Cementerio de deidades

CAPÍTULO QUINCE

Todo su cuerpo se sentía pesado dándole la sensación de que ya no le pertenecía a ella, como si estuviera arrastrando consigo un cuerpo inerte. Siendo ella era el cuerpo inerte.

La cabeza le daba vueltas provocándole un mareo, este empeoró cuando abrió los ojos por lo que los cerró rápidamente esperando a que el mareo menguara.

 

Luego de unos instantes, los volvió a abrir lentamente y lo que encontró a su alrededor la desconcertó. El lugar en el que se encontraba era, efectivamente, espacioso cubierto por una gran capa de hierbas, arbustos y plantas de todo tipo.

Arica se encontraba recostada tras una gran planta y a su lado se encontraba Nieve, que dormía plácidamente. En un principio la joven se preocupó por el bienestar de su espíritu animal pero luego comprobó que se encontraba en perfectas condiciones ya que ella también lo estaba.

 

—Tranquila pequeña...—dijo en un susurro para no interrumpir su descanso, sabiendo todo lo que ambas habían sufrido los últimos días —Duerme todo lo que necesites...yo te cuido.

 

Acarició de manera lenta y dulce las grandes y suaves orejas del tigre para luego ponerse de pie tambaleándose ya que aún quedaban rastros de sedante en su organismo y comenzó a caminar en línea recta hacia al frente.

Por un momento Arica había creído que esos hombres por fin la habían dejado en libertad pero pronto se dio cuenta de que no era así, detuvo su andar de forma repentina al percatarse de que cuatro grandes paredes de acrílico reforzado la rodeaban, aquello que ella creyó era su libertad no fue más que una jaula más amplia.

 

En su estupor, divisó a casi unos diez metro de distancia un sutil movimiento, frente a ella — separada por un camino de piedras — había otra jaula similar a la suya en donde una niña de cabello castaño que la miraba entretenida para luego hablarle de forma animada al hombre que se encontraba a su lado, el cual le daba la espalda a Arica.

 

—Que bonita…

 

—¿Qué dijiste cariño? —le preguntó a la niña que miraba algo a sus espaldas, fascinada.

 

—Es muy bonita...—volvió a repetir Danna mientras señalaba algo.

 

Cuando él se volteó, el tiempo pareció ralentizarse e incluso, sus corazones parecieron latir al mismo compás cuando sus miradas se encontraron. 

 

—Ronan.

 

Arica, sorprendida, se acercó a la pared que la separaba de su amor. Apoyó las dos manos en el frío vidrio mientras lo observaba también, acercarse hasta el límite de su prisión.

En él se notaba el transcurso cruel del tiempo, ya no era ese joven e inexperto muchacho que desapareció hacía ya tanto tiempo. Su contextura física parecía haber aumentado y su cabello había crecido, tanto que llevaba una pequeña trenza. La barba también le había crecido dándole un aspecto mucho más maduro pero lo que más sorprendió a Arica fue la cicatriz que cruzaba un lado de su rostro, desde el inicio de su frente hasta la mitad de la mejilla.

 

Ronan se acercó apresurado a esa maldita pared que lo separaba de Arica y sintió su corazón acelerarse cuando comprobó que ella seguía igual que la última vez que la había visto, tan hermosa y perfecta.

 

—¡Arica! —gritó desesperado, llamando la atención de las otras dos personas que se encontraban en el mismo espacio que él y Danna.

 

Grito que también alertó a su espíritu animal que se acercó rápidamente y comenzó a revolotear alegremente cuando Arica ocupó su campo de visión. Por detrás de ella surgió también una feliz Nieve, que aullaba de alegría al ver a quien creyó perdido para siempre.

 

Danna recordó una noche en la que Ronan le habló de su gran amor.

—Ella es muy bonita —el brillo en sus ojos delataba todo el cariño que le tenía — Es la persona mas hermosa de todo el mundo, estoy seguro que ustedes se llevarían increible. Podrías hacerle trencitas en el cabello. Incluso podrían cantar juntas, ambas tienen una muy bonita voz.

 

Desde esa noche, por pedido de la niña Ronan le habló sobre Arica. Sobre sus aventuras juntos y aquellos actos tan asombrosos que había hecho su amada liderando a su pueblo y luchando por todos ellos, convirtiendo a Arica en el personaje principal de sus historias que le relataba a Danna antes de dormir.

 

El feliz reencuentro duró poco, cuando por un gran portón apareció Rixton caminando con un megáfono en mano, al llegar al centro del lugar lo encendió. Listo para dar su gran noticia.

 

—¡Hoy amigos míos, hoy es el día en que todos conocerán mi nombre! —exclamó con una sonrisa macabra —¡Y eso será gracias a ustedes, mis más preciados tesoros!

 

Tras el patético discurso del hombre, que dejó a todos los cambiaformas del lugar estupefactos, de las más de quince jaulas que estaban conectadas por un amplio sistema eléctrico se liberaron incontables descargas de dicha energía que provocaron la unión de cuerpo y espíritu.

 

Al esto ocurrir, las grandes puertas del lugar fueron abiertas dejando entrar a miles y miles de personas que observaban asombrados los cambios físicos por lo que estaban pasando esas personas.




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