquiera sé si está bien. Quiero decir, después que me fui atacaron a la academia, él podría haber resultado herido o… No, no. Debe estar en su habitación, pero ¿cuál será su habitación?

Termino calzándome unas zapatillas negras, peino mi cabello húmedo con los dedos y lo dejo suelto para que seque lo más rápido posible. Abandono la habitación a pasos apresurados, para cuando me doy cuenta estoy fuera del edificio. No sé si sorprenderme o sentir terror, la academia parece desierta, bueno no totalmente, algunos chicos vienen de entre los árboles con sus rostros serios y cansados.

Geraldine dijo que reorganizaría la seguridad, quizás tiene a la mayor parte de los estudiantes en el resguardo de la academia y los más jóvenes deben estar en sus habitaciones donde yo también debería permanecer. No puedo dejar que ni ella ni Mary me vean andando por la academia o estaré en problemas, se supone que debo estar en mi cama descansando.

Me pongo en marcha casi que al trote. Tengo que ir casi que, al otro lado de la academia para ir a las habitaciones de los chicos, espero que Dimas esté en su habitación para que pueda decirme donde está la de Daniel.

—¡Ey! —me detengo abruptamente y me golpeo contra un chico de piel canela que se ha detenido justo frente a mí.

—Lo siento no te vi —me disculpo con la intensión de continuar mi camino, pero él se mueve sin dejarme pasar.

—¿No deberías estar en tu habitación? —la pregunta me hace dejar de intentar pasarlo. No puedo creer que Geraldine me haya puesto un cuidador.

—Sí, pero necesito ver a alguien —me cruzo de brazos, y tomando fuertes bocanadas de aire, el trote me ha dejado un poco agitada.

—Vas a ver a Daniel —asume.

—¿Cómo lo sabes?

—Todos lo saben—, se encoge de hombros restándole importancia— no está en su habitación, se encuentra por los alrededores del lago—. Comienza a caminar en dirección contraria a la cual me dirigía.

Le sigo entre los árboles, dándome cuenta de que no tengo idea de que voy a decirle cuando lo vea. Ni siquiera sé si estoy lista para recibir un rechazo de su parte, en realidad él no me recuerda era tan pequeño cuando fui asesinada que se podría decir que nunca fui parte de su vida.




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