Celestial (luz de medianoche 2)

Danza al infierno

Capítulo 11:

Danza al infierno

 

Dimas

—¿No te parece extraño que las personas estén tan contentas? —pregunta Ronald agazapado entre la alta hierba.

Él y algunas otras hadas se han quedado en la cercanía de la población por el retumbar de los tambores.

Algunas casas están al borde de la una espesa arbolada, y sus pobladores tienen una celebración. Hace mucho que no veía algo así desde que los sellos fueron profanados.

—Sí, es un poco extraño —admito.

Las personas se han reunido con la enérgica magia de la música. Las mujeres bailan con cortas y fluidas faldas. Es bueno ver como no se dejan perturbar por el mal que se ha desatado en el mundo, se encuentran en las calles en vez de estar ocultos en el resguardo de sus hogares.

—Ellos estarán bien, regresemos a la academia —dice Ronald en voz baja.

Nos alejamos con cuidado de ser descubiertos hasta alcanzar el boscaje.

Las hadas que se han quedado comienzan a alejarse entre los árboles, de regreso a Luz de medianoche. Quedarnos aquí después de lo que ha pasado con el último celestial puede ser peligroso. Los vástagos pueden estar en cualquier lugar.

—Pensé que todos los celestiales estarían de nuestro lado —dice Ronald.

Él y yo nos hemos quedado a la espera de un chico hada que recorría el pueblo para asegurarse de que las personas no corrieran peligro. Es el único que no ha regresado.

—Yo también, pero no todos hemos decidido recorrer el mismo camino —desde aquí todavía puedo escuchar la música.

—¿No sientes como la oscuridad clama ser venerada? —pregunta Ronald mirando de donde proviene la música.

—No. Pero ¿tú te encuentras bien?

Su pregunta es rara, yo no siento nada. En cambio él podría… Su pasado es tan traumático como lo fue el mío. No ha sido fácil asilar de su mente los recuerdos, pero él ha estado bien desde que llegó a la academia. ¿Por qué mencionar a la oscuridad en este momento?

—Las pesadillas han regresado —responde sin mirarme.

—¿Desde cuándo? —inquiero preocupado.

Cuando conocí a Ronald y Gabriel, ambos vivían en un orfanato que era una fachada de una secta dedicada a la adoración de un ángel caído que terminó siendo un demonio, uno de los más importantes de la historia.

El don de la regresión lo descubrió allí, no fue obligado, pero si le mintieron sobre la realidad de lo que hacía. La directora de ese lugar solo quería encontrar a alguien capaz de mover los hilos de la memoria para ser usado por la oscuridad, y de esa manera controlar a una frágil humanidad que ya estaba sucumbida en las tinieblas.

Ronald es un chico que puede oír el llamado de la oscuridad, porque por más que he intentado controlar sus pesadillas, sus recuerdos, impedir el susurro de ese demonio en sus oídos con mis habilidades de sanación, él sigue estando ligado al infierno, como una cadena invisible que ata sus manos y que si me descuido lo arrastrara tan lejos que ya no habrá manera de alcanzarlo.

—Unos días antes de que atacaran la academia —mueve la cabeza como desprendiéndose de algo tormentoso, desvía la mirada a los alrededores—. No puedo dejar de mirar sus rostros, los de todos esos niños del orfanato. Cada vez que cierro los ojos alguno de ellos está allí, recordándome lo que les hice.

—Has dejado de tomar la combinación de hierbas que te indique, ¿cierto?

—Está bien, he pasado tanto tiempo tomando las infusiones que creí que ya no las necesitaba. Así que lo dejé hace algún tiempo —responde nervioso.

Lo que sí puedo sentir es su miedo. Ahora con el tema de la regresión su pasado va a estar mucho más presente.

—Tienes que volver a tomarlas. Ronald esto no es un juego, apenas y Gabriel te pudo liberar ese día —le reprendo, pero me detengo antes de seguir. Lo mejor será que… —no realizarás la regresión a Leonardo si es que llegamos a eso.

—Puedo hacerlo Dimas. Ustedes necesitan cerrar los sellos, lo único que pido es que no se sepa que soy yo. Además Geraldine me lo ha pedido —hay miedo en su voz.

El tema de la regresión es una posibilidad que todavía no he hablado con los demás, y espero que no lleguemos a eso.

Miedo a que se desencadene su pasado, y ser juzgado por algo de lo que tenía capacidad para decidir. Era un niño cuando todo comenzó y las mentiras nunca lo hicieron ver que era correcto y que no.

—Yo no diré nada al respecto. Pero no estoy seguro de que sea una buena idea.

Quizás podamos encontrar a alguien más que maneje la regresión. Alguien que no haya sido marcado por el aprendizaje del don.

—Puedo hacerlo. Prometo tomarme el té de hierbas de nuevo —dice.

El hada que esperamos viene corriendo.

—Vale. Pero si las cosas continúan así me lo dirás —dejo el tema. Él asiente.

—Esas personas van a matar a alguien —dice el joven agitado. Se dobla hasta sostenerse de sus flexionadas rodillas.




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