Ceniza y Sangre

VERDAD

XIII

MORGAN

Apenas han pasado unas horas desde que regresó, y ya siento que el aire a mi alrededor ha cambiado. Él está aquí. De nuevo. Pero esta vez, algo en sus ojos me dice que no ha vuelto con las manos vacías.

Jenny y Mayak aún no han vuelto lo cual no me preocupa, se que están bien.

Estamos sentados en la parte más alta del risco, donde el viento sopla con más fuerza y el bosque parece un mar de sombras en movimiento. Shadow me ofreció subir aquí para hablar… y eso me asusta más que cualquier enemigo.

Porque cuando Shadow quiere hablar, es porque hay algo que va a doler.

Él está callado, mirando el horizonte como si las respuestas estuvieran allá lejos, escondidas entre los árboles.

—Lo sabía —empieza finalmente, con la voz tensa—. Siempre lo supe… pero necesitaba estar seguro.

Lo miro, sin interrumpir. Su perfil está endurecido, como si cada palabra le costara una parte de sí mismo.
Cada parte de su rostro es atractiva.

—No eres una convertida cualquiera, Morgan. Nunca lo fuiste.

Eso ya lo sabía. Lo sospechaba. Lo sentía arder en mis venas cuando me curé demasiado rápido, cuando el sol no me mató, cuando escuchaba pensamientos que no eran míos o sentía los recuerdos ajenos como si fueran propios.

Pero escucharlo de sus labios… me hace temblar.

—¿Qué soy entonces? —pregunto, apenas en un susurro.

Shadow se gira hacia mí. Sus ojos son fuego contenido.

—Eres un Purasangre.

Mi respiración se corta.

—Eso no puede ser. Yo… yo fui convertida. Yo no nací así. Yo tenía una vida. Una familia…

—Lo sé —asiente con tristeza—. Pero hay más de un camino para los de tu clase. Tú fuiste ocultada, sellada. Tu sangre fue alterada. Por eso tardó tanto en despertar. Pero está ahí, Morgan. Siempre ha estado.

Me aparto de él, de su voz, de sus ojos. El suelo se tambalea bajo mis pies. Todo lo que creía real… ¿era una mentira?

—¿Cómo lo sabes? —pregunto, con los ojos ardientes.

Shadow se pone de pie, su silueta cortando el cielo.

—Estuve con los Custodios. Los últimos que conservan los registros de sangre pura. Encontré un símbolo… uno que coincide con el colgante que llevas. El de tu madre.

Mi mano se aferra al colgante de plata, como si de pronto quemara. Lo he llevado toda mi vida, como un recuerdo… y ahora resulta que podría ser la clave de todo lo que soy.

—Dijeron que ese símbolo era usado por los Purasangre blancos. Los más antiguos. Los más poderosos… y los más perseguidos. Hace siglos creyeron que estaban extintos.

Lo miro, sin poder hablar. La brisa me corta la piel, pero ya no siento frío. Solo miedo.

—Y hay más —continúa, en voz baja—. Hay una profecía, Morgan. Una que habla de una elegida. Una Purasangre blanca nacida entre humanos. Sellada. Oculta. Que despertaría cuando la oscuridad comenzara a devorarlo todo.

Me levanto de golpe.

—No —niego—. No soy eso. No quiero ser eso.

Shadow se acerca, despacio.

—Tú no lo elegiste. Pero está en ti. Y eso es lo que los está atrayendo. Por eso Byron está detrás de ti, el lo sabe estoy seguro. Porque tú… eres la chispa que puede encenderlo todo.

Mis ojos se llenan de lágrimas.

—¿Y qué pasa si no quiero serlo? ¿Si no quiero ser una maldita profecía?

Shadow me toma las manos, firme.

—No podemos cambiar lo que somos, pero si podemos serlo a nuestra manera.

Lo miro, confundida.

—Puedes elegir tu camino. Puedes quedarte aquí, con tu clan, conmigo… y vivir. Pero tienes que aceptar lo que eres. Todos te seguiremos queriendo independientemente de lo que seas.

Sus palabras me rompen. Me reconstruyen.

Y por primera vez en días, no siento que me esté ahogando.

Siento que estoy despertando.

Lo abrazo fuerte.

Las manos de Shadow se posan al rededor de mi cintura y me deja un suave beso en la frente.

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Pasaron unas cuantas horas, Jenny y Mayak habían vuelto y Shadow nos había acompañado a los tres hasta el campamento.
Ambos se habían adelantado dejándome a solas con Shadow.

— ¿Debería decirles lo que soy? —Pregunto confundida.

—Si

Asentí y agarre la mano de Shadow, este me sonrío y me dió un corto beso en los labios.

— Vamos.

Ambos entramos en el campamento.

Las miradas me pesan más que cualquier carga. Todos aquí ya saben quién es él.
Nadie me lo dice de frente pero...
Algo en mí cambió.

Y no saben si deben temerme… o seguir confiando.

Mayak fue el primero en acercarse, estaba tranquilo. Pero sus ojos… sus ojos estaban llenos de preguntas, para las cuales yo tengo las respuestas.

—¿Que ocurre? —me preguntó, con esa voz grave que siempre parecía saber más de lo que decía.

No supe qué responder.

Porque ni yo sabía que estaba ocurriendo.

Lili y Jenny no hablaron. Ni una palabra. Me observaron desde el claro, con esa mezcla de confusión y respeto que no entiendo del todo. Como si de repente me vieran como algo más…

Kaila, en cambio, fue directa. Como siempre.

—¿Por qué nos has reunido aquí, Morgan?

La pregunta fue dura. No por cómo la dijo, sino porque sentía el claro odio en cada palabra.

Aidan nos había reunido a todos al anochecer. Por petición mía.

Su silueta se alzó frente a la hoguera, como un lobo entre sombras. Shadow estaba a su lado. Apoyado contra un tronco viejo. Firme y con los brazos cruzados sobre su pecho. Como si no hubiera desaparecido durante días, como si no hubiera dejado preguntas abiertas que ahora me tocaba a mí responder.

—Hoy se ha revelado algo que afecta a todo el clan —empecé, con la voz firme como piedra—. Algo que cambia lo que sabía sobre mi existencia... y también de nuestro futuro.

Los murmullos crecieron. Ian frunció el ceño, los demás se miraron entre sí. Nadie se atrevía a hablar. Nadie excepto él.

—Morgan no es una transformada común. —Dijo Shadow. Me miró, y por un instante vi orgullo en su mirada—. Su sangre es diferente. Antigua. Pura.




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