Cenicienta De Sangre

23 años después

APRIL

 

“Nos están tomando el pelo!”, gritó furibundo y enojado Zack, tirando sobre la mesa la carta que había recibido esa mañana.

“No te adelantes”, intentó calmarlo Vera.

“Estás bromeando? Estos bastardos vienen aquí, a mi ciudad, ¡y se comportan tan arrogantes!”

“Zack tiene razón”, lo defendió la esposa furiosa. “Sabes cómo llaman a los lobizones? ¡Bárbaros! ¿Pero quiénes se creen que son?”

“Fanny, te lo ruego…”, le suplicó Vera que esperaba su ayuda.

La situación se estaba complicando día a día y la que debía ser una alianza nueva con una de las facciones de vampiros más potentes y difíciles de acercar, se estaba transformando en una pesadilla por causa del odio recíproco cultivado por siglos.

“Los vampiros no olvidan”, habían sido las únicas palabras que había conseguido decirle a Vane Vampire, llamado por su clan como “El Príncipe”.

“Fueron muy tontos en creer que habría sido un paseo involucrarse con la que se considera la purasangre de la raza vampira, compuesta en su mayoría por aristócratas de alto linaje”, se entrometió Nicholas que había formado parte de esa facción donde todos lo conocían como “El Duque.”

“Nick, no te entrometas! Sabes que era inevitable llegar a este punto”, se enojó Vera, que en los últimos veinte años había conseguido mantener la paz entre las razas y sellar definitivamente la alianza con la Orden de la Cruz Ensangrentada.

Sin embargo, todavía quedaban dos facciones a unir: la aristocrática a cargo del Antiguo y noble Príncipe, y la de los rebeldes que no querían dejar de alimentarse de sangre humana o someterse al control de la Orden, en quienes no confiaban por causa de la guerra secular entre ellos.

“Y ahora qué tendría que hacer?”, los interrumpió Zack indicando nerviosamente la carta.

“Se trata de una invitación. No aceptarla sería una declaración de guerra”, explicó Nick que conocía bien la mentalidad de Vane.

“Y aceptarlo significaría arrojarse a la boca del lobo y arriesgarse de salir muertos”, dijo Fanny asustada de no poder proteger a su familia.

“No creo que hagan una tontería de ese tipo. Vane sabe que alcanzaría con un paso en falso para tener encima a toda la Confederación con lobizones y Cazadores Hechiceros juntos… además, en mi opinión, si después de todos estos años de rechazo hacia nosotros, ahora decidieron aceptar al menos conocernos, significa que hay un descontento entre los aristócratas. Probablemente también Vane necesita de esta alianza, pero olvídense que vaya a admitirlo. El orgullo y el honor son las únicas cosas que importan en el interior de su grupo”, dijo Nick pensativo. “Además, la invitación es extensiva también a nosotros. Por lo tanto, no estarán solos.”

“Vera te necesito”, se rindió Zack acercándose a su más querida amiga, pero ella bajó la mirada cubierta de tristeza y se alejó.

“Lo lamento, Zack, pero yo no voy a ir. Tengo un vuelo que me espera y debo volver urgentemente a New York. Alguien me necesita…. Sin embargo, estará Nick contigo. El conoce a El Príncipe mucho mejor que yo”, murmuró Vera, intentando contener las lágrimas.

“Entiendo”. Sabía que, cuando Vera no hacía referencia a nadie en particular, en realidad se refería a sus hijos.

“Nunca entendí por qué tiene que haber todo este misterio sobre los hijos de la tía Vera”, pensé corriendo a esconderme para no dejarme atrapar espiando.

Bajé corriendo las escaleras, pretendiendo haber llegado en ese momento de la facultad.

Apenas hice tiempo, cuando vi a mis espaldas a mis padres que salían de la biblioteca con el tío Nick y la tía Vera.

Apenas me vieron, corrieron felices a mi encuentro.

“April, tesoro, estás cada día más bella! ¿Cómo van los exámenes? Me dijo tu padre que tienes dificultad en aprobar los de arqueometría”, me dijo tía Vera abrazándome. Después, bajando la voz, agregó: “Y también sobre los de la legislación de los bienes culturales.”

Entendí enseguida que había tenido una intrusión mental, ya que recién había llegado de la facultad, donde me habían aplazado en “Legislación del patrimonio cultural”, sólo cuarenta minutos antes.

Además de mis compañeros y el profesor, nadie lo sabía aún.

“Claro… si yo también pudiera tener una de esas pildoritas azules de Grucho”, respondí irritada por mi cerebro lento y poco propenso a memorizar lo que no me interesaba.

“Y tú qué sabes de las píldoras de Grucho?”, intervino de inmediato mi padre.

Ops! Claro que no podía decirle que Elizabeth y Leo me habían hecho entrar varias veces escondida en la Confederación de Sangre, lugar definido por mi padre como “cueva de vampiros” y por mí como “País de las Maravillas y Magias”. Allí había presenciado actuaciones deportivas y peleas sobrenaturales, salir con fascinantes vampiros, poderosos hombres lobo, curiosos híbridos, presenciado innumerables hechizos del abuelo Ahmed y la tía Siobhan o los extraños experimentos científicos del vampiro más loco y brillante de la Confederación, Grucho, un chupasangre que había exagerado con las pastillas azules capaces de incrementar dramáticamente el desempeño intelectual y mnemotécnico de cualquiera.




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