Celestial (luz de medianoche 2)

Mi propia muerte

Capítulo 16:

Mi propia muerte

 

Dimas

La habitación parece demasiado pequeña y hermética, como un ataúd. Ronald aún no ha comenzado y siento como mi cuerpo se enfría desde los pies hasta mis piernas. El miedo se revela de mil maneras, cada persona lo vive diferente. En mi caso siento que muero, y mi mente solo está en aquel día en que mis ojos se abrieron en una intensa oscuridad.

—Si no te relajas no pienso hacerlo —dice Ronald desde el otro extremo de la habitación.

—Estoy trabajando en ello —llevo mis manos a la cabeza. Necesito tener la mente en blanco, pero no lo consigo, en el peor momento me ha entrado pánico. No tengo tiempo para esto, y no sé cómo manejarlo. Desde que desperté y me trajeron a Luz de Medianoche. Nunca tuve que preocuparme por recordar. Mi mente siempre me desvelo parte de mi aterrador pasado. El morbo de mi retorno a esta vida. Pero nunca tuve que ir más allá de los recuerdos que venían a mí.

—Ponle un poco más de esfuerzos porque no lo estás consiguiendo —me dejo caer en la cama. Cierro los ojos. Busco cualquier tontería en que pensar, pero mi mente termina llevándome a ese ataúd. Siento que mi respiración se agita y las paredes se mueven hasta arrinconarme en un espacio demasiado estrecho. Un grito rompe como una capa de cristal las imágenes ante mis ojos.

—Romina vas a matarme de un susto —dice la voz agitada de Ronald. Abro los ojos y me siento de golpe.

Ella ha entrado por la ventana y Ronald se ha caído de la otra cama.

—Está muy sensible últimamente —la voz de Romina es como el filo de una navaja. Ella es todo peligro de la cabeza a los pies.

—¿Qué haces aquí? —pregunto extrañado por su presencia. Ella no está de acuerdo con lo que voy a hacer, aunque haya accedido.

—He venido a asegurarme de que este idiota no te fría las neuronas con la estupidez que quieren hacer —mantiene el mismo tono de voz.

—Si sus neuronas terminan destrozadas será su culpa por estar tan intranquilo —Ronald me señala, poniendo toda la culpa de lo que pueda suceder sobre mis hombros.

—De igual forma pienso tomar represalias contra ti —Ronald palidece.

—Los dejaré solo un momento. Quizás eso lo ayude a calmarse —sale de la habitación, y cierra la puerta.

Me recuesto de nuevo en cama. Ella se sienta en el borde. Sus salvajes ojos almendrados me observan con determinación.

—Ronald tiene razón, te ves angustiado —dice.

—Comienzo a saborear el miedo —admito.

Su mano descansa a un lado de mi cabeza, ella se encuentra inclinada sobre mí.

—Prefiero no saber los detalles, ya Dessire me ha dado una morbosa escena —un imperceptible temblor recorre su cuerpo por escasos segundos. Ya puedo imaginar de a que se refiere—. Han dado la ubicación de otro celestial. Santiago y yo iremos. Creo que Gabriel también se nos unirá.

Otro celestial. El tiempo entre la llegada de uno y otro se está acortando cada vez más rápido.

—Para cuando regreses ya habré despertado.

—Eso espero —susurran sus labios al tiempo que se cierran sobre los míos. Suaves. Salvajes. Sedientos. Una excelente distracción para mi mente. Profundizamos en el beso, hasta quedar sin aliento. Se aleja—. Te veré luego.

Se levanta de la cama. Abandona la habitación por la puerta. Ronald entra.

—¿Estás listo? —pregunta al cerrar la puerta.

—Sí —darle largas al asunto solo me hará entrar en más pánico. Además la presencia de Romina me ha dejado más tranquilo como si hubiera apaciguado la tempestad en que se encontraba mi mente. Él se posiciona en la cabecera de la cama.

—He leído tu historial. Voy a tratar de ubicar tus recuerdos algunos días antes de tu muerte. Los sellos fueron profanados con tu muerte, así que es allí donde deben estar las respuestas.

—Espero que tengas razón —sus manos a cada lado de mi cabeza. La regresión en manos de un hada es algo inexplicable, como mi propia existencia después de la muerte. Una pesadez se apodera de mis parpados.

—Mantén presente de que nada de lo que veas estará ocurriendo en realidad. Solo son recuerdos, no te estanques en ellos por más dolorosos que sean —sus palabras terminan lanzándome a un túnel oscuro que me reclama. Me siento caer. Como si fuera succionado por una fuerza descomunal.

El terror crece, mientras que mi mente es una especie de engranajes que comienzan a encajar. Vividos recuerdos comienzan a colisionar con las memorias desde mí renacer. Aclarando las pocas lagunas que aún mantenía. Mi pasado se alza como una fortaleza reclamando su lugar.

Mi niñez pasa ante mis ojos, me enfoco en el rostro de esa niña que crece a mi lado hasta que el rostro de mi hermana se afianza ante mis ojos hasta que se detiene.

Su cabello rojizo está trenzado, un vestido azul verdoso llega hasta sus rodillas.

—Está muy callado —su voz dulce y suave me ancla a este recuerdo. Ronald lo ha conseguido.




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