Ceniza y Sangre

SENTIMIENTOS

VIII

AIDAN

Había pasado un par de noches desde que yo y unos cuantos vampiros convertidos salimos del refugio a buscar a Morgan al bosque.

Había sido noche tras noche, sin descanso.

Todos cazaban animales para alimentarse, todos menos yo.

—Aidan, tienes que comer algo -Dijo un vampiro llamado Ian. —Si encontramos a Morgan y está con ese purasangre que usted dijo, tendremos que luchar.

Lo miro fijamente, mis ojos no habían vuelto a ser los mismo que antes. Está vez eran oscuros. Muy oscuros.

—No abra lucha. -Dije.

Todos asintieron.

—Bien, sigamos fingiendo que esto no es peligroso. —Dice Kaila.

Me aleje del grupo, no estoy de humor para escuchar las tonterías que suelta por la boca.

Me interné más en el bosque, dejando que la oscuridad me envolviera. El frío ya no lo sentía, y los sonidos nocturnos no me ofrecían consuelo. Lo único que escuchaba con claridad era el eco de su nombre en mi cabeza.

Morgan.

La había perdido. Otra vez. Y esta vez, quizás para siempre.

Un crujido tras de mí no me sobresaltó. Ya sabía quién era antes de que hablara.
No porque pueda adivinarlo si no por el aroma de su sangre.

—No puedes seguir alejándote así —dijo Kaila con voz suave, casi contenida. Caminó hasta situarse a mi lado, pero no me miró. Fingía observar los árboles, aunque su energía me decía otra cosa.

—No me sigas —murmuré.

—Y si no quiero hacerte caso, ¿qué vas a hacer? ¿matarme como a los traidores?

Giré el rostro para mirarla. Ella mantenía la mirada en el horizonte, pero pude ver cómo se le tensaban los labios.

—No digas estupideces.

—¿Y qué se supone que diga, Aidan? Llevas días sin dormir, sin alimentarte. Sigues a una sombra, mientras el resto apenas mantiene la esperanza y te siguen. Pero yo… —Su voz se quebró por un segundo— Yo estoy aquí, siempre contigo. Y ni siquiera puedes mirarme como a ella.

El silencio que siguió fue brutal.

Mi pecho ardía, pero no por ella. No como ella lo deseaba. No como merecía.

—No mezcles las cosas, Kaila.

—¿Mezclar? —soltó una risa amarga—. No estoy mezclando nada. Sólo te estoy diciendo que te estoy viendo destruirte por alguien que eligió irse.

—¡No eligió nada! —gruñí, con los colmillos rozando la transformación— Fue mi culpa. Yo la empujé lejos. Y ahora…

El nudo en mi garganta me impidió terminar la frase.

Kaila me miró al fin, y por un instante, creí ver compasión en su mirada… y resignación.

—¿Y si ella no quiere volver? ¿Y si ese purasangre logró lo que tú nunca hiciste: hacerla sentir bien?

No tenía respuesta para eso. Sólo un vacío que me carcomía.

—Entonces la dejaré ir —mentí.

Kaila dio un paso atrás, dolida, y antes de marcharse, murmuró:

—Ojalá algún día me mires como la sigues mirando a ella… incluso cuando ya no está.

La vi desaparecer entre los árboles, y por primera vez en siglos, sentí que no sólo había perdido a Morgan… sino también a Kaila.

Y quizás, a mí mismo.

MORGAN

La noche cayó sin hacer ruido, y con ella, un nuevo peso sobre mis hombros.

Shadow me lanzó una chaqueta negra antes de salir de la cabaña. No necesitábamos abrigarnos, pero me la puse igual. Me hacía sentir menos expuesta. Menos...fría.

El bosque parecía diferente en esta zona. Más vivo. Como si los árboles respiraran a la par de las criaturas que se escondían bajo su sombra. Mis sentidos estaban en alerta. Cada rama quebrada, cada insecto moviéndose entre la maleza, era como un murmullo directo a mi mente. No era solo mi vista o mi oído. Era algo más. Una percepción que me hacía sentir parte de la oscuridad.

—Vamos —dijo Shadow con voz baja, adelantándose unos pasos.

Lo seguí sin hacer ruido. Nuestros movimientos eran silenciosos, depredadores.
Avanzamos hasta una pequeña pendiente. Desde ahí, podía ver unos ciervos durmiendo plácidamente.

—¿Los ves?. —Soren preguntó casi susurrando.

Lo miré. En su rostro no había rastros de hambre ni deseo. Solo análisis. Control. Yo, en cambio, ya sentía el ardor en la garganta. Esa sed que no era solo física, sino algo mucho más visceral.
Como un humano enganchado a la droga.

—¿Vamos?—pregunté en voz baja.

Shadow me miró por encima del hombro.

-Yo no me alimento de animales, ya lo sabes. —Responde con una sonrisa pícara.

Me giré hacia él. Su mirada era dura, pero no cruel.

Sentí un escalofrío recorriendo la espalda. La verdad saber el dato de que tengo a mi lado a un purasangre probablemente mucho más antiguo que todo mi clan junto y el saber que se alimenta especialmente de transformados y purasangres. No me hace mucha gracia, pero hasta el momento Shadow no me ha hecho nada.

Vuelvo a sentir un escalofrío, está cez diferente.
Desde que salí de la cabaña tengo la sensación de que alguien o algo nos vigila, pero sea lo que sea se esconde demasiado bien, mi sentido del olfato aún no lo detecta. Pero sé que está cerca, puedo sentir su presencia.

No estoy segura de que Shadow lo haya notado, parece tranquilo. Aunque tal vez no quiera ponerse tenso por el hecho de no preocuparme, aunque él podría derrotar a un millón de criaturas salvajes en un segundo.

Minutos después, el momento llegó. Bajé el acantilado. Como yo aun no controlo el poder de volar bajé a toda velocidad.

Me acerqué a la manada de ciervos sin hacer ruido. A tan solo unos metros el olor de su sangre y el sonido de su corazón bombardeando empezó a envolverme por completo.
Hasta que ya no pude aguantar.

Me moví sola, sin pensarlo. No volé, pero casi. Me deslicé entre las hiervas con el silencio de una sombra. Ellos no me vieron. No me oyeron. Estaban dormido.

Salté sobre un ciervo que estaba más alejado y clave mis colmillos en su cuello. Sus ruidos de agonía al estar siendo atacado eran como dagas clavándose en mi corazón, claramente no me gusta hacer esto pero no tengo opción.
Sigo sin querer convertirme en vampiresa completa. Me niego a acabar está transformación.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.