POV's William
Odio las juntas.
Sentarse y escuchar a la gente hablar y proponer ideas, es cansado cuando lo has hecho cientos de veces.
Cuando termine volveré de inmediato a California e iré a dormir.
—Propongo a una modelo de cabello castaño y ojos miel. Creo que la gente está empezando a aburrirse de que solo ocupen las portadas mujeres rubias o pelirrojas.
No pude evitar pensar en Mara. Su cabello y ojos me encantan. Me gustaría poder esconderme en su cuello y drogarme con su aroma.
—Sr. Rosen
Abrí un poco de más los ojos y miré hacia el frente. El hombre que me llamo me pidió mi opinión y estuve de acuerdo.
Unos de los secretarios de los que están presentes miro su celular con mucho asombro y luego me miro sigilosamente.
—No está permitido entrar con un celular a la sala de juntas. ¿No se lo comentaron?
El chico se entumeció y su jefe lo miro con mala cara. Pero entonces le dijo algo al oído y le mostro el celular.
El hombre también puso una cara de sorpresa y me sentí enfadado ya que me ignoraron.
—Saben...
La puerta se abrió interrumpiendo mis palabras. Me enojo subió ya que no se abría esa puerta hasta que la junta terminara o fuera una gran emergencia.
Una mujer entro apurada y se acercó a mí.
—Señor, esto parece ser muy urgente.
—¿Parece?
—Bueno...
—Sr. Rosen
El hombre que ignora mis palabras junto a su secretario, se acercó con el celular y me hablo cerca de la oreja.
—Tiene que ver esto.
Con el ceño fruncido mire de una maldita vez la pantalla del celular y mi cara se distorsiono al pasar de los segundos.
Fotos, son foto de Ela.
Me puse de pie y la silla cayo hacia atrás, le arrebate el celular y mire un poco más.
"Para mi hermosa Elaina, feliz aniversario amor"
Ese hijo de puta. ¡Lo voy a destruir!
Le regresé el celular y di por terminado la junta y sin escuchar sus palabras, salí de ahí a toda prisa.
El celular lo deje en la oficina, como lo imaginaba tenía tantas llamadas perdidas de Ela y casa. Quería golpearme por haber implementado esa estúpida regla.
El teléfono de la oficina sonó y lo contesta de inmediato. La voz aliviada de Angela se escuchó del otro lado, pero eso no duro mucho ya que entre llantos me dijo que mi hermana está en el hospital después de haberla encontrado inconsciente.
Me sentía confundido y asustado. Logre escuchar el nombre de Mara, pero ahora lo único que tengo en la cabeza es estar con Ela y tomar represalias contra ese maldito.
Mi secretario me miro con la cara pálida. No lo sabía, pero la mirada que le estaba dando era de alguien con sed de matar.
—¡Ahora, ve con los técnicos y ordénales que desaparezcan esas imágenes! ¡No importa el precio, les triplico el salario, pero tienen que desaparecer ya!
—¡Si señor!
—¡También inicia una demanda en contra de las personas que subieron las fotos!
—¡Si!
Desapareció de la oficina a toda prisa y yo llame al capitán de mi jet privado.
Tengo que regresar ahora mismo.
Baje por el elevador hasta el estacionamiento y coloque mis lentes negros. Mis hombres ya me esperaban y mi auto fue protegido tanto por delante como por detrás.
Como lo esperaba la prensa ya estaba lista para saltarme encima. Si por mi fuera en este momento me los llevo encima.
La prensa gritaba y tomaba miles de fotos hacia mi auto. No pude hacer nada más que esperar hasta que pudiéramos salir de ahí y llegar a la pista del aeropuerto.
***
—Maldita sea.
Llegando a California, parecía que habían preparado una fiesta sorpresa para mí. Estas personas necesitan sobrevivir y lo hacen acosando a los grandes.
—¡Sr. Rosen! ¡Sr. Rosen!
Con las gafas y la mirada gacha, mis hombres abrieron paso y cuando por fin llegué al auto me di un respiro.
De inmediato intente contactarme con Mara, pero fue Angela quien me llamo y hable con ella hasta que por fin llegue al hospital.
—Quiero información de Elaina Rosen.
La enfermera me miro y luego busco en la computadora. Solo me dijo el piso donde esta y cuando llegue ahí estaba Angela.
—¡Señor!
Angela me miro y vino a mí, estaba llorando y tratando de consolarla la abracé y palmeé su espalda.
—La niña Ela. Estaba en el suelo, pensé que estaba muerta.
Mi corazón se encogió al volver oír esas palabras. Mi preciosa hermana estuvo a punto de morir y no estaba a su lado. Nadie se imagina el cómo me siento en estos momentos.
—Sr Rosen.
Una voz suave me llamo, mire al frente y Mara estaba a unos pasos con la mirada fija en mí.
Su cabello estaba un poco alborotado y parecía tener mucho sueño. Pero ella estaba aquí, esperando noticias de Ela.
—La señorita Becker, sino fuera por ella tal vez la niña Ela en verdad hubiera muerto.
Angela miro a Mara y yo me acerque unos pasos.
—La persona que subió las....
—Ya me estoy encargando de eso.
—...Bien.
—Srt. Be.... No, Mara. Muchas gracias.
Mara me miro en silencio y después desvió la mirada.
—Ella me llamo y soy su doctora. Por supuesto que iría a su llamado.
Me sentí avergonzado. Tal vez sea mi imaginación, pero sentí que era regañado.
—En verdad muchas gracias, ya dejare de lado la estúpida regla de cero celulares en las reuniones. Fui un estúpido.
—Eso...
—Mara.
Fuimos interrumpidos por la voz de un chico que salía de una habitación. Se trata del hermano menor de Alice.
—¿Como esta?
Pregunto de inmediato Mara, y me miro con una mirada extraña hasta que contesto la pregunta.
—Ya lograron estabilizarla, ahora está descansando. Sr. Rosen.
El mocoso me miro de nuevo y me acerque.