Ceniza y Sangre

TRANSFORMACIÓN

XV

SHADOW

Más peligroso que Byron.
Más eterno que cualquier enemigo.
Más poderoso que yo.

Y la tenía entre mis brazos…
A punto de irse en cualquier momento.

—Morgan —susurré, apretándola contra mí—. Escúchame.

Su respiración era cada vez más ligera, más suave. Como una hoja desprendida.
Sus ojos no brillaban, solo tenían despedida.

—Estoy cansada… —murmuró, apenas audible.

—No. No te duermas —le pedí, con la voz rota—. No así.

Ella parpadeó, con esfuerzo. Mis dedos rozaban su mejilla, sintiendo cómo el calor se desvanecía.

No había tiempo.
No podía dejarla ir.
No después de todo lo que habíamos atravesado.

—Hay una forma… —dije. Mi corazón se rebelaba, pero no había elección—. Puedes quedarte conmigo.

Ella intentó hablar, pero no le salieron palabras.

—Mi sangre, Morgan —susurré contra su frente—. Si la tomas… vivirás.

La respuesta estuvo en sus ojos.

Miedo.
Duda.
Esperanza.

—No..—logró decir— No lo haré...

Negué.

—No lo permitiré. Ya eres más de lo que jamás imaginé. Y seguirás siéndolo. Pero si no bebes ahora… no despertarás.

Lentamente, me rasgué la muñeca con una uña. La sangre empezó a brotar, espesa, densa, cargada de siglos y secretos.
Ella la observó como si fuera fuego.
Y tal vez lo era.

—Confía en mí —le dije, acercando mi brazo a sus labios—. Solo esta vez. Solo un poco. Solo lo necesario para seguir respirando.

Ella tembló. Luego, sus labios rozaron mi piel.
Y bebió.

Un segundo.

Dos.

Tres.

Y entonces…

Su cuerpo volvió a pesar.
Sus ojos volvieron a su color violeta y a tener brillo.

Ella estaba de pie.

Viva.

Poderosa.

Distinta.

Y por primera vez, supe con certeza que no me permitiría perderla.

MORGAN

Abrí los ojos y lo vi todo.
Cada grieta en la piedra. Cada partícula de polvo suspendida en el aire. El flujo de energía que se movía entre las raíces de los árboles que rodeaban la cueva.
Podía oír la respiración de Shadow aunque estuviera detrás de mí, en silencio.

Podía oler el miedo que todavía quedaba impregnado en la tierra, como un eco del combate.
El mundo no era el mismo.

O tal vez, yo ya no pertenecía a él.

—Morgan… —dijo su voz, y era como si me hablara desde el otro lado de un abismo.

Me giré despacio.

Lo vi.

Shadow.

Sus ojos tenían una sombra nueva. Una mezcla de alivio y terror.

—Estoy viva —susurré.

Él asintió, muy despacio.

—Lo estás. Y más que eso.

Me acerqué a él.
Sentí su sangre dentro de mí.
Vibrando. Mezclándose con la mía.
Dos esencias distintas. Algo que no podía deshacerse.

—¿Qué me diste? —pregunté, aunque ya lo sabía.

—Sangre —respondió él.

Y el peso de esa palabra me quebró.

No porque me doliera.
Sino porque iba en contra de lo que yo llevaba haciendo desde hace cincuenta años.

Shadow no solo me había salvado la vida.
Me había entregado una parte de sí mismo.
Algo que ni siquiera entre purasangres se daba sin consecuencias.

—Ahora estoy unido a ti —dijo.

Tragué saliva. Pero no sentí sed.
No como antes.

Sentía hambre, sí…
Pero no de sangre.

Era algo más profundo.
Un instinto. Un rugido enterrado en mis huesos.

—Puedo sentirlos —murmuré, cerrando los ojos—. A los del clan. Están cerca. Se preguntan si sigo viva.

—Ellos aún no saben que despertaste —advirtió.

Lo miré, y mi pecho ardía con esa certeza.

—¿Vamos a verlos? —me preguntó.

Asentí.

El mundo olía distinto.
La humedad de la cueva ya no era solo agua y piedra, era memoria. Cada raíz, cada grieta, parecía contarme algo. Todo tenía voz. Todo tenía pulso.

Y yo podía oírlo todo.

Caminaba detrás de Shadow, pero mis sentidos no necesitaban verlo para saber cada gesto que hacía. Podía sentir cómo su energía se tensaba al acercarnos al claro, estaba feliz porque yo estuviese viva.

Apreté los dedos, recordando el calor espeso de su sangre al tocar mis labios.
No era una sangre común. Era como beber un licor dulce y adictivo.

Yo... Habia vuelto a nacer.
Y no solo porque respiraba de nuevo.
Ahora era más rápida.
Más consciente.
Más viva que nunca.
Pero también más peligrosa.

Mi cuerpo era mío. Mis pensamientos, también. Pero algo latía bajo la piel, algo que antes dormía y ahora se agitaba con cada paso. Una parte de mí que ya no era humana. Era algo nuevo. Algo que no debería existir.

—¿Tienes miedo? —pregunté en voz baja, sin detenerme.

Shadow no respondió de inmediato. Luego giró apenas el rostro, lo justo para que su mirada encontrara la mía.

—No de ti —dijo.

Y supe que decía la verdad.

Aidan era un líder. Ian, un guerrero. Mayak, un hermano. Lili mi hermana y Kaila… hermana de lucha.
Todos habían estado ahí durante mis noches más oscuras. Pero lo que yo era ahora, escapaba incluso a sus reglas. A sus instintos.

Salimos de la cueva.

El cielo estaba cubierto por nubes espesas. El sol, oculto. El aire olía a reciente batalla, a cortezas heridas y a sangre seca.

Y a ellos.

—Están cerca —murmuré.

Shadow asintió.

—Pronto se hará de noche.

Me llevé la mano al pecho. El colgante de mi madre seguía allí.
Frío.
Firme.
Mi única ancla a una vida que ya no existía.

—Shadow.. —Dije mirando a la nada.

—Dime.

Y entonces las siluetas aparecieron entre los árboles.

Mayak fue el primero. Su rostro era una mezcla de alivio y confusión.
Ian estaba detrás, como una sombra lista para atacar si todo salía mal.
Lili jadeaba, con el corazón en los ojos.
Aidan… era el último. Y su rostro era piedra.

—Morgan… —dijo Ian, y fue como si mi nombre fuese de un fantasma.




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