Ceniza de mi corazón

Capitulo V : Marcas

Eivelinn:

Aquel chico nos registró su tableta y solo se limitó a preguntar nuestros nombres, haciendo su trabajo con silencio pero arrogancia y mostrando aquel leve desprecio hacia mí y mi pequeño acto como lo habían hecho todos los demás, hasta que se atrevió a hablar.

- Para que tengan información son la colonia número 3, por lo cual responderán a ella, sin oposición alguna - dijo aquel muchacho todavía sin siquiera dirigirnos la mirada - ahora se les asignarán dormitorios.

Terminó de decir eso y comenzó a caminar a paso largo hacia aquella casa gigante que se encontraba a la derecha y nosotros solo lo seguimos en silencio.

Comenzamos a entrar a aquella casa y por dentro era sencilla pero eso le daba un toque hogareño, es estar dentro se sentia como pertenecer a algo, las puertas perfectamente alineadas a través del pasillo el cual daba una vuelta hacia la derecha pero sin perder el orden de aquellas puertas oscuras.

Recorrimos un rato el pasillo hasta que aquel sujeto se detuvo en una de las muchas puertas, la abrió y nos dejó ver un cuarto pequeño pero limpio, con dos litera una pequeña mesa y un pequeño closet de ropa en la pared, adentro estaba otro chico de tes morena y cabello castaño el cual solo nos dio una sonrisa amigable mientras dejaba a un lado su libro.

- Muy bien - dijo el muchacho, revisando su tablet - Aarón, Said y Andreas, ustedes tendrán esta habitación - dijo el hombre invitándolos a pasar con la mano, pero aún sarcasmo en su trato.

- Bienvenidos - dijo aquel muchacho - pasen para que se instalen.

- Está bien, ve - le dije a Said el cual parecía no querer despegarse de mi, pero al final entró sin protestar.

Caminamos dando vueltas un rato hasta que nos detuvimos en otra puerta.

- Debe haber un error - murmuró nuestro guía - chicas parece que solo hay lugar para 2 de ustedes - a este punto creo que aquel muchacho tiene una adición a esa tableta ya que nunca nos dirige la mirada.

- ¿Que quiere decir? - preguntó Esmeh.

- Esta es la última habitación de mujeres de la residencia con vacante, pero solo hay dos - dijo mientras abría la puerta de el cuarto frente a nosotras, dejando ver el mismo panorama, dos literas, una mesa, un closet pero habían esta vez dos chicas adentro, eran dos polos opuestos una era brillante como un sol y la otra era sombría como un cuervo. Las dos alzaron sus manos como saludo

- A ver - dijo el hombre analizando la información de su aparato - Esmeh y Sofía, ustedes se quedarán aquí - dijo sin más.

- ¿Y yo? - pregunté amablemente con un poco de intriga.

- Cállate y sígueme mujer - declaró.

- El día en que me puedes callar, hablamos - impuse ya harta de este hombre pero en cambio el solo ignoró mi comentario.

Caminamos un poco y llegamos a otra habitación, idéntica a las otras solo que un poco más desorganizada por quien parecía ser la dueña del cuarto.

- Ahora no está, deja tus cosas y ven conmigo - esto último lo dijo con una leve sonrisa la cual me hizo sentir un escalofrío aterrador.

Entre a la habitación y dejé mi pequeña bolsa en la litera inferior y eche una pequeña mirada a la habitación antes de salir y comenzar mi segundo recorrido.

Salimos de la casa y nos dirigimos hacia la enorme mansión, yo estaba hipnotizada con lo grande que podía ser una vivienda, aunque cuando era pequeña tuve un casa verde menta de dos pisos, hermosa y amplia, en comparación con esta mi casa no es más que un migaja.

Mi guía tocó la puerta 3 veces y esta se abrió como por arte de magia, sin nadie al otro lado para abrirla. Por dentro la casa estaba tan vacía que el eco de nuestros pasos resonaba por todos lados envolviendo nos en un aura tenebrosa y sombría, los hermosos cuadros que había dentro estaban cubiertos de polvo al igual que los jarrones, unas estatuas de animales y los antiguos candelabros, parecía que nadie había habitado en ese lugar desde hace décadas, pero se había encargado de mantener todo en las mejores condiciones.

Subimos unas enormes escaleras que pasaban por encima de la puerta, con los barandales relucientes al igual que los escalones de roble, eso solo me daba a saber que esas escaleras se usaban con mucha más frecuencia que el resto de la casa. Caminamos por los pasillos del segundo piso que para mí eran como laberintos interminables y llegamos a una puerta de roble, el chico repitió el procedimiento, tocó 3 veces y la puerta se abrió al instante de terminar el tercer toque.

La habitación estaba iluminada por unas pequeñas linternas a gas y por primera vez me arrepentí de la ropa que tenía puesta, esos pantalones y esa camiseta convertida en un corto top, no sé si sea por ella pero sentí un frío subir por todo mi sistema nervios con solamente dar un paso hacia la habitación.

Un hombre con cabello plateado y anteojos estaba sentado en medio de la habitación con un pequeña máquina, a su lado otra silla pero un poco más grande y con correas en los posabrasos, cuando quise dar un paso atrás el sonido de la puerta cerrado de golpe me hizo detenerme en seco.

- Rebeldía ¿no? - dijo señalando mi cabello sin mirarme en lo más mínimo - para ti tengo el lugar perfecto, un regalo de Él.

- ¿Perdón? No entiendo - dije confundida.

- Toma asiento niña - dijo mirandome a los ojos lo cual reveló esos ojos plateados que brillaban con la ligera luz de las linternas haciendo que con solo esa leve mirada yo obedeciera y me sentara a la silla que tenía que a su lado, como hipnotizada.

- Él es alguien muy extraño, mucho, pero algo es seguro, no marca a cualquiera, no a quien no lo merece - dijo revelando en su hombro el logo de ARES tatuado con una precisión magnífica.

Ni siquiera me dí cuenta cuando aquel hombre amarró las correas de mis muñecas, intenté liberarme en vano cuando caí en cuenta de lo que estaba pasando.




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