Celestial (luz de medianoche 2)

Encuentro

Capítulo 28:

Encuentro

 

Dess

Me arremango las mangas del suéter hasta los codos. Ya ha caído la noche y quede en encontrarme con mi hermano, eso me tiene un poco nerviosa.

¿Qué querrá decirme?

Daniel ha cambiado su actitud hacia mí durante los últimos días, me trata un poco mejor que cuando desperté, pero eso no significa que estemos bien. El tiempo entre nosotros es el principal conflicto, y puedo entenderlo. Yo debería estar muerta y él ni siquiera puede recordarme porque solo era un bebé.

Anastasia tampoco se encuentra bien, lo ocurrido en el río ha devuelto todo el dolor sobre ella. Desde que entro al cuarto no ha dejado de llorar, no ha dejado de lamentarse. No tuvo la oportunidad de escuchar a Ronald, su historia y los errores que cometió. Una culpa que será difícil de borrar de su mente y alma.

—Pensé que ya habíamos superado esta etapa —murmura Romina desde el sofá. Ella se ha puesto el pijama, sus largas piernas están sobre la mesa.

—Me veré con Daniel. Te quedarás con ella mientras regreso —le ordeno.

La vampira me clava su intensa mirada rojiza no le hace nada de gracia, no es muy buena para estas situaciones.

—No te demores demasiado —es lo único que dice.

—Lo intentaré.

Salgo.

El pasillo está desolado con los recientes cambios en las actividades de cada uno de los estudiantes quienes de momento permanecen en la academia deben estar descansando, otros cuidando de la academia hasta que llegue el amanecer, y otros pocos fuera, en la ciudad realizando los primeros sellos en algunas zonas. Me detengo en el último peldaño de la escalera, Daniel está en el vestíbulo. Alza la mirada, y una tímida sonrisa surca su rostro.

—¿Nos quedaremos aquí? —pregunto.

—No —se levanta. En el exterior la brisa está fría, me bajo las mangas del suéter. Todavía algunos estudiantes se encuentran por los alrededores—. Estuve revolviendo entre mis cosas y encontré algunas fotografías, tu rostro estaba allí y el de esa otra chica.

—Dina —murmuro.

Nuestra hermana mayor ahora permanece en la soledad y castigos del infierno, desconozco en qué condiciones, pero la última vez que la vi parecía aterrada del destino al que se enfrentaría.

—¿Es ese su nombre? —comenzamos a alejarnos hacia la fuente.

—Sí, ella está condenada —expreso—. Lamento mucho lo de Victoria, hay cosas que no puedo evitar. No pensé que Dina traería con ella a los vástagos, creí que todo terminaría si tomaba mi alma.

—Lo sé. Ya me he dado cuenta —. Nos detenemos en la fuente. Me detengo a observar la forma de la mujer que sostiene una jarra de agua que cae a sus pies, con la luz de la luna se ve mágica. Con la mirada alzada al cielo de donde nunca habrá respuesta, pero si señales que hay que saber comprender—. El tema de los celestiales no ha sido fácil de procesar. Menos cuando descubres que tú hermana es uno de ellos, y que además de que no recuerdas, debería estar muerta. Ha sido demasiado, yo no sé nada de ti ni de Dina. Ustedes no representan nada en mi pasado, pero están las fotos que conservo y que deje a un lado por mucho tiempo. Ni siquiera reconocí tu rostro cuando llegaste aquí.

—Sé que para ti es difícil de entender los lazos que nos unen porque no albergas ningún recuerdo sobre ella o mío. Ni siquiera puedes recordar a mamá o papá. Yo sí puedo recordarte. Tú significas mucho para mí, eres mi hermano menor, la única familia que me queda —me sostiene la mirada. Ni él, ni yo poseemos el tono gris que heredamos de nuestro padre. Pero seguimos teniendo rasgos que nos asemejan—. ¿Sabes? Cuando llegue a aquí estaba muy confundida, no tenía acceso a nada en mi mente. Siempre creí que había una familia allá fuera esperando por mí. Claro eso fue antes de descubrir que estuve muerta, y que había trascurrido veinte años desde mi muerte.

—Lamento haberte culpado. No lo vi desde ese punto —mira al piso.

—¿Ahora qué piensas? Ya sabes quién soy, como se dieron las cosas. La responsabilidad que tengo sobre mis hombros, los riesgos que se corren con cada día que transcurre con los sellos abiertos, y con las infinidades de posibilidades que se abrirán una vez que se logre recuperar el equilibrio.

Él se queda mirando como el agua cae formando pequeños círculos que se agrandan con la llegada de otro. Definir una relación en torno a lo que fue su vida, su crianza donde como él ha dicho no represento nada, es complicado. Para mí es fácil verlo como un hermano porque aunque el tiempo transcurrió y al mismo tiempo nos separó recuerdo nuestra familia, cuando era solo un niño. Y ahora que todo está en su lugar dentro de mi cabeza, no tengo dudas de nuestro parentesco.

—Pienso que lo mejor es comenzar de nuevo. Como al principio, nos llevamos bien sin todo esto de ser familia —responde él.

Eso es mejor que nada.

—Vale. Estaré bien con ello —digo. Me paso las manos por las piernas, sobre la tela del pantalón—. ¿Cómo es que aun conservas cosas de… nosotros?

Él toma un respiro.




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