Cementerio de deidades

CAPÍTULO TRECE

 

Tres lunas después el mundo completo estaba revolucionado, el gran día se acercaba y todos querían ser los primeros en estar allí. A pesar de faltar aún un par de días,  muchos ya se encontraban fuera del lugar haciendo fila para ingresar, esperando a que todo comenzara y asegurándose su lugar en el gran momento.

 

Rixton se encontraba en un remolino de emociones, se encontraba ansioso por lo que vendría y orgulloso de lo que había logrado. Solo faltaba escalar un último escalón para llegar a la cima de todo, pero a su vez estaba furioso y esa furia no hacía más que aumentar cuando recordaba el día en que sus hombres llegaron del bosque sin previo aviso.

 

—Se puede saber...—había dicho con voz amenazante cuando los vio atravesar la puerta— ¿Qué carajo hacen aquí?

 

Los hombres se miraron entre ellos, acobardados por la noticia que debían darle a su jefe, el cual no se caracterizaba por ser benevolente ni mucho menos comprensivo.

 

—Desaparecieron todos, así, sin más —dijo uno de ellos, el más joven de todos  con un tono altanero creyendo que gracias a su carisma se salvaría de la furia de Rixton.

 

—¿Desaparecieron dices? —dijo golpeando una mesa — ¿¡Cómo es posible que un pueblo entero desaparezca!?

 

Le relataron lo sucedido, que en medio de la noche una luz cegadora, que dejó a todos confusos, se hizo presente y al desvanecerse nadie estaba allí excepto ellos. Ni el bunker ni los cambiaformas.

 

Buscaron por todo el bosque pero les fue imposible encontrarlos, claramente omitieron el hecho de que cuando esto ocurrió ellos estaban completamente alcoholizados y que su búsqueda se vio algo afectada por la cantidad de alcohol en sangre que tenían.

Rixton se enfureció, por culpa de unos ineptos había perdido demasiada mercancía y aquello no se los perdonaría tan fácil. Peor aún habría sido su enojo si supiera que en realidad todos los cambiaformas habían observado divertidos como los hombres, aún borrachos y tambaleantes, los buscaban por todo el lugar sin percatarse que ellos estaban frente a sus narices. 

 

Gracias al gran poder del que Arlon era poseedor, logró hacer a todo el pueblo invisible hasta que la amenaza se marchó del bosque. Esa noche comenzó su gobernado en espera de la llegada inminente de Arica.

 

Ella aún permanecía cautiva en aquella caja de cristal, sin embargo sabía perfectamente que tan lejos se encontraba el bosque, sabía a ciencia cierta la distancia que la separaba de su hogar. Lo sentía llamarla, anhelando su regreso. Pero se negaba a escapar, aún no podía hacerlo, debía esperar a que la juntaran con los demás y así alcanzar la libertad todos juntos.

 

Arica dormía incómodamente sobre Nieve en busca de consuelo cuando Rixton junto a un grupo de personas ingresaron al cuarto en el que la tenían cautiva y comenzaron a mover cosas, a gritar y acatar órdenes.

 

A unos metros de distancia, en otra habitación similar pero mucho más grande, cientos de cambiaformas eran espectadores del mismo espectáculo. Personas entrando y saliendo del lugar, gritando y moviendo todo lo que se encontraba ahí.

Pero el verdadero pánico surgió en ella cuando comenzaron a tomar las jaulas en la que estaban para comenzar a transportarlos.

 

—¡Ronan! —gritó Danna cuando levantaron la pequeña jaula en la que se encontraba, sacando su brazo entre las rejas para así, intentar sostener la mano de su vecino de celda.

 

—¡Danna, no! —se removió, gritó e intentó llegar a la niña pero todo aquello fue inutil. La vio alejarse con lágrimas en los ojos, gritando una y otra vez por él.

 

Poco tiempo después, él también  fue transportado hasta un galpón mucho más grande donde divisó a sus compañeros de cautiverio, cayendo inconscientes al suelo de manera abrupta.

 

Atemorizado, buscó sin cesar a su pequeña niña encontrándola inerte en su jaula.

Ronan estaba tan concentrado observándola preocupado por su bienestar que no se percató del dardo que se dirigía en dirección suya. Fue tarde cuando se lo quitó del cuello al sentir un pinchazo, el tranquilizante ya había surtido efecto y él no tardó en caer inconsciente también.

 

Pocos minutos después el gran lugar dejaba todos los gritos y llantos en el olvido para sumirse en un sepulcral silencio que se mantuvo incluso cuando comenzaron a transportarlos a sus lugares seleccionados.

 

La monotonía que consiguieron con los demás cambiaformas se vio destruida por Arica, el sedante no surtió efecto en ella ni en su espíritu animal. Tanto Nieve como ellas se encontraban alteradas por los gritos agónicos y lamentos que parecían provenir en su mayoría de adultos, pero también habían oído algunas voces infantiles.

 

¿En qué lugar estaba metida?¿Qué le depararía el destino en su cautiverio?

 

Tras una hora de intentos, junto con grande cantidades de sedantes y un poco de ayuda de electricidad lograron reducirla y acompañado de un fuerte golpe en la cabeza de la peliblanca se sumió en una inconsciencia que la atormentó con horribles sueños llenos de gritos, lamentos y muertes.

 




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