XII
MORGAN
Han pasado tres días desde que Shadow desapareció.
Tres días desde que sentí sus brazos envolverme.
Tres días desde que mis manos temblaron y el poder estalló como una tormenta dentro de mí.
Tres días desde que vi el miedo en los ojos de Byron… y el orgullo —por un segundo— en los de Shadow.
Y ahora, solo queda el silencio.
Me despierto cada noche esperando su voz. Escuchando pasos entre los árboles, rogando que sea él. Pero no lo es. Nunca lo es.
Byron a intentado entrar en el campamento pero los vampiros convertidos siempre defendían, obligándolo a irse.
Claro que una docena de convertidos para un purasangre no es nada.
Estoy en la cueva, sentada sobre la piedra fría, el mismo lugar donde me refugié después de que el bosque se llenara de ecos de gritos y poder. Nadie ha venido a buscarme. Aidan dice que es mejor así. Que debo descansar. Que necesito tiempo para procesar lo que pasó.
Pero ¿cómo se procesa lo imposible?
Tengo marcas en el cuello donde Byron me agarró. No me arden. No duelen. Pero están ahí. Como un recordatorio.
Y cada vez que cierro los ojos, veo a Shadow arrodillado, sangrando, con los labios apretados y la furia contenida. Veo a Byron, con esa sonrisa cruel. Siento el momento en que mi cuerpo dejó de ser solo mío… cuando algo dentro de mí despertó y lanzó a un Purasangre por los aires como si fuera papel.
—¿Te duele? —la voz de Aidan suena suave, como si no quisiera romper el aire denso que me envuelve.
Niego con la cabeza. No físicamente, al menos.
Él se sienta junto a mí, sin tocarme, pero cerca. Su presencia siempre ha sido calmada, segura. Pero ahora lo noto más tenso. Como si supiera algo que yo no.
—¿Sabes algo de Shadow? —pregunto, rompiendo el silencio al fin.
Aidan respira hondo. No responde enseguida. Eso me asusta más que cualquier palabra.
—No lo he vuelto a ver desde que te recuperé —dice por fin.
—¿Recuperarme?
Aidan se queda en silencio.
—Yo solo quería ser libre Aidan.
—Esa libertad casi te cuesta la vida.
—Pero sigo viva.
—Gracias a un purasangre.
Me quedo en silencio.
—Creo que va siendo hora de que termines tu transformación.
—¿Que?
—Si vas a querer ir al bosque tú sola, tendrás que hacerlo. Una novicia es imposible que si reviva sin ayuda.
—No pienso hacerlo.
—Pues no volverás a pisar el bosque tú sola.
Me levanto de golpe, la rabia acumulada buscando salida.
—¡Es injusto!
—¡Injusto es que no entiendas que solo quiero protegerte!
Me quedo en silencio.
—No quiero protección. —Respondo cabizbaja—. No hice nada malo Aidan, entiéndelo. Solo...
—Detuviste a un purasangre —me corta Aidan con firmeza—. Y eso no es algo que cualquier convertida pueda hacer. Lo sabes, ¿verdad? Y menos, sin haber terminado la transformación.
Trago saliva. Miro mis manos. Las líneas violetas ya no están, pero las siento, como una promesa latente bajo la piel.
—¿Qué soy, Aidan?
—Eso es lo que Shadow quiere descubrir.
Me muerdo el labio hasta sangrar. Parte de mí quiere correr tras él, exigirle respuestas. Otra parte, la más herida, se pregunta por qué no a vuelto a verme.
¿Acaso lo que vio en mí lo asustó? ¿O lo decepcionó?
—Él no viene por miedo —dice Aidan, como si leyera mis pensamientos—. Shadow no teme a nada. Pero tú... tú eres diferente. Y eso lo cambia todo.
Me dejo caer otra vez en la piedra, sintiéndome más sola que nunca.
—¿Y si no regresa?
Aidan me mira, por primera vez con algo parecido a dolor en sus ojos.
—Entonces dejaré que vayas a buscarlo—dice.
Y aunque no lo diga,
Ya no puedo vivir sin él.
“Shadow, ¿dónde estás?
¿Vas a volver?
Porque si no lo haces…
Voy a ir a buscarte.
Y esta vez, no pienso dejar que huyas de mí.”
Rápidamente paso otro día, ya van cuatro.
Las noches han perdido sentido sin él.
He aprendido a escuchar cada crujido del bosque, a diferenciar los pasos de Aidan, los susurros del viento, incluso el vuelo de los murciélagos sobre la cueva. Pero ninguno de esos sonidos es el que espero.
Hasta hoy.
Estoy en el claro, donde el río parte las piedras en dos como una cicatriz. Jenny y Mayak me han acompañado pero están patrullando la zona.
Aquí fue donde lo vi por última vez, de rodillas, con la sangre manchándole los labios. Aquí fue donde mi mundo se rompió.
El sol está cayendo. Las sombras se alargan.
Y entonces, lo siento.
No lo escucho. No lo veo.
Lo siento.
Es como si algo dentro de mí reaccionara antes que mis sentidos. Un tirón en el pecho. Una urgencia. Un susurro sin voz.
Me giro, conteniendo la respiración.
Y ahí está.
Shadow.
De pie entre los árboles, como una sombra más, con el cabello alborotado por el viento, el abrigo oscuro a medio cerrar, los ojos clavados en mí como si no me hubiera dejado de mirar ni un solo segundo de estos malditos días.
Mi cuerpo quiere correr hacia él, pero mi orgullo me mantiene quieta.
—¿Te perdiste? —pregunto con más veneno del que quería.
Él da un paso al frente.
Luego otro.
—Estaba... Buscando algo.
Su voz suena más rota de lo que recordaba. Como si esas palabras le costaran más que cualquier batalla.
—¿Y me dejaste aquí para eso? —le lanzo—. ¿Después de lo que pasó con tú hermano?
—No te dejé sola, Morgan.
Eso me detiene. Me congela.
—¿A no?
Él asiente. Y por primera vez, veo al verdadero Shadow. No al guerrero. No al Purasangre. Al hombre. Al ser roto y real que se esconde detrás de esa mirada de acero.
—No, tengo recursos, como purasangre puedo controlar todas las criaturas del bosque.. sé que Byron intentó infiltrarse en el campamento, pero los tuyos y luego mis criaturas lo alejaron de la zona. Siempre te estuve protegiendo.